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Presentación en Murcia de “Las acacias del éxodo”, “un puñetazo a la mandíbula de la política internacional española”


“Un libro sobrecogedor que recoge el conflicto del Sáhara en una serie de relatos como puñetazos a la mandíbula de nuestra política internacional, nuestra interpretación histórica de las guerras del desierto y nuestra poca vergüenza”. José Daniel Espejo, poeta.
El poeta y librero José Daniel Espejo nos daba el pasado sábado  4 de mayo la bienvenida a Libros Traperos, un proyecto solidario de Traperos de Emmaus en la Región de Murcia, que lucha contra la exclusión social y la pobreza y contra las causas que las provocan. Una librería que ya es para mí una parada obligada en cualquier visita en la ciudad del Segura. Precisamente aterrizamos en medio de una intensa semana de actividades en Libros Traperos para presentar “Las acacias del éxodo”.
Tuve la suerte de ser presentada por Paco Paños, “letraherido” y periodista cultural murciano, además de un lector perspicaz, culto e inteligente. En  palabras de Paco Paños “Las acacias del éxodo” es un libro de relatos “no neutral y que no deja indiferente”, de apoyo al pueblo saharaui y que sirve para “limpiar la historia y quebrar la forma en que los medios tratan este conflicto”.
De la mano de Paco y a través de los relatos de “Las acacias del éxodo” hicimos un repaso por los cien años de presencia española en el territorio y su precipitada salida sin completar el proceso de descolonización, recordando que España es aún para la ONU potencia administradora del Sáhara Occidental hasta que el pueblo saharaui celebre el referéndum de autodeterminación. En palabras de Paco, “Las acacias del éxodo” es una muestra de cómo se puede escribir sobre todo esto “desde la rabia, la incomprensión, pero también desde la esperanza y, sobre todo, desde el amor”, con “gran destreza para reflejar lo pequeño, lo simbólico, lo que podría parecer insignificante”. El libro recrea, a partir de pequeñas anécdotas, historias y testimonios cargados de emoción y convertidos en literatura “con gran habilidad para llegar al corazón del lector”. Como sucede en el relato titulado “La alfombra de La Güera” donde, a partir de una anécdota real de una refugiada que se llevó a los campamentos un trozo de la alfombra de su casa destrozada por las bombas, se recrea el éxodo del pueblo saharaui originado por la invasión mauritano marroquí. O “Nueina”, relato en el que se recrea el momento en que la fotorreportera francesa Christine Spengler inmortalizó a la joven militante saharaui Nueina Djil, en la mítica foto donde aparece con su bebé y un fusil al hombro.
En la presentación de Libros Traperos hablé con Paco de otros relatos como “De Güera a Villa Cisneros”, donde se narra el punto de vista de los españoles que vivieron en el Sahara y tuvieron que salir huyendo, abandonándolo todo, y la nostalgia por el Sáhara que sigue presente entre ellos. Recordamos la traición del estado español a los saharauis, a través del relato “La visita”, que recuerda la visita de un joven Felipe González a los campamentos de refugiados saharauis en noviembre de 1976, recreada gracias a los testimonios de quienes le acompañaron.
Paco Paños también destacó los relatos “Perdiendo los papeles”, resuelto en forma de breves fragmentos que hablan sobre las surrealistas situaciones que sufren los saharauis cuando pretenden legalizar su situación en España, lo que se convierte en una auténtica “locura” y “Lo que fuiste a buscar”, que narra el regreso de un combatiente saharaui para visitar a su padre en El Aaiun ocupado tras décadas sin verse.
También tuvimos ocasión de hablar durante la presentación sobre la situación de los territorios saharauis ocupados, escenario de varios relatos de “Las acacias del éxodo”, además recordar las constantes violaciones de derechos humanos que sufre la población saharaui de las zonas ocupadas, los desparecidos y los presos políticos encerrados en cárceles marroquíes, algunos incluso condenados a cadena perpetua.
Como destacó el presentador, se trata de un “libro de reivindicación política por los derechos del pueblo saharaui pero es un libro también muy emotivo que se puede leer en modo político, en modo literatura, o para aprender una realidad en muchas ocasiones desconocidas”. Por mi parte quise destacar que “he pretendido hacer un libro que huya del orientalismo, del exotismo, del idealismo, quiero contar la realidad del pueblo saharaui como es, personas como nosotros a los que tienen un problema muy grande que ellos no han buscado sino que se les ha impuesto”.
Finalizamos con una breve ronda de preguntas del público tras hablar sobre el peligro de la asimilación de la cultura saharaui por parte del invasor marroquí, que ha cambiado la estrategia de prohibición del idioma y la cultura saharaui por una peligrosa labor de culturicidio sistemático, de un genocidio cultural con el que se pretende eliminar el patrimonio material e inmaterial saharaui.
Quiero agradecer a Paco Paños y a José Daniel Espejo toda la ayuda recibida y el enorme amor con el que hacen las cosas. Eso se recibe y se disfruta.

“Factbook. El libro de los hechos” de Diego Sánchez Aguilar. Los hechos de un presente distópico


Hace unos meses que estoy detrás de “Factbook. El libro de los hechos”, la última novela de Diego Sánchez Aguilar (Cartagena, 1974), un escritor al que sigo la pista a través de mis amigos murcianos. Así que no me podía perder la presentación de la novela en la librería Sin Tarima de Madrid, donde echamos de menos la presencia de mi amigo el murciano Paco Paños, que fue quien me descubrió a Diego y la novela.
