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Al final siempre ganan los monstruos, una novela punk de Juarma


Nadamos ríos de lluvia, literalmente, para recoger en correos la primera novela de Juarma “Al final siempre ganan los monstruos”. Nos sorprende un diluvio a la salida de la oficina, acompañado por una batería de rayos y truenos. Protejo el libro con mi cazadora porque he visto en las redes que otro ejemplar llegó empapado a su destino y no quiero que al mío le suceda lo mismo. Intentamos cobijarnos bajo un balcón pero ya estamos chorreando. Echamos a correr hacia una sucursal bancaria, temo caerme. Esperamos allí un rato, relampaguea con violencia y el sonido da miedo. No queremos esperar más, total, ya estamos calados. Echamos de nuevo a correr hasta casa, no puedo apenas abrir los ojos, la cortina de agua sigue cayendo sobre nosotros. Menos mal que nos da por reír. Llegamos a nuestro portal como si nos hubiéramos tirado vestidos a una piscina. Los vecinos se nos quedan mirando. Al fin en casa, helados, echamos la ropa a lavar, nos secamos el pelo y nos pegamos al radiador. Pero el libro está seco.
Vaya inicio más punk.
Perdida la esperanza, perdida la ilusión/ los problemas continúan, sin hallarse solución/ Nuestras vidas se consumen, el cerebro se destruye/ nuestros cuerpos caen rendidos, como una maldición/ El pasado ha pasado y por el nada hay que hacer/ el presente es un fracaso y el futuro no se ve/ La mentira es la que manda, la que causa sensación/ la verdad es aburrida, puta frustración.
Pienso que la letra de “Cerebros destruidos” de Eskorbuto es un resumen redondo de “Al final siempre ganan los monstruos”, primera novela de Juarma, escrita, editada y prácticamente agotada en tiempo récord. Porque así hace las cosas el artista de Deifontes, con rabia y determinación, apretando los dientes y sin pensárselo más de la cuenta. “Estoy agotado. Contento pero rabioso a la vez. Me gustaría que hubiese sido más fácil llegar a más sitios y a más personas”, afirma el artista en su cuenta de Twitter, nunca del todo satisfecho con el resultado por más que haya sido francamente brillante. Es lo que tienen los genios. Reconoce Juarma que “del punk me gusta la parte de creer en otra forma de hacer las cosas”, la filosofía del “hazlo tú mismo” que él sigue para sus cosas. También para esta novela “carente de cualquier atisbo de esperanza, ideal para jóvenes desgastados”, como canta la banda malagueña Sputnik Veneno.
Todo comenzó con una serie de “historias raras que fue escribiendo en el bloc de notas del ordenador”. Empezó a subirlas a un grupo secreto en Facebook “y al poco tiempo nació una novela”. Juarma lo cuenta con total naturalidad, como si fuera la cosa más sencilla del mundo. Ha sido editada por Camping Motel Ediciones, la maquetación y las letras de portada las ha hecho Jess García y la portada corre a cargo de la artista granadina Ana Müshell, que ya dibujó la de su libro anterior, el poemario “Poemas escritos a navajazos”. “Te puedes quedar en tu casa viendo la tele, quejándote, llorando y dándole vueltas a las cosas. O te puedes pasar el día en un bar poniéndote hasta el culo. Pero es maravilloso poder apretar los dientes y pelear y sacar toda la rabia que tienes dentro haciendo cosas”, afirma el autor en una entrevista.
“Al final siempre ganan los monstruos” es una novela punk de un artista que tiene legión de seguidores de sus tebeos y libros. Autor de viñetas geniales, llenas de furia y violencia, pero también rebosantes de sentido común, el universo Juarma está plagado de colores vivos, personajes delirantes, historias tremendas, crítica social, ausencia de “bienquedismo”, sentencias redondas, caos, destrucción y un potente lirismo que en ocasiones nos deja muy tocados. Juarma ha tenido el acierto de trasladar su particular universo a la escritura, lo que no era tarea fácil, y lo ha hecho de manera brillante, a través de una novela coral narrada en primera persona por los diferentes personajes que la habitan. Estructurada en forma de puzzle y compuesta por múltiples piezas perfectamente engarzadas, la novela está marcada por la adicción a la cocaína que sufren sus protagonistas, aunque igual podía haberse hablado de pastillas, heroína, marihuana o alcohol.
