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Literatura de mujeres en torno al Sahara Occidental. Zahra Hasnaui y Conchi Moya


(22/10/2011) Alicante sigue con su apoyo incondicional a la literatura saharaui. El viernes 21 de octubre tuvo lugar la conferencia "Literatura de mujeres en torno al Sahara Occidental" con las escritoras Zahra Hasnaui (Sahara Occidental) y Conchi Moya (España), que hablaron sobre la cuestión saharaui en la literatura desde el punto de vista de las mujeres.
Zahra Hasnaui, miembro de la Generación de la Amistad Saharaui realizó una exposición sobre la literatura de las mujeres saharauis en los tres idiomas principales de creación en el Sahara Occidental: hasania (lengua de los saharauis), árabe y español. Durante su intervención Zahra recordó las primeras creaciones en español de mujeres saharauis durante la década de los 70 del pasado siglo, poemas recogidos en revistas de colegios e institutos de la época colonial de jóvenes como Naha Aliem Ahamedu o Fatma Ahamed Abdesalam, quien tenía 13 años cuando en 1974 ganó el X Concurso Nacional Literario para la Juventud. La invasión del Sahara rompió con los sueños de estas primeras creadoras.
La escritora saharaui recordó como se volvió entonces a la composición en hasania, fue el turno de las poetisas de la revolución, quienes creaban su producción poética inspiradas en especial por las batallas de la guerra del Sahara y la resistencia de sus habitantes. Son estos poemas de producción oral, siendo una de sus principales representantes Ljadra Mint Mabruk.
Hasnaui hizo referencia a las mujeres saharauis que escriben en árabe, como el caso de Nana Rachid, autora de los poemarios “Sufrimientos grandes como mi Patria”, editado en 2007 y "La pluma prisionera", editado en mayo de 2008.
También hubo mención para las poetisas de las zonas ocupadas, una de las más destacadas es Jadiyetu Aleyat, perteneciente a una familia de poetas, vivió en las zonas ocupadas, donde cantó a la resistencia saharaui y empezó a recibir una gran presión por parte de las autoridades de ocupación debido a su poesía. Huyendo de la persecución marroquí se incorporó a los campamentos de refugiados saharauis, donde reside actualmente, y desde donde continúa con su producción literaria.
Para finalizar Zahra Hasnaui se dedicó a las poetisas saharauis contemporáneas que escriben en español, mencionando primero a Fatma Galia, autora de varios poemarios y luego recitando algunos poemas de su propia producción, tan reconocidos ya como “Voces” o “Saharauia”.
Por su parte Conchi Moya, a pesar de comenzar defendiendo que los que deben escribir sobre el Sahara son sobre todos los propios saharauis (recordó las palabras de Limam Boicha “Para que los saharauis dejen de ser imaginados por otros”), confesó que le gusta tanto la cultura saharaui que no puede evitar escribir sobre el Sahara, aunque en palabras de la autora “atreverse a escribir siendo extranjero sobre una temática tan rica, misteriosa y compleja como es la saharaui, es cuestión de valientes, cuando no de temerarios”. Conchi recordó a las escritoras españolas que han inspirado en el Sahara Occidental para sus creaciones, citando nombres como Maribel Lacave, Mª Jesús Alvarado, Ana Rossetti, Elena O' Callaghan, o Lucía Etxebarria, entre otras, refiriéndose también a autoras salidas del movimiento solidario como Antònia Pons o ella misma.
Finalizó su intervención con una lectura de textos de Delicias saharauis, acompañada de imágenes que ilustran las historias de la tierra saharaui recogidas por la autora en compañía de la protagonista del libro, la joven refugiada saharaui Fatimetu, “a quien la nostalgia y la necesidad de conocer de dónde viene convierten en una buscadora de historias”. El libro es comparado por la autora con “la caja de los nómadas, el lemyar que nunca falta cuando viajan en busca de pastos para el ganado. Ese lemyar es el libro Delicias saharauis”, lleno de historias, anécdotas, fábulas, poemas, y todo tipo de pinceladas sobre geografía saharaui, el desierto, las ciudades, las tradiciones, personajes, eruditos y sabios.
Por último destacar que la organización del evento estuvo a cargo de la Asociación Dajla de San Vicente del Raspeig, teniendo a la Universidad de Alicante como colaboradora.




Delicias saharauis ya tiene blog

  • Estas son las Delicias saharauis de Fatimetu, aquellas historias de su tierra y su gente que recoge y atesora.
  • Para complementar los relatos del libro, y ya que el Sahara Occidental es una tierra con una enorme fuerza visual, he recogido diferentes imágenes en el blog de Delicias saharauis.
  • De Delicias saharauis se ha dicho:

"Delicias saharauis. Un libro que cuenta desde el corazón. Escrito desde la admiración. Desde el amor con todos sus rostros. Es la receta. Se completa el prisma: Delicias Saharauis, de Conchi Moya". Gonzalo Moure

"Por fin hay un libro sobre los saharauis que todos pueden leer, DELICIAS SAHARAUIS. A los niños les gustará la magia y el misterio del desierto y de los nómadas, a los mayores les va a gustar porque habla de viejas tradiciones ancestrales que algunos hemos presenciado sin saber que lo hacíamos. A los que no conozcan a los saharauis querrán conocerles y a los que les conocemos nos empuja a saber más y a volver con ellos una y otra vez.

Hoy tengo DELICIAS SAHARAUIS cerca de mí y me parece como un galb, corazón de piedra negra, que late de prisa mientras espera que los saharauis vuelvan a su hogar. El libro me ha traído retazos de un país que me enamoró. De la mano de Conchi, saharaui de corazón, les he comprendido. Las dos tenemos una cita en el Sahara Libre, junto al océano que respira feliz porque sus hijos, los muy amados, han vuelto". Antònia Pons

******************

DELICIAS SAHARAUIS nos introduce en el mundo de los saharauis, empezando por las tradiciones, por aquellos hechos que los hacen diferentes, que ponen unos amplios fundamentos a una cultura, a una nación. El libro, después, nos lleva por la tierra, un conglomerado de belleza y dureza, de Dajla a Smara, de la isla de Herne a Tiris... de los hombres y mujeres que recorren el desierto a la fundación de la ciudad santa, Smara.

Pero sobretodo, nos devuelve a aquello que hace diferentes los saharauis respecto a sus vecinos... el respeto a su cultura y a aquellos que la sustentan: los poetas, los nómadas y sus historias. El respeto a la gente que lucha por los derechos de todo un pueblo, como siempre lo han hecho: con orgullo, con la fuerza de los activistas o con la determinación de los refugiados en la tierra de la hamada, donde nos encontramos con la dureza de la vida de los Campamentos de Refugiados de Tinduf. Y por fin, llegan aquellos europeos que se han imbuido de la tierra, de la cultura, del carácter de los saharauis.

DELICIAS SAHARAUIS, es una lectura imprescindible para aquellas personas que desean conocer, introducirse en el mundo de los saharauis". Toni Guirao

  • Os invito a adentraros en el "preciosismo de los vericuetos" de estas Delicias saharauis

Los otros escritores


Amo leer y escribir. Leo demasiado deprisa y escribo como puedo pero disfruto como loca con ambas delicias, casi no hay nada que me guste más.

Hace dos años que me lancé a publicar algunos libros que había ido escribiendo, gracias a la plataforma de autopublicación Bubok. Después de pelearme con la “técnica” más o menos lo conseguí.

Los otros príncipes

primero y

Delicias saharauis

después.

Al principio fatal maquetados y con erratas…. Ahora ya bastante mejor. Y con el tiempo, las primeras reacciones de los lectores.

Los preciosos comentarios de mis amigos Antònia Pons y Toni Guirao, han ilustrado además las contraportadas de los libros, y la “publicidad” con la que intento darlos a conocer.

Otro gran amigo, Manolo Calvente, me dedicó unas palabras preciosas en la presentación de Delicias saharauis en Madrid. Manolo recita con una pasión increíble y escribe poesía. Escuché por sorpresa mi único poema “Son pacíficos” recitado por él en la jaima de los 35 días de ruido, el año pasado en la Complutense y desde entonces creo que nadie puede superar cómo lo recita él. Me dijo algo muy bonito, y que agradezco de corazón, no sé si está bien subirlo aquí pero me gusta tanto, que lo subo. Espero de verdad ir consiguiendo con el tiempo lo que dice Manolo.