El encargado de presentar a Diego Sánchez Aguilar en Madrid fue el escritor Manuel Vilas, de absoluta actualidad por su novela “Ordesa”, que ha acaparado premios, menciones y se ha convertido en un éxito de ventas en este proceloso mundo de la literatura. Vilas destacó que Candaya, la editorial que publica “Factbook”, apuesta por la literatura “con un entusiasmo maravilloso”, de otra forma es imposible. Vilas reflexiona que la literatura siempre ha estado amenazada, especialmente en estos tiempos en los que se busca “la interacción de los productos comerciales con la literatura, que siempre se lleva la peor parte”.
La novela “golpea desde el título”, plantea una visión distópica de España, un país que da para mucho. Novela sobre un malestar político y social que Diego ha narrado a través de dos personajes. La impactante portada muestra a tres personas colgadas de un toro de Osborne, son el director del FMI, el presidente de la CEOE y la Ministra de Trabajo.
“Factbook” tiene, según Vilas, un toque apocalíptico, muestra la visión de una generación, la de Diego, con una carencia importante de valores, lastrada por el egoísmo, culta y universitaria pero sin referente moral. En el libro también se introducen elementos musicales y fantásticos. Hay un sentimiento poético en la prosa de Diego, que alcanza una enorme calidad literaria.
Diego destacó el honor de ser presentado por Manuel Vilas, uno de sus referentes literarios. Explicó que no es realmente un libro distópico, ya que no cuenta un futuro, sino que cuenta el presente. Sin embargo, admitió jugar con el género de la distopía, “miro el presente con gafas distópicas” y “me invento cosas que no han pasado aún pero que pueden llegar a pasar”. Esta última década, del 2008 al 2018, ha resultado distópica, en el sentido de que “creíamos que una cierta democracia y justicia social estaban asentadas pero en realidad ha resultado una farsa”.
A continuación comenzó una apasionante charla sobre la novela entre Manuel Vilas y Diego Sánchez Aguilar.
MANUEL VILAS: La imagen inicial, la de los ahorcados en el Toro de Osborne, es una representación literaria de España diferente, relevante y necesaria.
DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR: La forma de contar España en 2019 a través de un realismo costumbrista a mí ya no me interesa.
MV: Los dos protagonistas me parecen muy inquietantes y también su relación.
DSA: Se trata de una expareja que encarnan dos actitudes ante el problema ético que plantea la novela. Rosa es profesora de secundaria, con un pasado muy reivindicativo pero que, cuando se inicia la novela, está muy desencantada y resignada. Se despierta de su apatía cuando ve colgado al Director del FMI. Ahí empieza su primer dilema, con el que arranca la novela. Gustavo encarna por su parte el egoísmo, el elitismo cultural y el concepto de estar encerrado en una burbuja, vive entregado a su mundo cultural y su adicción a la marihuana. Pero al mismo tiempo es un personaje autoconsciente, con una voz muy auténtica, con el bien y el mal muy mezclados. La voz de Gustavo entra en su vida y sus conflictos morales. Es una novela que lanza preguntas constantemente.
MV: La culpabilidad es un tema central.
DSA: La culpa define al ser humano occidental del siglo XXI. Nuestra sociedad se levanta sobre la explotación del resto del mundo y el problema es que tampoco podemos hacer mucho para resolverlo.
MV: En la novela aparece la idea del mal. ¿Quiénes son los malos de este mundo?, ¿me puedo alegrar de su desaparición? Pero el mal es más complejo que todo eso.
DSA: El mal está en cada uno de nosotros. Pero luego está el mal objetivo, la persona que tiene el poder y toma las decisiones. Esa es la gente señalada y colgada. En la novela surge una red social clandestina, Factbook, un reverso de Facebook que es aspiracional, cómo la gente quiere que sean las cosas, cómo quieren ser vistos. Factbook es una red donde sólo se retratan hechos objetivos. Esa red social también señala culpables.
MV: La necesidad de un Factbook es evidente, pero no triunfaría en un mundo que detesta la verdad.
DSA: Hay una necesidad de poner los hechos delante, sobre todo en esta época de posverdad. A la gente ya le dan igual los hechos.
MV: La novela incide en la desorientación colectiva y el malestar, en el panorama político español pero también en el global.
DSA: El origen está en la crisis de 2008 puso la alerta sobre ese malestar, la crisis quitó la máscara a lo que estaba pasando, un contraataque financiero contra la democracia y el bienestar social. Ese malestar provocó una reacción interesante, el 15M, que canzalizó el malestar contra la impotencia. Los residuos que han quedado de aquella fuerte contestación que estalló son las cadenas del change.org. Ahora sólo lucha una clase, los ricos, el resto estamos paralizados.
MV: En la novela hay muchas referencias musicales y cinematográficas.
DSA: En el recorrido autorreferencial de Gustavo la cultura tiene mucho que ver, al que le he prestado muchas referencias culturales propias, excepto el heavy, que son referencias culturales que definen a mi generación: el grunge, la música electrónica, el cine independiente norteamericano… El conflicto con sus referentes culturales es que no son españoles.
MV: ¿Y la referencia a Ávila?
DSA: La elegí porque es una ciudad cerrada, muy española, amurallada…
MV: ¿Te ha costado meterte en el personaje femenino?
DSA: Nada, no encuentro diferencias psicológicas importantes entre hombres y mujeres. No creo que haya un pensamiento femenino y otro masculino. No respeto esos arquetipos.
MV: La maquinaria política aplasta la realidad de género. La novela acaba sin que se abra una puerta, sin que haya una salida. Hay un toque de pesimismo final, cuando la novela se cierra sobre sí misma. Encuentro influencias de Lars von Trier, en especial de su película “Melancolía”.
En el tiempo de preguntas del público se habló también de una tercera voz que aparece en la novela. Se trata de una entrevista donde se han eliminado las preguntas, realizada a un investigador que rastrea pistas de la rebelión en redes sociales, correos electrónicos. “Es la voz del orden”, explica Diego. Vilas reflexiona sobre que no seamos ya capaces de “crear un futuro utópico”. “Eso es un tema que me preocupa como individuo”, confiesa. “Nos han arrebatado la idea de futuro y de progreso”.