La cocaína era el centro de mi vida. Todo lo que hacía lo enfocaba hacia el consumo lúdico y compulsivo. Organizaba todo alrededor de ella. Todos mis planes, todas mis decisiones, todas mis ambiciones las determinaba la coca. Y a mí me gustaba.
Estas palabras de uno de los personajes me evocan el “Heroin” de Lou Reed.
Heroin, be the death of me / Heroin, it's my wife and it's my life / Because a mainer to my vein / Leads to a center in my head / And then I'm better off than dead.
“Al final siempre ganan los monstruos” aborda sin ahorrarse crudeza la historia de unos no tan jóvenes habitantes de Villa de la Fuente, un pueblo cualquiera del sur de España, que sufren un grave problema. A la escasez de trabajo, la precariedad y la ausencia de un proyecto de futuro se une su adicción a la cocaína. Abrazan la droga como salvavidas con el que superar muchas de sus carencias. Pero la adicción siempre será la peor solución posible. Juarma ha escrito una historia tremenda, que se puede encontrar en cualquier pueblo de cualquier rincón de España. “La vida misma”, como dice la madre del autor. Me resulta curioso ese extraño candor con el que mucha gente mira la vida de los pueblos, cuando en este país el mundo rural está completamente abandonado por parte de los que mandan. La falta de oportunidades y trabajo, la escasa o nula oferta cultural, la ausencia de inversiones y el caciquismo que nunca se fue son los mimbres sobre los que se sostiene un panorama muy poco halagüeño para la juventud rural. El autor realiza un demoledor retrato costumbrista, alejado de cualquier trazo grueso, más bien al contrario, resulta un finísimo observador. Salpica además el texto con oportunas pinceladas de su característico humor.
Que la vida duele (y mata como dicen Los Enemigos), es algo que sabe bien Juarma. En algunos momentos la negrura de la historia desemboca en el nihilismo. No hay futuro, pero tampoco presente. No hay nada en que creer. Desde la rabia Juarma edifica una potente historia, llena de aristas que arañan durante su lectura. No saldremos indemnes de ella.
Nunca he creído en el amor, ni en los putos sentimientos (…) A veces tengo la sensación de que todo es mentira y de que con algunas ideas estúpidas intentamos llenar el vacío que es nuestra lucha por sobrevivir en este mundo tan asqueroso. No entiendo a las personas que son capaces de sentir algo que no sea terror a la vida.
El autor aborda el complejo problema de los protagonistas sin ápice de moralina. Sobre sus personajes han dicho en las redes que “serán unos mierdas pero son nuestros mierdas” (La Sarishe). Y también ellos son, somos, nosotros. Todos tenemos nuestros monstruos interiores y nuestras miserias, que procuramos esconder.
Los personajes centrales son cinco amigos de infancia, cinco hombres adultos y tremendamente inmaduros, cinco colegas que forman “un puño”, que siempre están juntos, que siempre están todos para todos. Pero más allá de una bonita amistad, se trata de una relación cohesionada por la cocaína.
(…) por eso éramos amigos (…) Habíamos construido un entorno a nuestra medida para consumir cocaína. Eso es lo que nos había quedado. La razón por la que seguíamos juntos.
Nuestros (anti)héroes son Lolo, matón desequilibrado, su dolor de vivir tiene mucho que ver con una infancia marcada por un padre maltratador y alcohólico; Juarma tiene la osadía de matarle al inicio del libro a pesar ser uno de los personajes más carismáticos, pero su presencia será muy vívida durante toda la novela. Jony, licenciado en filosofía, ha logrado un elevado tren de vida gracias al tráfico de drogas, es considerado como un amigo fiel por los que en realidad son sus mejores clientes; Juanillo, trabajador muy valorado, no se le caen los anillos por currar en lo que se le ponga por delante, aunque a nivel personal es un completo desastre; drogadicto y alcohólico siempre está el primero para llevarse palizas. Los dos personajes con una infancia feliz y una familia estable son Liendres y Dani, lo que no evita que también consuman. Liendres trabaja como mecánico y es un tipo noble, el amo del Tinder que va en busca del “amor bonito”. Dani, director de una sucursal bancaria, cocainómano de oficina, es el que en apariencia tiene una vida más “normal” de todas. Dani y Liendres protagonizarán el estremecedor último capítulo del libro, “Busca siempre tu libertad”, con una escena final que demuestra el manejo de la narración que tiene Juarma.