Créeme que estoy absolutamente convencido de lo que allí dije, tienes que creerte tú misma que tienes una gran capacidad para conectar con tus lectores. Tus textos transmiten sensaciones, alegrías, penas, te ponen los pelos de punta o te hacen llorar. Esa capacidad, que no todos los que escriben tienen, tienes que saberla capitalizar.


Y una última sorpresa, una lectora a la que no conozco, Pilar B. me ha enviado este correo tras leer Los otros príncipes.


Me ha gustado mucho tu libro, fácil de leer, aunque no he viajado a los campamentos me siente bastante identificada, esos nervios previos al viaje, si te pasas de peso, que metes, que sacas, lo paso todos los veranos cuando mi niña vuelve al Sahara, (debo decirte que acojo una niña saharaui, de Hagunia en El Aaiun).

También tienes razón en que todos son guapísimos, esos ojazos y sobre todo su sonrisa, super cariñosos y también es verdad, que cuando están aquí, a los cuatro días ya tienen ganas de volver, y cuando llegan a los campamentos ya tienen ganas de volver a España.

Por compañeras de la Asociación se que es un viaje y una estancia dura, pero que como dices, bien merece la pena, que se desviven por Ti, que te dan hasta lo que no tienen.

Lo que más gracia me ha hecho es: "no pasa nada" su frase preferida,

Un saludo

Pilar


Y para terminar, lo mágico, esta noche leen en las Noches del Bubisher, algunos pasajes de Delicias saharauis. Se lo agradezco de corazón a mis hermanos. Cerramos un círculo, en Smara empezó mi historia con el Sahara. SHUKRAN ALEIKUM


Hoy, este miércoles, se cerrará en Smara con la lectura de las páginas de un libro: Delicias Saharauis. Y, de alguna manera, también a nuestra noche le alcanzará su luz.

Y a la suya llegará nuestro recuerdo y nuestro aliento. Porque mañana regresará el sol y con él un nuevo día de trabajo intenso en la construcción de la biblioteca, sí, pero también en la apertura del camino que lleva a los libros, en la edificación de unos pilares que moverán con fuerza a las nuevas generaciones.

Presentación de Delicias saharauis en la Biblioteca Antonio Mingote de Madrid


Proyecto Biblioteca Abierta.

Biblioteca Latina “Antonio Mingote” Comunidad de Madrid.

CHARLA:

CON LA PERIODISTA Y ESCRITORA Conchi Moya QUE NOS HABLARÁ DE SU LIBRO: DELICIAS SAHARAUIS

Día 04 de marzo de 2011 a las 18:30h.

Dirección: Calle Rafael Finat N 51, Madrid

Cómo llegar: Metro Aluche (L5); Autobús 17, 34, 39, 117, 139 Cercanías Fanjul (C5)


DELICIAS SAHARAUIS de Conchi Moya

Por fin hay un libro sobre los saharauis que todos pueden leer. DELICIAS SAHARAUIS es uno de ellos. A los niños les gustará la magia y el misterio del desierto y de los nómadas, a los mayores les va a gustar porque habla de viejas tradiciones ancestrales que algunos hemos presenciado sin saber que lo hacíamos. A los que no conozcan a los saharauis querrán conocerles y a los que les conocemos nos empuja a saber más y a volver con ellos una y otra vez.

Hoy tengo DELICIAS SAHARAUIS cerca de mí y me parece como un galb, corazón de piedra negra, que late de prisa mientras espera que los saharauis vuelvan a su hogar. El libro me ha traído retazos de un país que me enamoró. De la mano de Conchi, saharaui de corazón, les he comprendido. Las dos tenemos una cita en el Sahara Libre, junto al océano que respira feliz porque sus hijos, los muy amados, han vuelto.

Antònia Pons

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DELICIAS SAHARAUIS nos introduce en el mundo de los saharauis, empezando por las tradiciones, por aquellos hechos que los hacen diferentes, que ponen unos amplios fundamentos a una cultura, a una nación. El libro, después, nos lleva por la tierra, un conglomerado de belleza y dureza, de Dajla a Smara, de la isla de Herne a Tiris... de los hombres y mujeres que recorren el desierto a la fundación de la ciudad santa, Smara.

Pero sobretodo, nos devuelve a aquello que hace diferentes los saharauis respecto a sus vecinos... el respeto a su cultura y a aquellos que la sustentan: los poetas, los nómadas y sus historias. El respeto a la gente que lucha por los derechos de todo un pueblo, como siempre lo han hecho: con orgullo, con la fuerza de los activistas o con la determinación de los refugiados en la tierra de la hamada, donde nos encontramos con la dureza de la vida de los Campamentos de Refugiados de Tinduf. Y por fin, llegan aquellos europeos que se han imbuido de la tierra, de la cultura, del carácter de los saharauis.

DELICIAS SAHARAUIS, es una lectura imprescindible para aquellas personas que desean conocer, introducirse en el mundo de los saharauis.

Toni Guirao

FRAGMENTO.

Como el exilio todo lo cambia, ahora el lemyar de Fatimetu no guarda las exiguas provisiones de reserva para la badia, ni hierbas encantadas para aromatizar el té y la comida o remediar enfermedades. Mi amiga guarda en la caja de tesoros sus delicias saharauis, los objetos que con solo acariciarlos le llevan a su familia y a su tierra arrebatada. Una concha que la trajeron de una playa de El Aaiun, un rosario de su abuelita, un collar de cuentas de cristal bellísimo y frágil, una cajita con resina de la acacia a la que los saharauis llaman elk y que “lo cura todo, todo”, como me dice Fatimetu entre risas, tierra de su campamento para no olvidar dónde resiste su familia, un frasquito con lebjur, la resina perfumada que preparan las mujeres saharauis para usar como incienso, y más cosas que aún no me ha enseñado y tengo tantas ganas de ir descubriendo. La caja de las delicias me reserva una sorpresa especial, unos frutos secos de color verde pálido. “Se llaman camuna y al igual que elkcuran muchas cosas. Tomado con el té cura los dolores de estómago”. Quise tomar el té de aquella tarde con la planta pero Fatimetu no aceptó. “Es que me parece que me lo tomo a broma si no lo uso de verdad para poner remedio a una molestia”.




Shukran aleikum




Uno de los aspectos inesperados, pero sin duda muy gratificante, de escribir blogs es la cantidad de gente interesante que te encuentras en el camino. De Poemario por un Sahara Libre, programa de radio libre desde 2001, y blog desde 2004, han salido otros blogs sobre cultura, literatura y poesía que hacemos o en los que colaboramos. Porque el tema del Sahara Occidental es tan amplio y apasionante, que además de las vertientes política, histórica, social y diplomática, la cultura saharaui, tan rica y en grave peligro, es un aspecto que no podíamos olvidar. Ni dejar de tratar, con mayor o menor fortuna, pero siempre con ganas de aprender, incluso sorprender y mostrar cosas nuevas a ese enorme mundo formado por personas, saharauis o no, que piensan prácticamente todos los días de su vida en el Sahara.

Y así surgió Haz lo que debas, donde iba plasmando en solitario pensamientos, relatos y reflexiones que me interesaba, pero que no tenían cabida en Poemario ni tampoco en los otros blogs de cultura saharaui hecha por saharauis. Convivir con los “hijos del sol y el viento” hace que escuches cada día fascinantes historias, tragedias desgarradoras, anécdotas divertidísimas, pura vida de personas que sufren con la mayor dignidad un enorme drama de proporciones históricas. Hace mucho que uní mi existencia a los saharauis, aunque con todos los respetos, porque esta calamidad que cayó sobre sus vidas en 1975 la sufren ellos, y por mucho que lo sintamos nunca puede ser igual. A mí no me han bombardeado, ni me han detenido, ni me han arrebatado todo, ni he tenido que exiliarme, ni mi existencia pende de un hilo esperando que la comunidad internacional imparta de una vez justicia.

Los relatos de Haz lo que debas están inspirados en historias que escucho a Bahia y a muchos otros amigos saharauis. No tenían mayor intención hasta que uno de esos amigos que se hacen “por blog”, Toni Guirao, me dejó un alentador comentario que me animó a hacer algo más con ellos. “Este es el lugar por donde pasearías, una maravilla por donde se debe ir alguna vez. Es uno de aquellos rincones por donde encuentras las esencias de todo aquello por lo que luchas. Es como aquella librería a la que irías si buscaras un libro muy especial”. Después de meses, finalicé “el libro”, palabra que me suena muy grande, de título Delicias saharauis. Lo titulé así porque en él recojo aquello que más me ha llegado de estas gentes. Salió modesto, no es perfecto, ni está bellamente maquetado, es humilde y autoeditado en Bubok, que nos ofrece a los que estamos fuera del circuito literario cumplir un sueño.