Ante otra de las preguntas del público, el autor explicó que en el libro no hay una interpelación directa al periodismo contemporáneo, que está “de capa caída, renunciando a los hechos y al análisis”.
Sólo me resta recomendaros comprar la novela, la mejor forma de apoyar al autor y a la editorial, como bien decía Vilas; a ser posible haceros con esta primera edición, la de la portada de los tres ahorcados en el Toro de Osborne. Y destacar la estupenda labor de la gente de Sin Tarima para que todos los que abarrotábamos la librería pudiéramos estar sentados, así da gusto.


Factbook. El libro de los hechos. Género: Narrativa. Autor: Diego Sánchez Aguilar. Candaya Narrativa  54. Diseño de la colección: Francesc Fernández. Primera edición: noviembre de 2018. ISBN: 978-84-15934-57-8. 21×14 cm; 352 páginas.

Estamos de Huerta, la música de raíz del Sureste llega a Lavapiés



Cuando Araceli Tzigane me dijo hace unos meses que venía a Madrid un grupo de Murcia que no podíamos perdernos, no lo dudé. Íbamos a disfrutar de auténtica música de la tierra, sin el filtro del conservatorio o las discográficas, uno de esos tesoros populares que se transmiten de verdad de padres a hijos y en el que hay que poner todo el cuidado para que no desaparezca.
Y efectivamente el folclore murciano de raíz llegaba a visitarnos al castizo barrio de Lavapiés en Madrid en la calurosa tarde del sábado 24 de junio. De la mano de la Asociación para la Difusión de los Estilos y Mapamundi Música, cuatro músicos de Murcia y Albacete nos han acercado la huerta, los pueblos murcianos, las raíces árabes y flamencas o la jota, llenos de fuerza y autenticidad.
Tomás Garcia, Pedro Cabrera, Alfonso Avilés y Javier Gómez (Javi de Nerpio) son cuatro músicos murcianos que bajo el nombre de Estamos de Huerta se han juntado por primera vez en Madrid para darnos a conocer la música del Sureste del país. Son músicos que no actúan de manera profesional, excepto Tomás, que sí viene de la folk music, y que acostumbran a tocar en familia y en fiestas populares. Como ha destacado Araceli Tzigane, impulsora de la actuación, ha sido una magnífica oportunidad de disfrutar de “música de raíz, sin concesiones”. En palabras del músico murciano Paco Frutos se trata de músicos “nada ortodoxos pero bastante academicistas, en el sentido de que siempre están estudiando, bebiendo y recuperando desde muchas fuentes ya perdidas”.
Curiosos como somos, no hemos perdido detalle del despliegue de instrumentos que han traído los murcianos, laúd, guitarra, guitarro (instrumento anterior a la implantación de la guitarra española, de diferente afinación y con diferentes tamaños y número de cuerdas), bandurria, platillos, cañas (las llaman castañetas), violín, castañuelas (en Murcia se llaman postizas) y pandereta. Preciosas las blusas y esparteñas, elementos del traje regional murciano, que han traído Alfonso y Javi.
Hemos tenido el privilegio de escuchar la música en directo, sin amplificación, con los músicos intentando, y finalmente consiguiendo, implicar al público para que saliera a bailar jotas, y bailes “agarraos” como mazurcas y pasodobles, estos dos últimos ritmos se introdujeron a finales del siglo XIX, e incluso nos han ofrecido un foxtrot. Con los bailes la sala se ha venido arriba, así como en la improvisación final de Pedro, donde nos ha nombrado a los asistentes en unas coplas que iba inventando.
Antes nos habían expuesto un amplio repertorio de esa música “sin concesiones”. Comenzaron con las Parrandas, composición del sureste español que tiene su origen en las seguidillas, como la parranda del Tío Perete de Puerto Lumbreras, municipio de Murcia que linda con Almería, y que suenan por tanto con cierto aire flamenco. Desconocedores de estos sones, las explicaciones de Pedro nos han resultado tremendamente útiles. Así nos ha contado que hay parranda “sordas”, que no se cantan, o que hay dos tipos de Malagueñas murcianas, las “antiguas” y otras más movidas que tienen otras denominaciones, casi tantas como cantantes que introduzcan su individualidad y su matiz. De nuevo la influencia del flamenco. Cuando ha llegado el turno de una Malagueña “cartagenera” el grupo ha sacado unas cañas de río convertidas en instrumento de percusión. Incluso han ofrecido una sevillana sin letra, cuya melodía me ha recordado a aquel “Arenal de Sevilla y olé, Torre del Oro”.
Los cuatro músicos se juntaban por primera vez como “grupo” al uso para ofrecer este concierto, único en cuanto a concepción, de música de amigos y cuadrillas, de fiestas populares, de recuperación de la tradición oral, lleno de la improvisación y la genialidad que mandan en esta música. Así un tema no suena igual dos veces aunque lo ejecute el mismo músico o una nueva tonalidad para una canción se encuentra por pura casualidad tras varios días tocando de fiesta y sin apenas dormir. Una auténtica joya.




