Mostrando entradas con la etiqueta Campamentos. Mostrar todas las entradas

Sandblast. El pueblo saharaui resiste





Estas son las impresionantes y terroríficas fotos de la tormenta que pasó el jueves 9 de octubre por los campamentos. Afortunadamente no causaron más que un gran susto en la gente pero sólo cuatro días después la lluvia afectó unas numerosas viviendas especialmente en Smara.

Son una muestra más de todo lo que es capaz de resistir el pueblo saharaui, que no se rinde hasta la independencia total.




Mojtara y el huerto





La niña Mojtara tiene un huertecito, pero pequeño, pequeño, en el patio que rodea el cuarto de adobe. Nos ha explicado que ha plantado lentejas, zanahorias y cebollinos para “tener comida para la familia”.

El pueblo nómada tuvo que sedentarizarse en el refugio. Los hijos de la nube viven de la ayuda internacional desde hace más de treinta años, pero desde los primeros asentamientos se empezó a trabajar en la construcción de huertos para paliar en lo posible la falta de verdura y fruta de los refugiados. Los huertos colectivos en cada daira llevan años funcionando.

Sin embargo un nuevo e importante proyecto, el de los huertos familiares, empieza a tomar fuerza en los campamentos de refugiados. De esta forma las familias pueden autoabastecerse de los productos que plantan. Estas experiencias se están realizando en algunas wilayas, como es el caso de Smara, pionera en huertos familiares. El proyecto se coordina a través de un programa de alimentos de UNICEF, en colaboración con ingenieros agrónomos saharauis.

Los grandes problemas a los que se enfrentan estos agricultores del desierto son la escasez y mala calidad del agua, la pobreza del suelo y el devastador sol.

La pequeña Mojtara hace un agujero en la tierra reseca del patio y echa unas lentejas que ha cogido del saco de la ayuda internacional, pone tres cabezas de zanahorias y unas puntas de cebollino, tapa los tesoros y riega el pequeño huerto.


Con los métodos utilizados a partir de este programa se han conseguido plantar con éxito zanahorias, calabacines, ajos o remolachas en pequeños huertos al lado de las familias. Para ello se está utilizando el TerraCottem, un producto desarrollado por el profesor Van Cotthem, de la Universidad de Gante en Bélgica. Se trata de un producto formado por abonos, estimuladores de crecimiento y otras sustancias, especial para suelos áridos. Además aumenta la capacidad de los suelos para retener el agua, reduciendo la necesidad de riego hasta un 75%.

Cada mañana al levantarse, Mojtara corre al patio, a ver cómo crece el pequeño huerto. Se hace responsable de crear vida en medio de la nada.

Es tiempo en los campamentos para enfrentarse a la vida que tendrán cuando vuelvan a su tierra en libertad. Ahora es el momento del trabajo, de crear comercios, cooperativas y huertos para vencer las durísimas condiciones de la hamada. Los pastores milenarios siguen mirando al cielo, pero no sólo buscan la lluvia para que crezcan los pastos para su ganado; las hortalizas y los árboles también ocupan ahora la atención de los hijos de la nube.

Huerto de la wilaya de Dajla, (Fuente: Asoc. Illes Balears)

"La Cosa"


Sentados en la jaima de Madrid hablamos de tiempos pasados. Hace mucho calor en este mes de julio pero no es nada comparado con el calor de los campamentos.

Del muhayem nos llegan noticias de una ola de calor como hace años no se sentía. Y recordamos a nuestras familias, los ancianos, mamá, la abuela, los amigos, los niños, difícil de soportar. Y nos acordamos del verano de 2003, cuando el infierno cayó sobre los campamentos.

Con un suspiro Limam recuerda "La Cosa". Le pregunto qué es eso y me explica. Tumbado sobre la alfombra habla de las noches de verano en los campos de refugiados, un fuego que para nosotros es inimaginable. Los beit desprenden cuando anochece todo el calor acumulado durante el día, así que no se puede dormir dentro de los cuartos de adobe. Dormir... ese es otro tema, todo el mundo sale a los patios y se tumba bajo las estrellas, pero el cielo estrellado no es hermoso en el verano de la hamada. El fuego del ambiente impide disfrutar de los astros, la única belleza en esa tortura.

En las noches de verano es muy difícil respirar, el ahogo no deja que el oxígeno llegue al cerebro con normalidad, y cuando eso ocurre un angustioso mareo se apodera del cuerpo. Hay que relajarse y no enfrentarse nervioso a La Cosa porque se corre el riesgo de llegar a perder el conocimiento .

Pero una vez más, la paciencia milenaria, el benéfico "no pasa nada" y la sonrisa incansable vencen el calor, el destierro, las penas y La Cosa.
*Foto: Leonardo Faccio