Una vez lo di por terminado pedí ayuda para el prólogo a Antònia Pons, del blog Sahara Ponent. Antònia es una amiga del pueblo saharaui que lleva muchos años en la lucha, desde el movimiento asociativo, como madre acogedora, como activista solidaria, y desde sus blogs como escritora de bellísimos relatos sobre la familia de su hija Lab, la primera niña saharaui, ya una mujer, que acogió en un verano de Vacaciones en paz. Los relatos de Antònia llegan muy dentro, porque creo que entiende como pocas personas la esencia de los saharauis, esa de la que aún no me he impregnado del todo, pero que durante estos años voy vislumbrando en nuestras vivencias diarias. Creo que Antònia los comprende muy bien, y en un ejercicio de empatía asombrosa, es (no se convierte en) mujer, niña y abuela saharaui a través de las historias que nos cuenta. Antònia me ha regalado el prólogo y una serie de emocionantes comentarios que me han hecho reflexionar mucho.

Y ahora otro de esos amigos de blog, de los que aprendo, con los que me entretengo, que han hecho que cada día vaya a buscarlos para leer lo nuevo que han escrito, y que en cadena me han hecho conocer otros blogs, Fran O. Campillo, también dedica a Delicias saharauis unas palabras que emocionan. Fran, que camina todos los días por el desierto, consigue además con su blog llevar el asunto saharaui, de manera concisa y amena, pero con rigor y sin faltarle un dato, a un enorme universo bloggero, fuera de los cauces habituales del mundo solidario-saharaui, con lo que aumentan los amigos y conocedores de la causa, haciendo de forma constante y callada una labor importantísima por esta causa tan justa.

No puedo más que decir GRACIAS AMIGOS por el apoyo y la difusión de esta colección de historias, que no son más que vivencias, imaginación y sentimientos. Y sí, en noviembre tenemos que conocernos, Inchalá, y a ver si fuera para celebrar que los saharauis en el exilio tienen que bajar para el ansiado referéndum. ¿No sería bonito hacer este año la manifestación anual para celebrarlo? Espero conoceros y de corazón siento que me espera pronto un té en el Sahara con los míos y vosotros, que sois míos también.

Y mi agradecimiento además para la estupenda Luisa de Bubisher, a la que sí conozco, y al querido poeta Franciso Cenamor, del espléndido Asamblea de palabras, un artista solidario y comprometido como pocos. Los dos nos han dedicado también un hueco en sus espacios.

Delicias saharauis en palabras de Antònia Pons y Toni Guirao. Muchas gracias





Hace ya unos días que recibí el libro de la muy querida Conx... con una dedicatoria que nunca olvidaré. Mi paso por el mundo de los saharauis, del que creo formar parte, me ha llevado a valorar aquello que valoran los sahrauís, con los que comparto, creo, un poco de su carácter. Ya son muchas veces que me definen como saharaui por mis reacciones, por mi forma de pensar... pero a mi, me falta lo esencial, el haber vivido en el desierto, del desierto, con el desierto ... y con su cielo ... con sus habitantes. Nunca he llegado a las costas escarpadas del Sáhara Occidental, con la sola compañía de un amigo y de un camello.

El libro de Conx, nos introduce en el mundo de los saharauis, empezando por las tradiciones, por aquellos hechos que los hacen diferentes, que ponen unos amplios fundamentos a una cultura, a una nación. El libro, después, nos lleva por la tierra, un conglomerado de belleza y dureza, de Dajla a Smara, de la isla de Herne a Tiris... de los hombres y mujeres que recorren el desierto a la fundación de la ciudad santa, a Smara ....

Pero sobretodo, nos devuelve a aquello que hace diferentes los saharauis respecto a sus vecinos... el respeto a su cultura y a aquellos que la sustentan: los poetas, los nómadas y sus historias. El respeto a la gente que lucha por los derechos de todo un pueblo, como siempre lo han hecho: con orgullo, con la fuerza de los activistas o con la determinación de los refugiados en la tierra de la Hamada, donde nos encontramos con la dureza de la vida de los Campamentos de Refugiados de Tindouf

Y por fin, llegan aquellos europeos que se han imbuido de la tierra, de la cultura, del carácter de los saharauis.

DELICIAS SAHARAUIS, es una lectura imprescindible para aquellas personas que desean conocer, introducirse en el mundo de los saharauis

"Elzam es el compañero de la darraa, formando ambos la típica vestimenta del hombre saharaui. Y por eso se ha convertido en un símbolo del atuendo nacional para la resistencia pacífica saharaui en las zonas ocupadas. Los jóvenes saharauis en las manifestaciones, tratan de proteger su identidad con elzam, a la vez que reivindican su saharauidad, y los presos políticos saharauis han aparecido en muchos de los juicis vestidos con la ropa nacional, darraa y trubante sobre los hombros, otra forma majestuosa de llevar elzam.
... "ahel elzam lakhal", los del turbante negro, para referirse a los saharauis



QUERIDAS CONXI Y LAB

Del blog SÀHARAPONENT de Antònia Pons


El lunes me encontré sin querer con esta tarjeta. Es la que llevaba Lab la primera vez que llegó a España. Es sólo un papel pero ¡cuántos momentos vividos me trajo a la memoria!

Cerca del mediodía llegó el cartero con un sobre verde. Dentro estaba un libro repleto de aromas del Sahara. Se trata de Delicias Saharauis, el libro de Conchi.
Todo cuanto tenía que decir se lo dije a su autora en un correo que publicó en su blog: Haz lo que debas, y también en el prólogo que hace tiempo escribí. No sabía por donde empezar hasta que dejé que la magia de sus palabras me envolviera.

Hoy tengo el libro cerca de mi y me parece como un galb, corazón de piedra negra, que late de prisa mientras espera que los saharauis vuelvan a su hogar.
El lunes, pasado y presente se anudaron: la tarjeta me trajo sonrisas y afectos saharauis y el libro retazos de un país que sólo he visto una vez y que me enamoró.

De la mano de Lab les conocí, de la mano de Conxi les he comprendido. A una la conozco muy bien porque la he visto crecer, a la otra sólo la conozco por sus palabras y por su obra. Ambas son saharauis: una de nacimiento, otra de corazón.

Conxi me dice, en su dedicatoria manuscrita, que tenemos una cita en el Sahara Libre.
Dejadme que sueñe: las tres estamos junto al océano que respira feliz porque sus hijos, los muy amados, han vuelto. Lab prepara el té mientras Conxi y yo escuchamos el canto gozoso de las aguas salinas y el sol se despereza sonriente en el cielo blanco del amanecer.

Al todo poderoso mi clamor,
Al dueño de todo trono,
El inigualable,
Concédele a los dueños del Sahara
La libertad y que yo la disfrute.

Jadiyetu Omar Ali Embarecfal.
Y el querido Francisco Cenamor dedica un post a Delicias y a otro libro que hemos escrito Bahia y yo El porvenir del español en el Sahara Occidental. Podéis leerlo aquí

Zafeiga, el demonio de arena




Yenbi yenbi, ya rih an jaimitna fiha ennabi
Desvíate, desvíate tornado, que en nuestra jaima está el profeta.

El pequeño pastor había salido como cada mañana muy temprano con las cabras de la familia. Cuando fuera más mayor iría acompañando a los adultos con los camellos, pero de momento aprendía a ser pastor junto con otros niños de los frig cercanos. Aquella mañana habían repetido el ritual diario, levantarse antes de salir el sol, preparar el pequeño rebaño y ponerse en camino hacia la zona, no demasiado lejana, donde había pastos para las cabras. El niño pasaba casi todo el día fuera, aprendiendo a familiarizarse con el ganado y con la badia, la madre de su milenaria cultura, lo que había hecho de ellos unos nómadas que perseguían las nubes, y que convivían en armonía con el sol y el viento, tan extremos en aquellas latitudes. El desierto no impresionaba al pequeño pastor, su familia le había enseñado a amarlo pero sobre todo a tenerle enorme respeto, sabía que no podía luchar en contra de aquella naturaleza porque siempre sería él quien saldría perdiendo.