“Diario de Ithaca” de Miguel Ángel Hernández. “Preferiría sí hacerlo”



Vuelve a ocupar un espacio en este blog una obra del escritor murciano Miguel Ángel Hernández Navarro, en este caso la segunda entrega de su “proyecto diarístico”, Diario de Ithaca, recientemente publicado por Newcastle Ediciones. Si me resultó muy satisfactoria la lectura de las dos novelas de Miguel Ángel (Intento de escapada y El instante de peligro), el pasado verano disfruté en la playa de la lectura de su diario Presente continuo, original, divertido, profundo, entrañable, intelectual y con un punto gamberro. He terminado 2016 finalizando la lectura de la segunda entrega de sus diarios, Diario de Ithaca, que narra la experiencia del autor en el año académico que pasó en la Universidad de Cornell con una beca de investigación sobre el tiempo y el arte contemporáneo, entre septiembre de 2015 a mayo de 2016. En este caso, a diferencia de lo que sucede en Presente continuo, las entradas no van por días, sino que cada capítulo resume una semana en la vida del autor, entrada que era leída por Miguel Ángel semanalmente en el programa de radio de Sergio del Molino “Preferiría no hacerlo”. Una idea loca que sin embargo le encantó llevar a cabo. Porque Miguel Ángel reconoce que tiene un acusado defecto / virtud: no sabe decir no y cuando le proponen algo la respuesta habitual es “preferiría sí hacerlo”.
Se trata de un libro escrito para ser leído en voz alta y esto influye a la hora de escribir. La del diario es una “escritura de la cotidianeidad que funciona como memoria de vida, un archivo narrado de la experiencia”, que resultó agridulce, feliz y dolorosa. Se trata de una “voz de la felicidad paradójica”. En realidad, la experiencia en Cornell parece tener un balance muy positivo por todo lo aprendido y sobre todo por todo lo vivido, a pesar de las múltiples dificultades. El diario, según avanzaban los capítulos, se fue haciendo autorreferencial, dejando guiños para los iniciados, y Miguel Angel se fue convirtiendo en un personaje, siempre burlón. “Se boicotea, se caricaturiza, se recrea en el patetismo de la inconveniencia”. Para ello el autor utiliza un tono tragicómico, “evitando la complacencia, pinchando el globo de Narciso”, evitando caer en los peligros del escritor autobiográfico. “Quienes usan su propia vida como materia literaria son en realidad destructores de sí mismos”, crueldad sólo admisible cuando se usa contra uno mismo. La segunda persona del singular utilizada en Presente continuo se convierte en primera persona del singular en Diario de Ithaca, ese “yo” que el autor considera necesario para acompañar la “etapa de soledad” que vivió en Cornell.
El libro refleja conflicto interior, un estrés del que tiene la culpa en gran medida el idioma inglés. Ese agobio por la dificultad en la comunicación está presente en todas las páginas. “Siento que pierdo pie cuando tengo que comunicarme”. En muchas ocasiones se siente perdido con el inglés. “Extraviado en el lenguaje y sin posibilidad de salir”. Cuando puede volver al español es “un regalo”. “El idioma no es sólo el modo de comunicación, es también mi herramienta de trabajo. No es un medio para un fin, es el fin en sí mismo”. Adentrarse a un idioma diferente “es como tirarse al océano”. Miguel Ángel se considera cobarde en ese aspecto “me gusta bañarme en la orilla, donde no cubre. Es ahí donde sé nadar y hacer las piruetas. En mi piscina del lenguaje”. También sufre por la responsabilidad de estar en Cornell, alimentando la duda interior de si merece realmente la beca.
En ocasiones durante su estancia le puede la pereza, echa de menos su casa, su mundo ya construido. Aunque empieza a habitar el nuevo espacio, no lo controla. En ocasiones no se siente más que una pieza dentro del engranaje. Cuando le puede la presión intenta convencerse de que es una aventura, es un privilegiado y el esfuerzo “merece la pena”. “Estaría más cómodo en casa, pero estos momentos...”, porque “A veces estar aquí es una suerte”. Las sensaciones y vivencias personales son las que hacen que su estancia allí merezca la pena. “Quiero y no quiero estar aquí. Quiero y no quiero volver”. ¿Puede ser ese quererlo todo uno de los rasgos de nuestra generación de nacidos en la década de los 70?
El escenario del diario es Ithaca, ciudad situada a unos 400 km al noroeste del estado de Nueva York, conocida por albergar la sede de la prestigiosa Universidad Cornell, definida por Miguel Ángel con un juego de palabras, “entre ecoológica y hippister”. Sin embargo, aunque el libro es un diario sobre su etapa en Cornell, no da sensación de reposo o inmovilismo, ya que el autor está constantemente yendo y viniendo. Realiza varios viajes a España pero también otros cuantos dentro de EEUU, en varias ocasiones a la gran metrópoli de Nueva York, e incluso a Washington, “Viajar cuando uno ya está fuera es irse más lejos”. “Me he venido aquí para aislarme, pero España me persigue”; “Vine a Ithaca para encontrarla soledad y no he podido escapar de la locura”. De ese maremágnum en el que siempre parece estar envuelto Miguel Ángel también le es necesario escapar, necesita poner cierta distancia como modo de autoprotección. “Demasiado placer también nos desestructura”. Necesita un “fin de fiesta”, para “leer, escribir y reposar”. Es preciso parar para cuidar y preservar los sueños. Tal vez la vida, “más que un presente continuo sea una serie de infinitas paradas y arranques, de saltos incesantes hasta el gran salto final”. En muchos momentos el autor es “espectador e imagen. Sujeto u objeto”. Muchas de las experiencias vividas durante su estancia en EEUU le parecen una película. De nuevo, la imagen. Como la “garden party” a la que les invitan, que le parece “una película de Woody Allen”. La beca de Cornell le ha permitido, en definitiva, “Disfrutar de momentos que jamás habríamos imaginado posibles”.