Además de los cinco amigos hay otros narradores. Juarma ha salido airoso de una apuesta muy compleja, ofrecer a todos ellos una voz propia y diferenciada. La que ofrece una distinción más obvia es la voz de El Liendres, con su hablar entrecortado, a partir de frases cortas e incluso interrumpidas por la puntuación. Conocemos cómo son los personajes a través de lo que cuentan sobre sí mismos y a través de lo que otros dicen sobre ellos.
Lo escalofriante de la situación es que los personajes no están al margen de la sociedad, trabajan y llevan unas vidas incluso insulsas. Consiguen disimular su adicción a la coca, la droga de la “normalidad” porque al principio no causa destrozos tan evidentes como lo hace la heroína. Eso los diferencia de los personajes de Trainspotting, la saga de Irvine Welsh. Encuentro ciertas conexiones entre los yonquis escoceses  y los personajes de Juarma, aunque el autor creo que no está muy de acuerdo conmigo. Los personajes masculinos de “Al final siempre ganan los monstruos” son trabajadores, responsables en lo referido a su vida laboral pero en general un completo desastre en lo personal. Rascando un poco la superficie, los cinco no son tan parecidos, en realidad la escuela fue la que los juntó y la cocaína la que los hizo inseparables. Ni siquiera ofrece una visión positiva de Jose, el policía. Está limpio, es un buen padre y marido, pero es un palizas y al fin y al cabo un agente de la autoridad.
Las mujeres también tienen sus propios capítulos para contar su visión de la historia. La sensatez y la fuerza llegan de manos de ellas, que tiran del carro de unas relaciones que no pueden llegar a buen puerto. Son trabajadoras y resueltas, y nunca se dejan humillar. Me gusta como Juarma levanta unos personajes femeninos auténticos y en absoluto sufridores. Cuando no pueden soportar los problemas causados por la adicción de sus parejas, terminan con la relación aunque sigan enamoradas; un mensaje positivo para luchar contra el estúpido amor romántico, que no el “amor bonito” que busca el Liendres. María, Vanessa, Candela, incluso Lorena (especialmente logrado el retrato que le hace Juarma a esa chica “pijita” y muy suya, dueña del gato Mordisquitos), tienen voces auténticas y poderosas. Antoñica es el personaje más entrañable. Por sus dificultades de expresión ella no es una de las narradoras, aunque sí tiene su capítulo propio, “El post-it”, con el texto de una nota. Juarma no carga las tintas en su retraso, su mirada es de respeto y cariño. De ella parte el amor más auténtico y desinteresado; en su caso dirigido hacia Juanillo, ese completo gañán que le ha tocado en desgracia. El personaje me recuerda a la Lourdes de “Un árbol caído”, de Rafael Reig. Ambas son mujeres que, por sus circunstancias, viven sin miedo y sin reservas, de manera intensa, sin ambiciones ni dobleces.
En el libro se nota la obsesión por la verdad. Todos mienten, porque todos, de una manera u otra, mentimos. Por omisión, por no hacer daño, por no quedar mal, por cobardía, por maldad. Mentimos aunque al final siempre caen las máscaras.
Mis problemas no eran culpa de las drogas. Al final siempre nos ganan los monstruos que escondemos dentro. Que por mucho que te esfuerces y luches, los monstruos siempre acaban escapando de tu corazón y haciéndolo todo pedazos. Y que de alguna forma, es hermoso darlo todo y perder.
La velocidad tan punk de Juarma en escribir, editar y agotar “Al final siempre ganan los monstruos”, no debe ser un obstáculo para que este libro dure y perdure mucho tiempo. Sin duda lo merece.



Al final siempre ganan los monstruos, presentación en Madrid de la primera novela de Juarma


Es un genio. Juarma (Deifontes, Granada. 1981) es conocido como uno de los mejores dibujantes de su generación, poseedor de un personalísimo estilo. Curtido en fanzines y autoedición, acumula decenas de tebeos, viñetas, ilustraciones sobre música y en la actualidad vuelve a colaborar en la revista El Jueves. Además de esta frenética actividad en el dibujo, Juarma se ha destapado en los últimos tiempos como escritor, una faceta que se toma realmente en serio y en la que quiere avanzar. Así, hace un tiempo publicó una pequeña tirada, que literalmente voló, de sus “Poemas escritos a navajazos”, en la que recogía casi toda su producción poética escrita hace más de veinte años. Y como culminación el pasado mes de abril Camping Motel Ediciones publicaba su primera novela, “Al final siempre ganan los monstruos”, con una tirada mayor que prácticamente se ha agotado en un mes. En ambos libros ha contado para la portada con la ilustradora granadina Ana Müshell, de quien el autor dice que espera que le ilustre toda su obra literaria.