Aún era muy pequeño para comprender en su totalidad la grandeza del desierto. Años después, cuando el pastorcito se convirtiera en un combatiente recorriendo la badia durante la guerra, sentiría muy dentro aquella misteriosa inmensidad y se embriagaría con el perfume milenario de su tierra.

Aquella mañana, a poco de salir hacia los pastos, los niños divisaron a lo lejos una amenazante nube negra. Sus madres les habían advertido que no se alejaran demasiado, en el aire flotaba una extraña pesadez y los animales se mostraban muy inquietos. “No te vayas muy lejos, yauleidi[1], creo que viene algo muy grande”, advirtió la madre del pequeño pastor.

Los niños cuidaban del ganado, por una vez callados y formales, no había lugar para cuentos, risas ni correteos porque ellos también presentían que algo iba a ocurrir. De repente uno de los niños dio la alarma. “¡Viene una enorme oscuridad!, corramos a las jaimas”. Llegaba zafeiga, el temible tornado que levanta jaimas y derriba árboles, el tornado que desorienta a camellos y pastores y puede costarte la vida.

Los pequeños pastores agruparon sus rebaños y se apresuraron hacia el frig, aunque sabían que allí no estarían tampoco a salvo. Todos los niños se unieron en una misma jaima y empezaron a entonar el tranquilizante salmo que habían aprendido de los abuelos, “desvíate, desvíate tornado, que en nuestra jaima está el profeta; desvíate, desvíate tornado, que en nuestra jaima está el profeta”. Zafeiga no les escuchó, entró en la jaima, y de repente se vieron sacudidos por una violenta presión, un ruidoso remolino que enganchó la jaima y la lanzó hacia el cielo, la cubierta de pelo de dromedario, los altos palos de la tienda, todo salió disparado, como si fueran papeles bamboleados por el viento.

Cuando se alejó el torbellino se miraron unos a otros, al menos continuaban vivos, con un susto enorme en el cuerpo. El demonio de arena no había pasado de largo pero al menos todos ellos podían dar las gracias al profeta.

____________
[1] Yauleidi: mi hijo



*Este relato pertenece al libro de próxima autoedición Delicias saharauis

La fundación de la ciudad de los manantiales


Cuentan las crónicas que El Aaiun, la ciudad de los manantiales, fue fundada en 1938 por un militar español, Antonio de Oro Pulido, un joven de poco más de treinta años con un amplio historial africano. Nacido en 1905, con 30 años había ocupado Ifni, dominaba el árabe y el hasania (obtuvo un curso de idioma árabe en la universidad siria de Hiemate, aunque no pudo finalizar los estudios por las necesidades del servicio) y había participado en varias campañas africanas, todo ello antes de hacer realidad su sueño, fundar una ciudad que fuera referencia en la zona, una ciudad de convivencia entre españoles y saharauis, y que sirviera para mitigar las inclemencias del llamado Sahara Español.

La relación de Antonio de Oro con el territorio había comenzado en febrero de 1937, cuando fue designado Delegado Gubernativo del Sahara con 32 años. En 1934 se había comenzado a realizar por parte de España una política de ocupación efectiva del interior del territorio, con la creación de puestos en lo principales enclaves saharauis, que en realidad eran fuertes militares.

En el lugar concreto donde se ubicará Aaiun se conocía, desde 1928, la existencia de un asentamiento permanente instalado en aquel lugar en el que había agua dulce del pozo Auinet Tarfa (a pocos metros de lo que años más tarde seria la Fuente de Aaiun). La gran cantidad de agua procede de filtraciones de lluvia en una grandísima extensión, que se filtra desde la capa superficial hasta la capa impermeable, quedando allí a modo de manta subterránea, sin evaporarse, y saliendo al exterior por los manantiales abiertos por la mano del hombre. En aquel asentamiento se practicaba incluso con éxito la agricultura (tomate, calabaza, maíz, hierbabuena, higueras, etc.).

Era aquel uno de los pocos sitios amables del territorio sahariano. Además del agua dulce, el oro del desierto, el asentamiento se encontraba relativamente protegido de los vientos y tenía una favorecedora orientación Norte. Estaba muy próximo a la costa y relativamente cerca de Cabo Juby, lo que facilitaba el abastecimiento del lugar.

En 1938 se fundó la ciudad, que al principio tan solo fue un puesto militar fijo, iniciándose la construcción del fuerte, que junto con las casas de los saharauis ya establecidos allí (los hermanos Attaf y Moyan uld Bachir uld Enduf), serán los primeros edificios de carácter permanente en El Aaiun. Antonio de Oro concibió una ciudad en que los saharauis quisieran asentarse, se ayudó a los nómadas que comenzaron a instalarse en ella para que no tuviesen la necesidad de abandonar el lugar en busca de zonas de pasto; se realizaron trabajos para buscar nuevos manantiales; se desarrolló una incipiente agricultura llevando arados, roturando tierras, se inició una granja avícola y se plantaron árboles frutales.


Según testimonio de Galo Bullón Díaz, militar español, estrecho colaborador de Antonio de Oro y autor de la obra “Geografía humana de los territorios de Ifni y del Sáhara”, seis años después de la fundación de Aaiun, la ciudad contaba con "importantes almacenes de sociedades al por mayor, barrio comercial, plazas amplias, calles espaciosas... , escuelas españolas, escuela de Artes y Oficios, hospital, cómodas viviendas y una población indígena que se ha sedentarizado y edifica por su cuenta viviendas para sí y para alquiler, que labra tierras, posee huertas a las que aplica la enseñanza que se les da en nuestra pequeña granja de experimentación, en donde hay instalados además gallineros, vaquería, porquerizas, etc.".

Tan sólo dos años después de la fundación de El Aaiun Antonio de Oro moría el 28 de diciembre de 1940 en Tetuán, víctima de una rápida septicemia. Su viuda Pepa López Bastos recordaba la buena sintonía de los saharauis y su esposo, quien no dudaba en tomar el té sentado en el suelo de una ‘jaima’ con sus amigos saharauis, o por vestirse con ropas propias de los “hombres azules” y adentrarse en el desierto a camello. “Se sentía entre los saharauis como en familia. Y creo que la comprensión era mutua, porque ellos le mostraban una consideración que excedía los límites del respeto oficial. Su obsesión era construir escuelas, hospitales y llevar hasta el desierto los adelantos de la época”.



La ciudad, una vez desaparecida la persona que la soñó y comenzó su creación, continuó con su desarrollo y crecimiento. Para impulsar la incipiente sedentarización, se designó El Aaiún como campamento principal y sede del Gobierno de una parte del territorio. Aquellas primeras bases de la administración colonial iban a requerir la presencia de funcionarios. El impulso a la sedentarización de los saharauis conllevó las crecientes peticiones de viviendas estables en lugar de sus jaimas tradicionales. De esta forma se empezaron a realizar los primeros planes de urbanismo. Se construyeron cuatro hornos de cal y se utilizaron piedras de los alrededores, excluyendo las salitrosas para que las paredes no rezumaran salitre, al tiempo que se traían de Canarias las maderas necesarias para la construcción de puertas y ventanas y se contrataban a maestros albañiles.

El poblado fue obra de los Ingenieros y Ayudantes Militares, aunque no hay que olvidar el trabajo de los mencionados Maestros Albañiles Canarios. Las construcciones eran de baja altura, siguiendo una política de extensión de terreno y de favorecer la luminosidad y la visibilidad del terreno. La parte más antigua de la ciudad se construyó a partir de calles estrechas y de trazado irregular. Se hicieron posteriores ampliaciones, la primera una especie de ensanche hacia el sur del núcleo principal de la ciudad. A las afueras, al oeste de donde se encontraba el poblado fundacional, se situaba el frig, un campamento compuesto por las tradicionales jaimas de piel de camello, de extensión variable teniendo en cuenta el carácter seminómada de sus habitantes, ya que en aquellos años la población saharaui estaba comenzando a asentarse en Aaiun.