En este diario Miguel Ángel no sigue la escritura de un libro suyo, como sucedía de manera fascinante en Presente continuo. Su trabajo con la beca y como profesor en Cornell se impone a su faceta literaria. Pero cuando el autor se presenta como escritor, descubre que en EEUU “realmente importa haber escrito un libro. Aquí eso es algo serio”. Aunque en el diario sí aparece la otra cara de la moneda del escritor, el que promociona su obra, Miguel Ángel realiza varias presentaciones de su primera novela Intento de escapada (Escape Attemp en su traducción al inglés) en Nueva York y en Buffalo; o el que recibe premios, ya que durante su estancia en Cornell El instante de peligro fue finalista del Premio Herralde de novela (Anagrama). Al final, vida y novela, en este caso El instante de peligro, se entremezclan: “La vida es una extensión de la novela”. “Inconscientemente busco revivir lo que he escrito. Escribirlo a través de la experiencia”. En definitiva, realidad y ficción son en ocasiones una misma cosa. La novela “es una sombra de la que no puedo escapar”.
En esa eterna dicotomía entre arte y literatura, esta última es la que gana posiciones en la vida de Miguel Ángel. “Me gusta ese instante de contacto entre lector y escritor; me encanta imaginar que esa persona va a transitar por lugares que antes sólo estaban en mi cabeza”. Es una sensación que define como “magia”. Porque el escritor lo es a todas horas y en toda circunstancia: “Soy un vampiro de experiencias, siempre estoy escribiendo, incluso cuando no lo hago”. En el diario deja entrever lo nuevo que va a llegar, una novela que está empezando a escribir sobre un crimen sucedido veinte años atrás. Ya apuntaba algo en Presente continuo. Y otro aspecto de la escritura, la opinión de los críticos, también aparece en este diario; el autor sufre con una mala crítica de Antonio Orejudo en Babelia, que le afecta, en especial porque afirma que trata con ligereza las ideas de Walter Benjamin, uno de sus teóricos del arte de referencia. Porque “Escribir es un ejercicio físico, escribir cuesta, escribir duele” y al mismo tiempo “Escribiendo soy feliz”.
En Diario de Ithaca se repiten, por fortuna, otros aspectos del diario anterior. Como el trabajo a última hora con la presión de no llegar a tiempo. Da igual donde se encuentre “Siempre espero al último minuto. Algún día se me hará demasiado tarde”. O sus bloqueos, que siempre acaban felizmente, “A veces uno se bloquea porque piensa que las cosas son más importantes de lo que realmente son”.
Murcia también aparece en este diario, aunque tiene menos presencia, porque a pesar de vivir en Ithaca, Miguel Ángel regresa varias veces a España, incluido el viaje para la presentación del Premio Herralde. De nuevo la huerta, el Real Murcia, locales preferidos como Luis de Rosario, la entrañable anciana Julia vecina de toda la vida, esa vida cotidiana y tranquila que echa de menos y de la que, al mismo tiempo, siempre parece estar huyendo.
Este diario también tiene su parte social y de actualidad, de escritor que está al tanto de lo que sucede. Como los atentados de París y Bruselas, las elecciones generales en España de diciembre de 2015 o los papeles de Panamá, en los que “sale todo el mundo” y con los que ocurre como con Wikileaks, todo se descubre, todo se sabe, pero no pasa nada. “Algunos desfalcan, estafan y escapan de todo”. Todo huele ya a podrido.
Si Presente continuo era una deliciosa guía de lecturas, en Diario de Ithaca también están presentes diferentes lecturas que acomete Miguel Ángel durante esos meses. Acontecimiento de Javier Moreno; El comensal de Gabriela Ybarra; El reino y El adversario de Carrère; Idea de la ceniza, María Virginia Jaua; París- Austerlitz de Chirbes; Familias de cereal de Tomás Sánchez Bellocchio; Consumidos de David Cronenberg; La hora más corta de Francisco Díaz Klaassen; No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles de Patricio Pron. Precisamente Pron, que estaba en la presentación madrileña de este Diario de Ithaca, se corresponde con el escritor que le gustaría ser: intelectual, elegante y preciso. También aparecen dos personajes que saben mucho de literatura, “Olga y Paco Candaya”, editorial que estaba entonces a punto de publicar el libro de su amigo Leo, La edad media. El propio Leo, Leonardo Cano, también aparece a menudo en este Diario de Ithaca. Cuando leí el primer diario no tenía claro si Leo era un personaje inventado. Luego pude concerle en Sevilla, también a sus editores, y comprar su novela, muy notable, que ya comenté en Haz lo que debas.
Una vez más en los diarios de Miguel Ángel hay bebida, mucha. Cerveza, cócteles (Manhattan, Old-Fashioned), micheladas, vino de Murcia, tequila, mojito, mezcal. Resaca es un estado que se repite. Menos alusiones a la comida, que para algo transcurre en EEUU.
Una experiencia americana de balance positivo a pesar de las quejas y penalidades por las que transcurre el diario “He ganado peso y el inglés lo hablo cada vez peor”. Al final de su estancia es consciente de que “En pocos lugares he sentido que el conocimiento importaba con esa pasión”. Y eso es lo que de verdad importa. Esperamos con muchas ganas la nueva entrega de los diarios de MAHN, que en esta ocasión publica semanalmente la revista eñe, “Aquí y ahora (Diario de escritura)”, que también se convertirá en libro y donde regresa a la segunda persona.

Presentación de “Diario de Ithaca” de Miguel Ángel Hernández. El gusto por contar.