Dos años después de conocerle en su anterior visita a la librería Molar, volvemos a encontrarnos con el artista que recibe más “Piropos y Puñaladas” en las redes. Tarda un poco en aparecer, nos cuentan que está firmando algunos libros en el piso de arriba. Se nota que el público que llenamos la sala estamos expectantes por la entrada del autor, y parece sentirse una descarga eléctrica cuando por fin entra y se sienta. Juarma aparece con el pelo rapado a los lados, camiseta estampada (no le gusta llevar las de sus dibujos), y sonrisa entre tímida y traviesa.
Flanqueado por el editor Enrique J. Rodríguez y el periodista Iván Romero, ambos granadinos, espera con calma a que le presenten. Enrique, editor de Camping Motel, destaca que con esta novela Juarma se abre a un nuevo público. “Aprecio al público  que tengo y me alegra, pero me gustaría llegar a más gente”, explica el artista. “Estoy un poco quemado con el dibujo y me ha servido para despejarme. Escribir me resulta más fácil que dibujar”, reconoce.
El periodista Iván Romero explica que descubrió a este “tipo entrañable” hace siete años, cuando estaba metido en el mundo del fanzine. Admite que al principio “tal vez es complicado acceder al universo Juarma”, un artista con una serie de claves estilísticas y temáticas muy reconocibles. Viene de Deifontes, un pueblo en los Montes Orientales de Granada, rodeado de olivos, aislado y donde sólo apenas hay media docena de autobuses al día a la capital. “Es importante tener todo esto en cuenta, porque explica muchas cosas de su universo creativo”, aprecia Iván.
Juarma reconoce la influencia del escritor estadounidense Donald Ray Pollock. No he leído a este autor, pero la descripción que se hace de la literatura de este empleado de un matadero y de una fábrica de papel que sitúa sus relatos en su pueblo, un lugar lleno de violencia en el sur profundo de Estados Unidos, me lleva a encontrar similitudes con ese Villa de la Fuente, situado en el sur del sur de Europa, que es donde transcurre “Al final siempre ganan los monstruos”. Si a Pollok se le califica de “audaz y divertido”, lo mismo podemos decir de esta novela en la que Juarma cuenta situaciones muy duras y tremendas pero siempre desde un punto de vista muy particular, marca de la casa. Como indica Iván, “se trata de una novela dura pero salpicada con el humor de Juarma, que actúa como un ácido que ayuda a digerir la historia”. Él está de acuerdo con que el humor sirve para “digerir la dureza de la vida”. Efectivamente la novela mantiene de alguna manera el estilo Juarma. Los lectores que conozcan la particular visión del autor y quienes de alguna manera reconozcan lo que se cuenta, serán quienes mejor la valoren y entiendan.
La forma de construir esta novela, que comenzó siendo una serie de relatos cortos, también ha sido curiosa. Juarma abrió un grupo de Facebook para la novela al que se unieron una serie de personas para acompañarle. “Me animaban los comentarios del grupo. No había guion y la historia iba saliendo, resultó divertido. Ha sido una experiencia chula”. Según explica, la narración en ocasiones se iba desarrollando a partir de comentarios del grupo, de manera un tanto improvisada. “Lo que ha costado más ha sido enlazar las diferentes historias”. Desde el inicio la gente se enganchó a la propuesta. Se siente complacido por la acogida que está recibiendo la novela. “Los comentarios de los lectores coinciden con que es adictiva, que una vez que se empieza resulta difícil parar”. Yo, que la acabo de terminar, me sumo a esta opinión.
Juarma no parece estar muy conforme con las referencias que le hacemos. No acepta definir su novela ni como la “Fariña del sur” que apunta Iván, ni como una suerte de “Trainspotting granadino”, como señalo yo. Juarma es un escritor que se muestra seguro de su nueva criatura. Si resulta auténtico e inclasificable en todo lo referido a sus dibujos, también es consciente de que lo es a la hora de escribir. Pero con su obra no se anda con bromas. Hace bien.