El proceso de construcción de la ciudad no fue fácil. Las carencias de la posguerra en España supusieron la creación de edificaciones de poca solidez, lo que unido a las inclemencias del territorio las deterioraban rápidamente. En el Sahara había además escasez de materias primas y su trasporte resultaba muy caro. El aumento de la población venida de la metrópoli y el lento proceso de integración de los saharauis en la ciudad hicieron que a pesar de las dificultades El Aaiun continuara creciendo. Según datos del INE la población de El Aaiun a mediados de los años 40 superaba los 2.000 habitantes. La gran mayoría eran saharauis, entre los europeos, el mayor número venía de las Islas Canarias, apenas había mujeres, natalidad o algún matrimonio español.

El agua quedó garantizada desde un principio con numerosos pozos que se encontraban a escasa profundidad. El pozo principal de El Aaiun (La Fuente) fue descubierto por casualidad durante la instalación de una tienda de campaña, por parte del Sargento Velasco. Sin embargo el abastecimiento de agua potable era muy complicado, lento y muy caro ya que se realizaba mediante tanques automóviles que transportaban 2000 litros de agua por viaje y además insuficiente para la población. Se puso solución a este inconveniente con la construcción de un Depósito de Agua con una capacidad de 150.000 litros. La demanda energética en los primeros años era escasa, la gran mayoría de la energía se destinaba a consumo doméstico, una pequeña parte al alumbrado público y sólo un 2% para uso industrial. En 1946 se proyectó la primera Central Eléctrica.

El Aaiun era un enclave privilegiado en cuanto a comunicaciones. Desde su fundación dispuso de dos formas de contacto, marítima y aérea, con el exterior y una pequeña red de pistas por tierra. La salida marítima se encontraba a 28 Km., en la Playa de Aaiun. Además había unos fondeaderos en la zona noroeste que permitía realizar operaciones de desembarco.

Debido a su cercanía con el Puerto de La Luz de Las Palmas de Gran Canaria, (a sólo 123 millas), hasta allí llegaban los Vapores Correos con mercancías y pasaje, que eran llevadas a la playa con barcas a remo. Esta operación resultaba dura y pesada y encarecía mucho las mercancías. Esta primera infraestructura portuaria tenía también unos pequeños almacenes, que se fueron habilitando en la playa. Las comunicaciones aéreas eran en aquellos primeros años muy limitadas. El Aaiun disponía de un pequeño Campo de Aviación, en la terraza superior de la margen izquierda de la Saguia el Hamra, donde años más tarde se construiría el Barrio de Colomina.



Hasta aquí la historia de la fundación de El Aaiun. Los años 50 y 60 traerían otro Aaiun, el del boom de los fosfatos, El Aaiun civil, los prósperos comercios y los coches, los primeros universitarios saharauis, las reinas de belleza y sus damas de honor, los campamentos de la OJE, el cine y los guateques, de la visita de Franco y algunas folclóricas, los campeonatos deportivos y los concursos culturales. Pero también fue El Aaiun de las desigualdades y las diferencias. El abandono de España y la Marcha Verde dieron la vuelta a la ciudad, que se fue llenando de colonos marroquíes que hoy son mayoría en El Aaiun, una urbe que según datos de 2004 llegaba a 183.691 habitantes. Las paredes blancas de la ciudad han sido pintadas de un color rojizo y poco a poco se han ido borrando todas las huellas de la presencia española en el territorio.

En medio de la represión actual, tras más de treinta años de ocupación marroquí, El Aaiun aún espera su oportunidad, el momento en el que los saharauis tomen al fin el “camino al Aaiun”. Pasó el tiempo de El Aaiun español y pasará El Aaiun ocupado por Marruecos. Ya no puede quedar mucho para el nacimiento de El Aaiun soberano y libre, de El Aaiun saharaui.
*Fuente y fotos:
“El Aaiun de los pioneros: un poblado de los años 40”, José Manuel Meana Palacio. REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES, (Serie documental de Geo Crítica). Universidad de Barcelona: enero de 2006
“El Lawrence de Arabia Español”, Francisco López Barrios. Magazine (El Mundo). Domingo, 23 de enero de 2005
“Historia del Sahara Español. La verdad de una traición", José Ramón Diego Aguirre. Kaydeda Ediciones, 1988.

Chej Mohamed El Mami y su obra




Chej Mohamed El Mami, de la familia de Ahel Barikala, originario de la zona sur del Sahara, Río de Oro, vivió entre los años 1792 y 1865. Está considerado como sabio y visionario por los saharauis.

Fue autor entre otras obras de “Yoharat Al Badia” (La perla de la badia), el poemario El delfín y su gran obra “Quitab Al Badia” (El libro de la badia), un tratado sociológico de la sociedad sahariana en la primera mitad del siglo XIX.

Chej Mohamed El Mami fue un excelso erudito con una capacidad extraordinaria para desarrollar su reflexión sobre la bidanidad. Se trató de un personaje irrepetible, decidido partidario del esfuerzo legislativo de la interpretación, lo que fue una apuesta muy singular en su tiempo, adaptar el derecho imperante en los países islámicos a las costumbres locales.

En su obra Quitab Al Badia, Chej Mohamed El Mami restituye y sistematiza las fuentes legislativas locales, compatibilizándolas con el islamismo, ya que se recogían además las prácticas y normas preislámicas de la sociedad saharaui. Muchas de las reglas del islam no se podían aplicar a una sociedad nómada como la saharaui, es el caso de las abluciones o aseo antes del rezo.

Para él las condiciones geográficas e históricas peculiares del Sahara, alejado de los poderes centrales del islam y siendo una sociedad mayoritariamente nómada, se autorregulaba de forma particular, superada la existencia de una autoridad central, el Sahara se definía como tierra “sin rey ni príncipe ni señor”.

También mencionó en esta obra, Quitab Al Badia, los límites del Jat-al-Jaof, que se podría traducir como “la línea del miedo”, las fronteras históricas que marcaban el Trab-el-bidán, el área de influencia del hasania. Según las fronteras actuales serían parte del sur de Marruecos (territorios que España cedió a Marruecos), el Sahara Occidental y Mauritania.

Quitab Al Badia supuso un gran esfuerzo para hacer visible la forma de organización social que los saharauis eligieron por sí mismos, representando un pilar de la identidad saharaui y de la construcción de la propia memoria, además de un reflejo de la diversidad y complejidad del orden social saharaui de la época.


Artículo basado en una conferencia del profesor Alberto López Bargados, profesor de antropología social en la Universidad de Barcelona; foto de Antonio Pomares.


Ver fotos de Antonio Pomares, de la Universitat de Elche, estudioso de la obra de Chej Mohamed El Mami.

Amados hijos de El Luali



Veneráis el Sahara, sus gentes y sus paisajes; su flora y fauna, su identidad. Festejáis su cultura milenaria, sus tradiciones y su historia y habéis entregado vuestras vidas a proteger a los vivos y recordar a los muertos. Vuestra sangre es el precio con que pagáis los desvelos por los que vinieron y por los que están por venir. Como el santo de Asís, veláis por la foca monje de las costas La Güera, os lamentáis por la fina gacela que ya no recorre el Sahara, y protegéis la lehbara, exterminada por chacales en crueles partidas de caza. Denunciáis la destrucción concienzuda de la talha, auténtica dueña de las llanuras del Sahara, vigilantes de las pinturas rupestres y las tumbas prehistóricas ante el expolio marroquí.

Comprometidos contra el robo en vuestra patria, el saqueo de pesca, fosfatos, petróleo, arena, reveláis la política de tierra quemada del ocupante a quien quiera escucharlo. Sois conscientes de que Marruecos pretende que la amada tierra arrebatada quede convertida en un erial, no entiende el invasor en su ignorancia que quien crea vida en el infierno no se asusta ante nada. Recordáis, para que nunca se borre la memoria, a los desaparecidos. Luchasteis contra la destrucción del Fuerte de Dajla, vigiláis la tumba del camello y protegéis los sepulcros de los hilaliyin. Os torturaron por hablar el español y gracias a vuestra nobleza nunca faltaron flores en la sepultura de El Hafed.

Amados hijos de El Luali, bravos hombres y mujeres, activistas saharauis de derechos humanos, delicadas rocas, indomables rosas de piedra. Guardianes de la tierra, lucháis por la existencia encendidos de paz y revolución. Dejaste tu mensaje “Hablad de los saharauis, de nuestra lucha larga y difícil, acompañadnos en nuestra resistencia, nunca dejéis de mirarnos”.


1936, Luis Cernuda

Recuérdalo tú y recuérdalo a otros,
cuando asqueados de la bajeza humana,
cuando iracundos de la dureza humana:
Este hombre solo, este acto solo, esta fe sola.
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.
(…)
Gracias, compañero, gracias
por el ejemplo. Gracias por que me dices
que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan sólo basta
como testigo irrefutable
de toda la nobleza humana.