Conocí a Miguel Ángel Hernández gracias a una reseña del escritor murciano Basilio Pujante en su sección de la Tribuna del Noroeste. Basilio reseñó “Intento de escapada”, un libro que resultó ser del @mahn que seguía desde hacía algún tiempo en Twitter. La curiosidad me condujo a buscar y leer una novela en la que se mezclaban de manera fascinante arte y literatura, como por otra parte sucede en la vida del propio autor. Aquella historia de desilusiones me llevó a leer su segunda novela, “El instante de peligro”, que resultó ser finalista del Premio Herralde de Anagrama. Grata sorpresa fue “Presente continuo” publicada en la editorial murciana Balduque. Se trata de un diario muy curioso escrito durante la creación de “El instante de peligro”, que habla sobre literatura, lecturas, el proceso de escribir, el arte, presentaciones literarias, eventos, saraos y ciertos aspectos de la vida cotidiana del autor, consiguiendo un libro realmente delicioso que devoré este verano y con el que me sentí muy identificada como lectora y escritora (Intento de escritora). Me hizo reflexionar pero también reír por ese toque irreverente y exhibicionista, alejado de toda ceremonia, que salpica el libro.
Mientras transcurrían mis lecturas, Miguel Ángel estaba viviendo en Ithaca, Nueva York, realizando un proyecto de investigación en la Universidad de Cornell y gestando la segunda entrega de sus diarios. Y así acudimos a la presentación de este “Diario de Ithaca” en Madrid el pasado 15 de diciembre para descubrir qué tenía que contarnos esta vez Miguel Ángel Hernández.
Intervino Javier Castro Flórez, de Newcastle Ediciones, editorial murciana creada a finales de 2015 (forma parte de La Fundación Newcastle) y que publica crónicas, memorias, libros de viajes, diarios y pequeños ensayos. Se trata de una colección de libros en pequeño formato, “humildes pero que no son superficiales”, en palabras del editor. “En el mundo subterráneo está la diversión”, concluyó en referencia a las “catacumbas” de la librería madrileña Tipos Infames, donde se presentaba el diario.
El escritor Sergio del Molino se declaró “inductor del libro”, ya que él dio la perfecta excusa a Miguel Ángel para que siguiera escribiendo los diarios. Sergio se encontraba inmerso en aquellos días en la segunda temporada de “Preferiría no hacerlo”, programa sobre literatura en la radio autonómica de Aragón, y propuso a Miguel Ángel que grabara semanalmente una suerte de página del diario, pero hablado para ser emitido en el programa. Poco a poco el autor fue adoptando el tono al lenguaje radiofónico, para ofrecer una exposición de “lo peor de sí mismo”: inconveniencias, su tensión con el idioma inglés, sus angustias y desdichas a miles de kilómetros de casa, en medio de un gélido invierno con mucha nieve y con muchos momentos de soledad. Siempre repetía en las crónicas un irónico mantra: “No puedo ser más feliz”, en lo que fue un interesante ejercicio (tal vez experimento) radiofónico y literario.
A continuación tomó la palabra el autor, Miguel Ángel Hernández, quien recordó que los textos están publicados en su blog “pero el editor ha tenido la confianza de editarlo en papel. Se trata de un proyecto suicida, como todos los proyectos editoriales”. La propuesta de Sergio “fue el acicate perfecto para escribir”; Miguel Ángel no pudo negarse, “con que me pinchen me lanzo, no sé decir no”. Confesó que se trataba de un formato rarísimo y difícil para él, aunque le apetecía por la inmediatez del medio. “A mí no me gusta escribir, me gusta contar cosas. No le encuentro sentido a la idea de escribir para mí mismo”.
Ese gusto por contar es lo que le ha llevado a emprender este “proyecto diarístico”, que empezó con su bitácora “No (ha) lugar”, abierta en 2006 cuando aún había pocos blogs y no existían redes sociales, “era como un salto al vacío, no sabía cuánta gente lo podía estar leyendo”. Surgió entonces la propuesta de una columna en el diario La Opinión de Murcia, que le obligaba a racionalizar lo que estaba pasando y se convirtió en una especie de performance, “la vida se convertía en un hecho literario”. La de “Diario de Ithaca” es una literatura “poco elaborada”, aunque sí trabajó la voz y el tono.
Si “Presente continuo” estaba escrito en una sorprendente segunda persona del singular, “Diario de Ithaca” lo está en primera. Este diario tiene una estructura oral, ya que lo escrito iba a ser leído, el texto era un residuo de la voz, por lo que Miguel Ángel debía tener en cuenta al escribir el fraseo y el tiempo. Lamentó que en el libro se haya perdido la voz de las crónicas radiofónicas, “en las que había construido al final un personaje”.
En “Presente continuo” ya había una “pulsión exhibicionista”, que se repite en esta nueva entrega. En realidad este diario es una “muestra de la intimidad construida, una armadura con respecto a lo que yo entiendo realmente como íntimo”. Hay personajes que pidieron que alguna situación no saliera en el diario y otros que “forzaban la pose para salir”. Para el autor “se trata en definitiva de una especie de happening porque la historia del arte tiene mucho que ver en mi literatura”. Acabaremos pensándolo todo literariamente en un bucle sin fin entre vida y diarios. “El diario supone para mí un placer y un divertimento, no me interesa en absoluto la polémica, lo que no me gusta, no lo saco”. Se trata de un diario de experiencias, para entrar “en un extraño mecanismo donde hasta cierto punto incluso se hacen cosas para que salgan en el diario”.
A la pregunta de un alumno que había acudido a la presentación de Madrid sobre hasta dónde quería llegar con los diarios, Miguel Ángel explicó que en clase sí le gusta “generar polémica, crear incertidumbre, hacer pensar”. Reconoció que hay una pulsión narcisista y exhibicionista en el hecho de escribir para que lo lean otros, “pensar que lo que escribes puede interesar a otros es una llamada de atención, un mira lo que hay dentro de mí”. Para el autor es algo totalmente legítimo, aunque el narcisismo esté mal visto. “El que escribe es narcisista y más el que escribe sobre sí mismo, es la exhibición del yo”.  Sin embargo, “el registro de intimidad de cada uno es diferente, vivimos en un momento de exhibición absoluta debido sobre todo a las redes sociales. Hasta lo doméstico se ha abierto”.