En “Al final siempre ganan los monstruos” la cocaína marca la vida de los protagonistas. Explica que en un principio el libro se centraba en la marihuana, el consumo y la plantación en los pueblos, pero luego la historia tomó otro rumbo. La motivación del autor no parece ser exactamente reflejar la vida de personajes con problemas de drogadicción. “En realidad quiero mostrar cómo se busca la vida la gente en los pueblos ante la falta de oportunidades y la obligación de arreglárselas solos”, aclara. En opinión de Iván el libro supone “una fotografía muy interesante sobre cómo es la vida en ciertas zonas de Andalucía”, y por extensión yo creo que en casi toda la olvidada España rural. Con un alto índice de fracaso escolar, sin salidas laborales, parte de la juventud no encuentra más forma de tirar para adelante que trapichear con la droga. “No es una lección moral, pero sí una forma de mostrar los monstruos que produce la droga”, reflexiona Iván.
El talentoso Juarma genera tal entusiasmo que la editorial Camping Motel se ha creado para editar esta novela, un libro “editado sin ningún tipo de apoyo”, como explica Enrique Rodríguez. Para un escritor que no se mueve en los círculos literarios hay múltiples quebraderos de cabeza a la hora de publicar. “Nosotros le convencimos de que sacara la novela porque pensamos que era necesario”. Enrique encuentra similitudes en el estilo de Juarma con Chirbes, un escritor muy valorado por la crítica. “Juarma puede sin duda dar el salto a otras editoriales.  La cultura no es sólo la que aparece en el primer puesto del escalafón”.
Lucidez y verdades como puños. “Me gustaría seguir dibujando y escribiendo”, nos dice Juarma. Parece que nuestro artista ya tiene una nueva novela en proceso. Y que no dude que muchos estamos deseando leerla.
Su cercanía y la calidez con la que consiguió que sintiéramos que nos conocíamos de toda la vida, la dejamos para nuestra historia personal. Siempre gracias, Juarma.





Este es nuestro disco. Mejorando a peor, Cierre x impago


Foto de Ena Doro
****Julio de 2013. Días de playa y sol en Calpe y en Altea. El horizonte, mar y cielo, es azul. Mis ojos están llenos de azul. Me encuentro inquieta. ‘Sin pedir permiso’, la novela en la que llevo enfrascada desde 2011, está en ese momento en que ya no se puede dar marcha atrás. Debo acabarla, pelearme con ella, darle más vueltas, enfangarme en correcciones y repasos, arrearle cacharrazos, insistir y resistir. No retuerzo la escritura hasta hacerla dolorosa, no es mi palo, pero en ocasiones escribir duele. Aún así no quiero regodearme. La escritura, aunque cuesta, debe ser productora de disfrute. Yo lo veo así. Una noche, sentada frente al mar, llega la claridad. Elimino párrafos y partes innecesarias y encuentro la estructura por fin. Sé que la voy a terminar. En esos días de playa estoy especialmente productiva. Me rondan letras para las canciones del grupo que aparece en la novela. Empiezo a bocetarlas.
****Diciembre 2015. Dos años y medio después ‘Sin pedir permiso’ está editado por fin gracias a Libros.com y una campaña de crowdfunding. A lo largo de muchos meses he ido puliendo el libro y al mismo tiempo he trabajado aquellos bocetos hasta conseguir cuatro canciones. Han pasado muchas cosas entre medias y una de mis ideas con respecto a mis letras es que algún músico las convierta en canciones, aunque no tengo muy claro si es algo factible. Tenemos la primera presentación en Madrid y me gustaría que al menos viniera un guitarrista a tocar en acústico alguna de las canciones que aparecen en el libro. Creo que las más adecuadas son la versión de La Fuga de Radio Kapital de The Clash y En la línea del frente de Kortatu.
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Mis plegarias con respecto a aquellas cuatro canciones embrionarias fueron atendidas y aumentadas. Marino, el ilustrador de Sin pedir permiso, me puso en contacto con Migüel Bastante, un intrépido músico de Ciudad Real. A partir de ese momento todo fue como un tiro. Migüel y yo establecimos un juego, al menos para mí, fascinante. A partir de las letras de las canciones y las indicaciones que se dan sobre ellas en la novela, Migüel compuso la música, adecuando melodía y letras de una manera sorprendente. Cuando contactamos le expresé mis dudas sobre la posibilidad de musicalizar mis letras, jamás había escrito una canción. Migüel disolvió mis dudas de un plumazo: “A todo o a casi todo se le puede poner música, otra cosa es que te guste”. Me dijo que no había tiempo para tenerlas listas en aquella primera presentación en la librería Muga de Vallekas. Quedamos en que al menos vendría para tocar en acústico alguno de los temas que aparecen en el libro, Kortatu y La Furia fueron finalmente los elegidos.