*A Sultana Jaya, Brahim Dahan, Brahim Numria, El Mami Aamar Salem, Hmad Hamad y todos los activistas de derechos humanos y población saharaui en las zonas ocupadas.

Los Gandhis saharauis



"Ayudadme. Grabadme. Me van a detener”. Los dos se arrojaron sobre los periodistas españoles que se encontraban en El Aaiun aquel sábado de noviembre de 2005. Las autoridades de ocupación marroquíes conmemoraban en la capital del Sahara Occidental el triste aniversario de la Marcha Verde; mientras se recrudecían en todas las ciudades las manifestaciones pacíficas de protesta contra la ocupación. Hasana Laasairi y Brahim Tubari, jóvenes estudiantes, habían dado sus nombres y números de teléfono a los periodistas que cubrían la noticia. Después se arrodillaron en medio de la calle y empezaron a gritar “¡Viva el Sahara libre!”. Se vieron al momento rodeados de policías y les llovieron golpes de porras y culatas por todo el cuerpo. Les tiraron en un furgón policial y se los llevaron detenidos.

Arrojados al vacío. De repente se escuchó un grito y todas las miradas se dirigieron a un hombre que caía desde la azotea del hotel. Alhsehein Lemlih, un saharaui de 40 años, paseaba unos minutos antes por un barrio de El Aaiun escuchando la Radio Nacional Saharaui cuando fue sorprendido por cuatro policías que se bajaron de un coche e intentaron detenerle mientras le agredían. Alhesein escapó, echó a correr y consiguió refugiarse en un hotel cercano pero los policías le persiguieron hasta que le alcanzaron en la azotea y le arrojaron al vacío. Los testigos vieron cómo le metían en el coche de policía, llevándoselo a toda prisa y comentaron aterrorizados todos los casos que se conocían en El Aaiun de saharauis arrojados desde lo alto de los edificios. Como Sidi Ahmed Taleb, que dos años antes resultó gravemente herido en la columna y al que ningún médico quiso atender.

Los olvidados. Abba Oualia Ahmed-Mahmoud desaparecido en 1979; Abdellah Mohamed-M'Barek desaparecido en 1987; Abdellah Ramdane Mohamed- Lamine desaparecido en 1976; Abdati Mohamed-Salem Brahim desaparecido en 1976; Abeid Souhaili desaparecido en 1975; Abdelahi Abdelmajid AbdelUadoud desaparecido en 1981; Abidin Bouzeid Allal desaparecido en 1976; Ahmed Lahsen El Mehdi desaparecido en 1976; Ahmed Lamaadel El Mehdi desaparecido en 1976; Ahmed Mohamed Salem El Arbi desaparecido en 1976; Ahmed Souilem Mohamed (Terfass) desaparecido en 1976; Alouat Taher desaparecido en 1976; Ali Bachir Ali desaparecido en 1976 … más de 500 nombres, más de 500 personas de las que no se ha vuelto a saber nada, pero no están olvidados, un pueblo entero resiste para que no se borre su memoria.

Resistencia pacífica. Con precisión contaba a la periodista las torturas de las que fue víctima, las vejaciones a las que le sometieron y todo el miedo que le intentaron meter a sangre y golpes en su magullado cuerpo. Y no vaciló ni un segundo. Con frialdad detallaba todo el dolor que esculpieron en sus piernas, destrozadas y tal vez irrecuperables para siempre. Pero en El Mami Amar Salem no había odio. Explicó con ilusión cómo estaba contactando con organizaciones internacionales para conocer nuevos métodos de resistencia pacífica. Mientras, la esperanza iluminaba las cicatrices de su rostro.

“Oh, ciego”. Diez años permaneció encerrado en el infierno de los infiernos, Kalaat M'Gounat, el más triste de los presidios, negro fruto de una mente desquiciada. Diez años desaparecido sin que nadie supiera de él. A Sadik Bulahi el calvario le dejó ciego pero en aquella deriva él se aferró a la poesía como tabla de salvación. El dolor por la injusticia le dictó una noche un poema en su celda, lo compuso de memoria porque no había forma de plasmarlo en papel. Estaba ciego y enfermo y para animar a sus otros compañeros saharauis, casi trescientos en aquellos días, lo recitaba cada tarde durante los pocos minutos de sol que disfrutaban en el patio de la prisión. “Oh, ciego” se convirtió en un símbolo para todos sus compañeros presos, en la única forma de expresar su dolor y su convicción por un Sahara libre. “Erigir la emboscada / (…) / hoy ante tu altar se luce un minusválido, / y ciego se querella, / y el dolor se hunde en su corazón / transformado en ojos”.

"Aini mshaat (Mi ojo se fue)". A Sultana, una estudiante saharaui, después de reventarle el ojo con una porra por manifestarse pacíficamente, no le trataron en el hospital. Los policías la llevaron a una comisaría junto a la turística plaza Jamaa Lefna de Marraquech. La siguieron maltratando mientras se escuchaba la música de los saltimbanquis y el ruido de los turistas que allí se congregan.

Loca por el Sahara. Kbaidat se había unido a sus compañeras saharauis en una sentada para reclamar con el arma de la palabra su derecho a la libertad. Era el mes de junio de 2005 y hacía un mes que había comenzado en las principales ciudades saharauis un levantamiento pacífico reclamando el fin de la ocupación marroquí. Todas las mujeres reunidas empezaron a dar palmas y a cantar lemas por la independencia. En un par de minutos les rodearon decenas de policías y empezaron a golpearlas con sus porras. Kbaidat se sorprendió a sí misma gritando en español “Viva el Sahara libre e independiente”. Un policía le gritó: “¡Calla, loca!”. “Loca sí, loca por el Sahara”, le respondió ella. El policía levantó con odio su porra y de repente a Kbaidat todo se le volvió negro.

35 kilos. 4 años de desaparición en la cárcel le costó a Brahim Dahan su participación en una manifestación pacífica para denunciar la presencia ilegal de Marruecos en el Sáhara Occidental. Una comisión de la ONU visitaba el territorio y Marruecos detuvo a decenas de saharauis. Torturas, vejaciones, frío, falta de alimentos, palizas, insultos, muerte, terror… Brahim fue puesto en libertad años después, envuelto en un trapo y pesando 35 kilos.


Son pacíficos


“Son violentos porque están desesperados”
Gandhi

Pero yo digo:
“son pacíficos aunque están desesperados”.

Los saharauis en las zonas ocupadas
alzan la bandera blanca de su República
y recuperan sus calles.

Resistencia Pacífica.
Rebelión no violenta.

Los saharauis de las zonas ocupadas
empuñan la pacífica arma de la palabra.
En el Sahara ocupado
las calles traen vientos de cambio
y las paredes susurran lemas de libertad.
“La badil, la badil” gritan las azoteas,
testigos horrorizados de una violencia sin límite.

Los vertederos recogen sus machacados huesos,
una melhfa cubre su alma dolorida
y un joven en la calle pone la otra mejilla.
“Podrán matarme, pero no morirme”,
dijo el poeta.
“Me mataréis, pero no podréis matar mis ideas”
clama Aminetu.

Resistencia Pacífica.
Rebelión no violenta.

Los verdugos derraman impunes
la sangre de los inocentes.
A cambio se condecora al torturador
y se alaba al tirano.
Mientras, todos miramos para otro lado
y el silencio nos hace cómplices.

Los saharauis de las zonas ocupadas
responden con paz a la violencia.
Su gesto es un ejemplo
pero todos miramos para otro lado.
Nada hay más desolador
que “el silencio de los bondadosos”.