Sobre su eterna dicotomía entre el mundo del arte y la literatura, en opinión de Miguel Ángel hay unos intereses “para-artísticos” que van más allá del hecho creativo, para que las obras lleguen al público o al mercado. En ambos mundos hay una perversión del mercado por encima del hecho creativo, pero el camino de la literatura es menos “perverso”. El autor entiende que la literatura tiene lectores y si no hay lectores esa “burbuja” de alguna manera estalla. En literatura alguien compra libros pero en el arte el público no importa, el espectador no es un agente dentro del mundo del arte, mientras que el lector sí tiene algo que decir en la literatura.
Unas crónicas de radio a ritmo de la canción de Caléxico Gypsy's Curse, transformadas en un coqueto libro maquetado y con portada de nuestra querida Cristina Morano, escritora, diseñadora gráfica y activista.

Los Marañones en Madrid. Preciosas canciones que hacen volar


Apreciar el paparajote, el zarangollo y el pastelico de carne; seguir con gusto la literatura murciana; saber que no hay más quintos que los de Estrella de Levante. No es suficiente. Disfrutar con la música de los incombustibles Marañones es lo que definitivamente convierte a una forastera en un proyecto de murciana.
Tras años sin pisar Madrid, Los Marañones se acercaban a la capital para presentar su último disco “A contratiempo”. No podíamos dejar pasar la ocasión de ver a un grupo preferido en una sala cómoda, recoleta y céntrica de nuestra ciudad como es El Intruso. Allí nos plantamos el miércoles 7 de diciembre, en medio de una semana de enorme puente para unos y de tres lunes para nosotros.
Descubrí al grupo “santo y seña del rock murciano” en noviembre de 2012, gracias al especial que les dedicó el que entonces era nuestro programa radiofónico de cabecera, Tímpanos y Luciérnagas, con motivo de la publicación del precioso “Historias sin principio ni final”. El programa presentado por Romu López y Alfonso Zaplana contó con los cuatro marañones en el estudio y durante dos horas hablaron sobre lo divino y lo humano, su carrera… y Frank Zappa (Román). En realidad hablaron todos excepto Pedrín, que avisó que él era un tipo de pocas palabras y no dijo más. En la entrevista la banda reconoció haber elegido la música como instrumento de escape y divertimento, para huir “de las penas de la vida real”, decantándose por el buen rollo y por compartir con la gente. Poco después, en mayo de 2013, tuvimos la suerte de verles por primera vez en directo y en su tierra, en un concierto en los Molinos del Río, con una acústica horrible pero en un concierto emocionante.
La historia de Los Marañones, treinta años les contemplan, es la de un grupo “optimista y viajero”, con las cosas claras, sonido completamente reconocible, composiciones magníficas, disfrute asegurado. Un grupo que, por encima de cualquier consideración, altos y bajos, idas y venidas a Madrid, se acabaron decantando por permanecer en su Murcia, seguir siendo amigos y manejar su carrera a su aire. Hay frases que definen a la banda: “Los Marañones, haciendo rock & roll (o como quieras llamarlo) desde 1987”; “Santo y seña del rock de Murcia y todo un ejemplo de honestidad”; “Cuando escuchas una canción de Los Marañones, sea de la época que sea, reconoces ese sonido marañon. Un sonido propio totalmente identificable y de una calidad sublime”; “Siempre han sido un grupo destacable, alejado de los intereses comerciales y de las modas pasajeras”; “Grupo difícil de etiquetar que siempre se ha movido por derroteros muy personales”. Añadiría yo que quizá la influencia más reconocible del grupo son las armonías Beatles que adornan muchas de sus canciones. Si sus primeros discos eran mucho más rockeros y los conciertos, por lo que nos han contado, una auténtica locura, con los años el sonido marañón se ha hecho más melódico, predominando las armonías y las canciones bonitas.
Como los tipos inquietos y “raros” que son, tienen sus proyectos y bandas paralelas, incluso hace unos años se estrenó “Cruzando las galaxias”, un musical para todos los públicos con música de Los Marañones. La formación actual de la banda está compuesta por Miguel Bañón: voces, guitarras, Carlos Campoy: órgano, Román García: bajo y Pedrín Sánchez: batería. En los primeros discos Ricardo Perpén era uno Los Marañones, aunque pronto pasó a ser un miembro “en la sombra” y compositor de varios de sus grandes éxitos. También durante una temporada Joaquín Talismán apareció como “el cuarto marañón”. Tras un tiempo en que fueron trío, a partir de “Extraña familia” (2007) Carlos Campoy, que había colaborado en varios discos, se incorporó como miembro fijo a los teclados. Su relación con Los Enemigos y Hendrik Röver (de los estupendos Los DelTonos), es muy estrecha y perdura a lo largo de los años. Otro elemento destacado del universo marañón son las portadas, que suelen estar diseñadas por Román, apasionado del dibujo y la ilustración, aunque en ocasiones han recurrido a otra manos.
Volviendo al miércoles 7, disfrutamos de un concierto redondo de un grupo de por sí cálido y amigable y con el calor añadido que da la cercanía de las salas pequeñas. Los Marañones saben perfectamente lo que se traen entre manos, con un público compuesto por fans madrileños que no pararon de moverse, corear las canciones y aplaudir a una banda que se hace querer. Nos ofrecieron un gran recital del tirón, sin respiro ni parrafadas entre temas, con varios bises que llegaron tras esperar un ratico a Pedrín, “el músico más querido de la Región de Murcia” que había salido de la sala, imaginamos que para echar un pito. Un concierto ejecutado con naturalidad, sin afectación, con la seguridad de quien no tiene ya nada que demostrar y la tranquilidad de tener una magnífica carrera a sus espaldas, más allá de famas y modas. Por allí andaba todo el tiempo Rafa Silbato, cuidando de que todo estuviera en su sitio, pendiente de los chicos, en el puesto de merchandising, con los cds del grupo y de las bandas paralelas y la camiseta marrón con la tipografía de Tipos raros, que nosotros compramos en su día en el concierto de Murcia.