Sin embargo, Migüel, músico avezado y prolífico, me sorprendió un día antes de la presentación. ¡Habemus canciones! Lo había conseguido. “La carita que se te puso según las ibas escuchando en la presentación”, dice Migüel durante la entrevista que mantuvimos con Valeria Surcis en Radio Vallekas. Es cierto, me encantaron las tres: Hecatombe vacacional, Ira del dios menor y Con nuestro palique suburbial (que finalmente se ha acabado llamando Vallekas 83 por sugerencia suya), “y que es la que suena 100% a mí”, según Migüel.
Sobre la maqueta “Me podía imaginar un poco de lo que se hablaba”, afirma Migüel, “cuando Conchi me habló de ponerme en la piel de un grupo punk, poco comercial, hacia el año 2000, por entonces yo tenía un grupo y estábamos en lo mejorcito”.  Según Migüel la descripción del grupo y de las canciones está bastante clara en el libro. La primera canción con la que se puso fue con ‘Hecatombe vacacional’; en el libro está descrito cómo empieza la canción, melancólica y tranquila, “y de repente le entra toda la furia y la rabia y se pone a escupir palabras y a gritar, no tenía más que ponerle música”. Afirma que “tanto Juarma como yo nos hemos amoldado a algo que ya existía”. La experiencia le ha parecido curiosa, “Es la primera vez que veo esa relación inversa entre descripción y creación. Parece que Conchi ha descrito portada y canciones de manera genial, y lo que pasa es que está hecho al revés”.
Cuando tuvimos las canciones Migüel fue el que se decidió a dar un paso más, había que grabarlas. En unas jornadas maratonianas, y con la indispensable ayuda de Chilo a la batería y en la producción, tuvimos el máster terminado. Ya metidos hasta el cuello, no había más remedio que sacar el disco. Así, el viernes 8 de abril, mientras yo viajaba a Ciudad Real para presentar la novela, empezaban nuestros cuarenta días de crowdfunding para conseguir nuestro preciado CD. Cuarenta días con su agobio porque debo confesar que hubo momentos en que pensé que no íbamos a lograrlo. En cualquier caso queríamos sacar el disco y además era una buena forma de promocionarlo y asegurarnos algunas ventas. Aunque, qué narices, ya que estábamos, queríamos acabar el juntaperras con éxito. Fue un crowdfunding mucho más llevadero que el de la novela, tenía a Migüel para apoyarme, consultarle dudas y para seguir sus decisiones, que se demostraron siempre acertadas. La inversión era modesta pero dentro de lo modesto ha quedado un trabajo de calidad, el disco en sí y las recompensas creadas por los amigos granaínos de El Rapto, camisetas, chapas y láminas. Una preciosidad. “El resultado ha sido muy profesional”, valora Migüel, “y eso nos ha llevado a ofrecerlo con total tranquilidad”.
He tenido la suerte de sentir en varias ocasiones esa electricidad que se genera cuando un artista (en mi caso músico e ilustradores) entiende a la perfección todo lo que he querido reflejar con mi obra. Espero que ellos también hayan disfrutado de haberse implicado en esta obra común. Valoro mucho esta forma de trabajar por nuestra cuenta, de crear alianzas, de cumplir sueños aunque no se tenga dinero. Con la inestimable ayuda de las personas que han participado como mecenas.
Este es nuestro disco. Mejorando a peor, Cierre x impago
Hecatombe vacacional
La playa como fuente de conflicto y desilusión. Marina y Natalia, dos de las chicas de la radio, acuden a unos locales de ensayo donde se reúnen muchas tardes los chicos de Cierre por impago, la banda surgida de Radio Akra, emisora libre donde se juntan todos nuestros protagonistas. El grupo, que nació como una broma de Marcos, va tomando forma. Allí escuchan por primera vez ‘Hecatombe vacacional’, una canción que refleja las "bondades" de la playa, inspiradas en unas “putas vacaciones”, en las que Marcos lo pasó muy mal por una chica. Una canción llena de rabia, que comienza bonita y calmada y de inmediato se ensucia. En el libro se habla de una canción punk rock, y a Migúel le ha quedado muy potente, con la melódica coda de inicio y el trallazo posterior.