La pulsera de Rabab



Llevaba treinta años buscando a quién regalar la pulsera que había realizado con sus propias manos tanto tiempo atrás. A veces pensaba en aquella búsqueda como en la del zapato de Cenicienta, ¿para qué mujer sería aquella joya tan especial?
Fue orfebre durante varios años en El Aaiun, capital del Sahara Occidental, la ciudad de los manantiales, víctima de décadas de opresión por una injusta ocupación militar. Se consideraba un enamorado del pueblo saharaui, de quienes aprendió muchas cosas, su humanidad, la milenaria hospitalidad del desierto, el valor de la amistad… Ellos también le enseñaron sus formas tradicionales de trabajar la plata para hacer anillos, las bellas pulseras para el tobillo llamadas jaljal, tocados para el pelo, y tbalich, los delicados brazaletes saharauis. Sus joyas tradicionales eran muy solicitadas, y había conseguido algo muy difícil, dominar las técnicas para trabajar la plata a la manera típica del Sahara.
Los años que vivió en El Aaiun pudo comprobar que la convivencia era buena, había casos de extranjeros que se mezclaban con la población atraídos por el misterio de los hombres desierto, accediendo a las familias y a sus casas. A los saharauis les agradaban los españoles que se esforzaban en chapurrear su idioma hasania, vestían en las fiestas la ropa tradicional que les regalaban o comían el cuscus con la mano compartiendo una misma fuente. Siempre recordó aquella etapa como una época muy feliz para él, incluso cuando las cosas se complicaron, cuando empezaron a llegar malos vientos del norte y el clima se enrareció en El Aaiun. A pesar de comentarios y rumores nunca llegaron a imaginar cómo acabaría todo, con España saliendo de aquella vergonzosa manera, Marruecos y Mauritania invadiendo el territorio, bombardeos, familias enteras huyendo despavoridas, y el caos, la destrucción y la muerte cayendo encima de los saharauis como una maldición.
Coincidiendo con la época en que la situación empezó a agitarse, él comenzó uno de sus trabajos más ambiciosos, un brazalete de plata, con cierre y cadena, diferente de lo que había hecho hasta entonces. Incluyó como adornos una mano de Fatma, un camello y otros relieves tradicionales, empleando muchas horas, trabajo y plata en aquella pulsera, realmente espectacular. No dio tiempo a que nadie la adquiriera, ningún próspero comerciante la compró para su esposa, ninguna novia pudo lucirla el día de su boda, no hubo ninguna saharaui que la paseara orgullosa por la Plaza de España.
Buscó y buscó y buscó durante treinta años a la que sería dueña de la pulsera. No pensaba en una mujer saharaui porque se había alejado de todo lo que tuviera que ver con el Sahara durante mucho tiempo, para él era demasiado triste siquiera recordarlo. Sentía tanta vergüenza que no se atrevía a enfrentarse con los posibles reproches que le hicieran los saharauis, no tenía argumentos para defenderse, España en este terrible asunto no tenía defensa. Lo ocurrido pesaba toneladas sobre su conciencia porque la traición le había roto el alma, y aunque la política la hacen los gobiernos se consideraba cómplice por huir en aquellos días de infamia sin luchar por lo que él había considerado su casa.
El brazalete siempre estuvo presente en su vida, pese al muro de olvido que se había impuesto todos aquellos años y, cuando pasado el tiempo se atrevió por fin a bajar a los campamentos de refugiados, lloró por los bravos hijos de la nube encerrados en aquel inmenso pedregal, volvió a escuchar su delicioso español con perfume saharaui y se le derrumbó la esperanza de encontrar a antiguos amigos y conocidos, todo era muy distinto a sus recuerdos del Sahara, aunque la esperanza y fortaleza de los saharauis, y en especial de las mujeres, seguía intacta pese a los años de infernal destierro.
Encontró valerosas mujeres que sacaban adelante a sus familias. Ancianas que habían luchado por la independencia de su tierra, combatientes, enfermeras, poetisas, universitarias, valientes madres, hijas y esposas llenas de sacrificio y fervor. Conoció mujeres muy cultas. Se reunió con mujeres analfabetas que se esforzaban por aprender. Habló con jóvenes modernas, guardianas de las tradiciones. Halló las más bellas flores creciendo en el infierno de la hamada, apoyándose unas a otras en su desgracia. Comprobó que los saharauis en los campamentos vivían una situación penosa, pero llena de dignidad, y la colectividad impuesta por siglos de dura vida en el desierto se había trasladado al refugio.
Aun así regresó de los campamentos con la pulsera en la mochila, además de grandes amigas y muchos ejemplos a seguir. El viaje le sirvió para retomar su contacto con el Sahara y descubrió que en la amada tierra que a él también le arrebataron miles de saharauis seguían resistiendo y luchando por la libertad.
Seguía sin encontrar a quien entregar la pulsera hasta que conoció a Rabab en Madrid. La joven, estudiante universitaria de las zonas ocupadas, había salido con muchas dificultades a través del consulado de un país del norte de Europa, para dar a conocer la represión que se vivía en el Sahara. En sus conferencias habló con pasión de su pueblo y su lucha pacífica por la libertad, por la tierra y por el respeto a los seres humanos y, a través del testimonio de vida que ofreció Rabat, él pudo acercarse a la realidad de los saharauis que resisten en las ciudades ocupadas. Desaparecidos, cárcel, torturas, humillaciones, familias separadas, violaciones, juicios sin ninguna garantía, discriminación, muerte y expolio ante la más cruel indiferencia del mundo. Una resistencia de más de treinta años silenciada por la codicia y la indignidad de los poderosos. Rabab nació cuando España llevaba una década fuera del territorio y creció bajo las garras de un sultán temible y sanguinario. Ahora vivía bajo la opresión de otro dictador revestido de democracia por gobiernos sin escrúpulos. En el Sahara ser saharaui era un problema y luchar por la libertad un crimen.
En su primer encuentro pudo ver una mujer joven, de frágil belleza de sultana de las mil y una noches. Delgada y sutil, se esforzaba por sonreír constantemente, hablaba hasania pero ellos se entendieron en inglés, pronunciado por Rabab con voz cristalina y firme. Fruto de la política marroquí de borrar cualquier huella que recordara a la antigua metrópoli, Rabab no sabía español, aunque recitaba de corrido, entre risas y con voz infantil, una curiosa cantinela que su madre les contaba cuando eran pequeños: “- ¿Cómo está tu madre? ¿Todavía está en el hospital? - Sí, pero su corazón está mejor”, texto rescatado por su madre de su época de estudiante en la que fuera provincia 53 de España.
Viendo reír a la dulce Rabab resultaba difícil pensar en las vejaciones y el sufrimiento que padecía en el Sahara ocupado, aunque en ocasiones, cuando pensaba que nadie la miraba, las preocupaciones se reflejasen en su cara y unas sombras oscuras rodearan sus ojos negros, triste resultado de todo lo que estaba viviendo.
En las distintas conferencias en las que participó, Rabab afrontó con valentía y aplomo las duras vivencias que le tocó relatar:
“Los estudiantes saharauis tenemos que estudiar en universidades de Marruecos. Si en los colegios del Sahara nos acorralan, humillan y acosan, estando en nuestra tierra, imaginad lo que ocurre con nosotros en el propio Marruecos. Estamos discriminados, no quieren que estudiemos, si nos sorprenden hablando nuestra lengua nos golpean e insultan y tampoco podemos llevar la melhfa o la darra, las ropas que siempre hemos vestido los saharauis. Hace unos meses comenzamos sentadas y manifestaciones pacíficas para protestar por nuestras condiciones, y respondieron con decenas de policías que se emplearon salvajemente contra nosotros”, contaba Rabab. “A una compañera le acuchillaron en el vientre, a un chico le rompieron las piernas, a mí me llenaron el cuerpo de moratones por los golpes que me propinaron, y una de mis amigas perdió un ojo, un policía le estalló el globo ocular con una porra”. En ese punto le dijeron que parara si no podía seguir con su relato pero Rabat continuó. “No recibió atención correcta en el hospital, no recibió más que patadas e insultos, ¡en un hospital!, ¿entendéis lo que eso significa? Ahora ha perdido el ojo y tiene machacado el pómulo, sufre dolores terribles y si no se le atiende correctamente quedará para siempre desfigurada. Una chica estudiosa, valiente y tan bella, con el rostro desfigurado para siempre”.
Rabab hizo una breve pausa y continuó: “Nos odian porque no han podido corrompernos ni someternos. Nunca podrán borrar nuestra esencia, somos saharauis y siempre lo seremos. El Sahara es nuestro y el día en que se marcharán está muy cerca. Lo que siento es rabia, impotencia y desesperación, aunque confío que nuestra lucha despierte vuestras conciencias para que comprendáis la sensación de abandono, olvido y destierro que sufrimos todos los saharauis”.

La historia de la larga búsqueda finaliza aquí. El brazalete adorna desde entonces la delicada muñeca de Rabab, para alegría del orfebre, quien también comprendió que no hay una única dueña de la pulsera, que en realidad las destinatarias de la hermosa joya son todas aquellas mujeres entregadas a luchar contra la colosal injusticia que les quiere borrar como pueblo. La lucha de Rabab y sus compatriotas no tiene de momento fin. El Sahara es para los saharauis una inmensa cárcel, una macabra fosa común donde quieren hacerlos desaparecer. Pero la liberación del Sahara es tan cierta como que todas las mañanas sale el sol. Y los bellos, dolientes y bravos ojos de Rabab lo verán. Inchalá.

Busco título

No encuentro título para este relato; he tardado más días en subirlo pero no soy capaz, por más que lo pienso, de encontrar uno que me guste. El blog no tiene apenas comentarios pero si lo lees y te apetece, déjame en comentarios qué título te parece mejor y si a mí también me gusta, ¡adjudicado!. Bueno a ver si hay suerte porque estoy desesperada. El relato está basado en un hecho real que nos contó el guitarrista saharaui Fuku en un viaje en tren.




El soldado, consumido por la dureza del desierto pero siempre digno, limpia de su pipa los restos de ceniza de la última calada de maneiya [1]. Así fuman los hombres del desierto, con una antigua ceremonia, como tantos otros ritos presentes en sus vidas. Se coge un puñado de tabaco del beit [2], se introduce en la tuba [3] o pipa y se empuja al fondo sellándose con la yema del dedo humedecida en saliva. Se enciende con el znat [4], entonces se dan varias caladas, sin apenas tragar el humo. Una vez consumido el tabaco la pipa debe quedar bien limpia y guardada en la pitillera.

El soldado está muy orgulloso de su shrut [5], comprado en Mauritania a una artesana conocida por su trabajo con el cuero. El beit siempre le acompaña con su fondo de pequeños cuadros verdes y amarillos, ydibujos geométricos de vivo color rojo troquelados sobre un fondo de tela blanca. La parte delantera está adornada con siete kabulas [6] y el broche para cerrar el beit trabajado con profusión de flecos morados. Las diferentes lengüetas de su pitillera también están primorosamente decoradas, hasta llegar al apartado donde se guarda la maneiya, lo que demuestra lo especial de su beit, que cuida orgulloso. La tuba del soldado es de plata, finamente labrada con figuras geométricas.

El aseo, ir vestido lo mejor posible y tener sus pocas pertenencias en el mejor estado son mandamientos sagrados para el soldado, a pesar de la dureza extrema de sus condiciones de vida. Si a los saharauis les pudiera la desidia en el desierto lo tendrían todo perdido, habrían desaparecido si de ellos se hubiera apoderado la pereza o la desesperanza. Siglos de privaciones y dificultades crearon a los míticos hijos de la nube, a los estoicos hombres azules que persiguen la lluvia montados en sus dromedarios.

Sumido en sus pensamientos, el soldado no se da cuenta de que se le han acercado unos jóvenes soldados. Ellos prefieren el tabaco americano pero no les queda. En esas circunstancias se busca cualquiera, no son asiduos de la maneiya pero tabaco es tabaco, así que recurren joviales al veterano. Se dirigen a él con una sonrisa, el soldado es serio y buen compañero, quizá demasiado tradicional para ellos.

- Yasahbi [7], ¿nos pasas la “herramienta”?

“¿Herramienta?”, piensa indignado el soldado, ese bello beit símbolo de la cultura bidan, fruto de los mimos y esfuerzos de una experta artesana del cuero, traído desde miles de kilómetros…

- Tomad, os la podéis quedar.

Y desde ese momento el soldado dejó para siempre de fumar.



[1] Maneiya: hojas de tabaco secas sin refinar que fuman los saharauis.
[2] Beit: pitillera de cuero finamente trabajada que usan los saharauis y los mauritanos para guardar el tabaco y la pipa.
[3] Tuba: pipa de metal con forma de tubo labrada con gran delicadeza.
[4] Znad: encendedor tradicional de mecha.
[5] Shrut: utensilios tradicionales para fumar.
[6] Kabulas: pompones de flecos realizados con finas tiras de cuero.
[7] Yasahbi: compañero.

Taradenet. La lluvia compensará lo que haya destruido


Hay una lluvia que los saharauis llaman taradanet, muy esperada y bienvenida en la badia. Llueve menudo y despacio pero sin parar durante mucho tiempo. De esta forma la tierra se empapa, el agua no se pierde y fecunda suavemente la tierra. Esa lluvia dará lugar a verdes y crujientes pastos para los dromedarios, alimentará los pozos, refrescará el ambiente, traerá con suerte el terfas, la seta preferida de los saharauis, y despertará la vida que duerme en el desierto. Los nómadas surcarán con sus rebaños las inmensidades de la badia y la llenarán de jaimas.

Esa lluvia que es bendición en la badia trae la desgracia a la hamada. Taradanet en los campamentos reblandece los ladrillos de adobe, empapa despacio y a conciencia los cuartos, y acaba tirando al suelo los precarios hogares refugiados. Pero a pesar del mal que haga en los campamentos los saharauis pondrán al mal tiempo buena cara. Llevarán sus jaimas a la badia, los ancianos acamparán con sus familias en los territorios liberados, donde respirarán el aire de la libertad, beberán el agua de su tierra y la leche de los dromedarios pastando libres.

Shab taslah eli jaseret. La lluvia compensará lo que haya destruido, reza el proverbio saharaui.

Su sitio en el mundo. *A Bahria



A la niña su papá le ha comprado un chicle, todavía una novedad en aquellas primeras tiendas de los campamentos de refugiados saharauis. Un chicle es una fiesta, pero es que su papá la mima todo lo que puede. Su boquita es muy pequeña para el chicle, una bola grande, muy dura, muy dulce, con saber a fresa, y que le cuesta masticar, deformándole los carrillos en unos gestos muy graciosos.

El camello rebusca las hierbas que encuentra en el suelo. Este año al menos ha llovido un poco e incluso en los campamentos se puede encontrar algo de pasto para alimentar a los dromedarios. La gente le mira con pena. Está atado con suficiente cuerda para pastar alrededor pero sin poder ir muy lejos. El camello rumia una y otra vez las tristes hierbas, con parsimonia y calma, precisamente lo que le sobra es tiempo y lo que le falta es libertad de caminar por las bastas extensiones saharianas, de recorrer las inabarcables inmensidades con libertad, como hacían sus antepasados. Un dromedario no ha nacido para verse atado o confinado en un corral. Pero así son los nuevos tiempos que todo han cambiado.

A la niña le han dicho que comer chicle es malo para los dientes, pero ahora, al pasar cogida de la mano de su papá delante del dromedario que rumia una y otra vez las tristes hierbas de la hamada, alza su manita y le dice:

- Mira, mira, papá, el camello también come chicle.

Y los dos, niña y dromedario, luchan con el arma de su inagotable paciencia para que no les arrebaten su sitio en el mundo.


Ceit Ahmed Gulu, el aceite del demonio



El oro líquido de la oliva, ceit el har, aceite puro, es muy apreciado por los saharauis. Desconocido hasta la llegada de España, se convirtió pronto en un preciado bien, utilizado como medicina, cosmético y rey de la cocina cuando su escasez lo permitía.

Como reconstituyente se toma un vasito de té lleno de aceite de oliva en crudo. Como medicina, se pone aceite de oliva, hojas secas machacadas de la acacia, talja, un poco de agua y azúcar. Se llama taguia y es muy bueno para el dolor de estómago.

El aceite de oliva forma parte de un cosmético natural que gusta mucho a las mujeres saharauis. Clavos, resina de olor tidik, y un poco de aceite de oliva para perfumar el cabello de las novias, o para una mujer que se tiene que arreglar especialmente. La mezcla se llama lejuad.

El “hermano pobre” del aceite de oliva, el llamado despectivamente Ceit Ahmed Gulu o aceite del demonio, llegaba en la época colonial de Mauritania y se trata de aceite vegetal de girasol. Los mauritanos buscaban el oro de oliva en las ciudades saharauis.

El aceite del demonio, que también llega con la ayuda alimentaria, se utiliza para cocinar pero no se toma en crudo porque los saharauis dicen que intoxica, iguendi, tampoco se usa en la medicina verde. Para decir que una persona es pesada, sosa o de trato poco agradable se le dice Agsal min Ceit Ahmed Gulu, “más soso que el aceite del demonio”.