Empática y diplomática
Una canción que Marcos compone a Marina burlándose de su indecisión, de ponerse siempre en el lugar de todo el mundo, de querer quedar bien con todo el mundo. Imaginé la canción como una pieza beat, pero Migüel le dio la vuelta. Un viernes me envió por Whatsapp un boceto de la canción a ritmo de reggae con un final de ska. Una vez más, la había clavado. Hay una entrada en mi perfil de facebook de aquellos días de playa en 2013 donde afirmo que estoy enfrascada en sacar la letra de ‘Empática y diplomática’. Qué curioso resulta leerlo. Cómo iba a imaginar entonces hasta dónde iban a llegar mis letras.
Vallekas 83 (Con nuestro palique suburbial)
Un homenaje al Vallecas de mi infancia, el de principios de los años 80. En el libro se trata de una canción compuesta por Germán en la que comparte recuerdos de su primera adolescencia con Marcos, su amigo de infancia. Homenaje también a Topo, la chapa, los billares y las calles sin asfaltar. Y a mi abuela.
La ira del dios menor
Se me presenta claro el hilo en que los dos amigos de infancia, Marcos y Germán, se enfadan a  causa del grupo musical en el que ambos participan. La tormenta de la pelea, el resentimiento y el dolor da lugar a una canción compuesta por Germán, un lamento desgarrado y lleno de pena por la ruptura.
Cuatro canciones, dos de Marcos, las más gamberras y cañeras, y dos de Germán, mucho más elaboradas en cuanto a música y letra, sufridas y narrativas. Sin ñoñerías ni cursiladas, hemos culminado una historia que nos ha llevado a lograr un sueño. ¡Tenemos un disco!
Migüel Bastante en Radio Vallekas
En Radio Vallekas. Muchas gracias a Valeria Surcis
Parte del "artwork" del disco, a cargo de Juarma

Juarma (por fin) en Madrid: “El dibujo pone orden en mi vida”



En cuanto nos enteramos de que Juarma venía a Madrid, tuvimos claro que no podíamos dejar pasar la visita a la capital del dibujante de Deifontes (Granada). Juarma, que no se prodiga en eventos y giras, no venía a Madrid desde hacía cinco años (y a saber cuándo habrá una próxima vez). Además su magnífica colaboración en un proyecto que nos traemos entre manos hacía aún más obligado acercarnos a saludarle.
La presencia de Juarma en Madrid se debía a la presentación de su nuevo tebeo ‘Romance Neanderthal’, editado por Ultrarradio, y definido por su autor como “sesenta y tantas páginas con chistes e historietas para pasar un buen rato y reírte un poco de este desastre de sociedad en la que vivimos”.
La cita era en la librería Molar (que mola desde el magnífico logotipo hasta la completa variedad de títulos que ofrece), en pleno barrio de La Latina. Así que allí nos plantamos, yo recién llegada de Ciudad Real con maleta y todo, a disfrutar de una presentación abarrotadísima y sumamente divertida e irreverente, como es Juarma.
El dibujante de Graná estuvo presentado por Davín de Ultrarradio y Edu Bravo, de la revista Mongolia, quien comenzó afirmando que conocía a Juarma por sus tebeos, que “son un ejemplo de libertad”. Destacó su estilo, “muy personal” y su libertad a la hora de contar cosas, lo que choca en estos tiempos de censura y Ley mordaza. Edu Bravo afirmó que su intención de escandalizar no va más allá de “contar lo que quiere como quiere”. Añadió que “la corrección política y paternalista viene desde quienes dañan a las minorías. Esconde en realidad represión”. “Nosotros no tenemos que tener corrección política porque somos los que sufrimos las injusticias”, concluyó.
“En mi corazón no entra cualquiera”
Juarma es incorrecto y deslenguado como sus viñetas. Nervioso y gesticulante, es además agradable y educado, como he podido comprobar en persona y por como resuelve todo tipo de comentarios impertinentes en las redes. Huyendo de mitificaciones y halagos, pero sin falsa modestia, no paró de soltar, como una metralleta, frases que son magníficos titulares. Juarma es en definitiva un chollo para un periodista.
“Nuestro ADN está modelado a base de injusticias”
Juarma no quiere dar con sus obras ninguna chapa, pero tampoco que se la den a él. Bajo unas viñetas salvajes y muy punk se esconden pensamientos muy profundos y verdades como puños, “reflejo del mundo donde vivimos, de las desigualdades que nos afectan a todos”.
“Ser pobre incita al odio”.
Sus dibujos están inspirados en lo que ve a su alrededor. “Son cosas de mi vida real. La responsabilidad en mi entorno en realidad no sirve para nada”, afirma. “El humor desahoga del sentimiento de rabia”, reconoce Juarma sobre su trabajo. “Hago viñetas sobre no futuro, la muerte y la droga. También sobre odio a la gente, aunque yo no odie a la gente”. Resumió ese “no future” tan punk como lo es él, con esta frase: “Haber hecho una carrera me avergüenza mucho, con perdón de quien tenga estudios”.
“El dibujo pone orden en mi vida”, reconoció, aunque “no es un trabajo”. “Me alegro de que haya gente a la que no le gusten mis dibujos, no lo hago para gustar a todo el mundo. Me gusta no gustar”. El remedio es bien sencillo: “Al que no le guste mi obra que no me lea. Al fin y al cabo no es más que un tebeo, lo que hago es inofensivo (aunque espero que no me lean los jueces)”. También tiene otra solución más expeditiva: su “te pago un Alsa” para solucionarlo cara a cara.
Reconoció que hay más gente que le sigue “de la que en realidad te esperas, aunque la mayoría de ellos estén callados”. Sus dibujos le han traído anécdotas graciosas, como recibir un libro de Fernando Savater dedicado en respuesta a una viñeta sobre él. O la reacción a una viñeta sobre un jugador de fútbol de Granada, que le supuso un reportaje y acabar en el palco del club. Sin embargo las experiencias no siempre son amables. Recordó su paso por El Jueves, “una experiencia amarga” y se lamentó de que al irse nadie afirmara eso de “Je suis Juarma”.
“Mi hígado tiene síndrome de Peter Pan”.
A la pregunta dirigida desde el público sobre su técnica, en especial la de su serie del Universo ("Universo eres un hijo de puta", "No tengo fe en las personas, la tengo en los asteroides" o "El Sistema Solar es demasiado pequeño para nosotros dos"), el dibujante explicó que pinta sobre papel, con rotulador, luego escanea y retoca con photoshop.
Sobre el uso de las redes sociales, Juarma está en Facebook y Twitter y de vez en cuando cierra sus perfiles y abre nuevas cuentas, empezando de cero. El dibujante desmitificó las redes por completo: “Las redes sociales son un juego. No son la vida real. Aunque tengas diez mil seguidores en Twitter te vas a tapar tú solo por la noche”. Explicó que las usa porque le suponen pedidos. “Internet me viene bien para darme a conocer: ¿quién me va a leer a mí en mi pueblo? En mi pueblo vas con un libro por la calle y te apedrean”, ironizó.
Otro de los logros de Juarma son sus títulos, muy inspirados. Sobre los dos tebeos que presentaba explicó que ‘Romance Neanderthal’, está basado en “el Romancero gitano de Lorca, el primitivismo y los monos tirando piedras”. ‘Carita de gitano con SIDA’ se lo debe a “un anónimo en el que me decían que tengo cara de gitano con SIDA, me encantó como título”.
Juarma habló de sus gustos. Sus dibujantes preferidos son José Tomás, Puño, Ibáñez. “Me gustan muchos fanzines”. Directo y sin casarse con nadie, a pesar de que hubiera varios ilustradores entre el público: “La mayoría de dibujantes españoles no me gustan nada. Prefiero darle dinero a un yonqui que a un dibujante español”. Reconoció que de fuera le gusta mucho Simon Hanselmann.
De momento Juarma sigue con sus dibujos, sus tebeos, su nueva web y sus redes sociales (aunque nuestros cerebros “anden desaparecidos desde el día en que abrimos cuenta en las redes”). Su tendencia va a ser los chistes de una viñeta, que es lo que más le atrae actualmente.
Una tarde divertidísima que compartimos con mi compañero Migüel Bastante y dos colegas de Twitter, Elena y Chema, a los que por fin pusimos cara y cuerpo real. Desde aquí, agradecer a Juarma su implicación en la parte gráfica de la maqueta de ‘Cierre x Impago’, la banda imaginada de mi novela ‘Sin pedir permiso’; para su edición hemos comenzado un crowdfunding del que ya hablaremos. Y animaros a comprar sus tebeos, auténticas obras de arte punk.
Juarma nos firma la portada de 'Cierre x Impago"