La larga carrera de Los Marañones está compuesta por decenas de magníficas canciones, algunas de ellas sonaron con la brillantez que caracteriza el directo de la banda en el concierto de El Intruso. Es el caso de El misterio de tu amor, Reír o llorar, A Hawai, Yo no soy supermán, Historias sin principio ni final, El hombre del melón, Para decir adiós, No soy yo, Francesca Salazari, Voy loco mama, Shangri-La, Mi gato se llama Persona, Cruzando las galaxias, Atrapado, entre otras, ofreciendo varias canciones del nuevo disco “A contratiempo”, y haciendo un repaso de temas de sus discos “Historias sin principio ni final”, “Tipos raros” o “Las aventuras de Los Marañones”.
Al hablar de Los Marañones es fácil caer en tópicos, ciertamente ellos no son de innovaciones, experimentos o postureos, su sonido es claramente identificable y en otro país en el que la música y los músicos fueran realmente respetados el grupo murciano debería ser mucho más reconocido. Pero con ellos lo mejor es dejarse de cháchara y disfrutar sus preciosas canciones que hacen volar, ¿acaso no es eso también el rock and roll?



“La edad media” de Leonardo Cano. Las ilusiones incumplidas de una generación


Como siempre sucede, una cosa lleva a la otra. Descubrí a Leonardo Cano (Murcia, 1977) a través del libro de Miguel Ángel Hernández “Presente continuo”. Él resultó ser ese Leo, amigo del autor, tan presente en los diarios de mahn. En “Presente continuo” sabemos de la búsqueda de editorial para una novela de Leonardo. Aquella novela resulta ser “La edad media”, libro adquirido en el Bookstock del CICUS en Sevilla, y que acabo de leer con sumo gusto.
No es “La edad media” un libro para subrayar esas citas y pensamientos a las que soy tan aficionada. De hecho no he tomado ninguna nota mientras lo leía, limitándome a disfrutar una narración muy fluida y con una estructura bien trabajada. La novela cuenta la historia, desde el colegio hasta la treintena, esa “edad media” del título, de un grupo de chicos y chicas de un colegio privado. Para contar esta historia de desencanto la novela combina tres narraciones: el chat de uno de los personajes con su novia; una narración en tercera persona del día a día de otro de los personajes en unos juzgados y un narrador en primera persona del plural que cuenta la infancia y adolescencia de todos ellos. Los temas que toca “La edad media” son las aspiraciones desbaratadas y los sueños rotos, algo con lo que todos nos sentimos identificados de alguna manera.
Según el autor, tal y como planteó la historia “necesitaba de los tres narradores y de una estructura compleja”. ¿Se trata de una estructura ambiciosa para una primera novela? Leonardo desvelaba en el CICUS de Sevilla que varios de sus amigos habían publicado sus respectivos libros y él debía por fin enfrentarse a escribir el suyo. “Además, para conseguir que me publicaran la novela debía ser buena”, afirmaba. Sabía que no le serviría algo “fácil”.
Los protagonistas principales son tres amigos de infancia, Moya, Fauro y el hijodelRana, carne de acoso en la infancia y convertidos en la madurez en un abogado de éxito cuyos mayores logros juveniles fueron esconderse mientras forzaban a la chica de la que estaba enamorado y copiar poemas de otros para hacerse el interesante; un trabajador de la justicia quien, a pesar de su brillantez sólo tiene arrojo para distraer todo el dinero que puede; o un trabajador de banca que languidece en su empleo sin muchas más aspiraciones. La escritora Rebeca García Nieto destaca que la novela refleja muy bien el “círculo de la violencia”, cómo se pasa de ser agredido a ser agresor. A través de estos tres personajes conoceremos al resto de compañeros de estudios, con la novedad de la llegada a sus vidas de las chicas que entran al colegio en BUP. Una de esas reuniones de antiguos alumnos será el hilo conductor de la novela, que transita por diferentes tiempos y planos narrativos.
Frases cortas, poco “colegueo” del autor con sus personajes, que son mostrados tal y como son, con sus miserias y sus grandezas (pocas). Como autora novel opino que lograr ser tan objetivo con sus protagonistas es sin duda un ejercicio bastante complicado porque es fácil caer en la tentación de “enamorarnos” de nuestros hijos literarios y mostrar una cierta “antipatía” por nuestros antihéroes. Leonardo ha conseguido evitarlo y exponer, incluso con frialdad, los fallos y mezquindades de los personajes, muchos, que pueblan la novela.
Porque ciertamente durante la lectura se hace difícil identificarse con alguno de ellos, la mirada que muestra la novela es en gran medida desencantada. ¿Fue, es así nuestra generación? Yo soy seis años mayor que el autor, algo que ahora apenas se nota pero que en la adolescencia y primera juventud resulta un abismo. Los colegios privados verdaderamente caros, los vaqueros de marca, coches como recompensa por las notas o un buen empleo aguardando en la empresa familiar son asuntos que me son por completo ajenos. Tuve la suerte de verme libre de bullying o cualquier otro tipo de acoso en el colegio y en el instituto. No me identifico con esos hijos de la clase media, sin conciencia social y apenas intereses artísticos y culturales. A pesar de todo ello me he sumergido con gran gusto en la historia gracias al buen hacer de Leonardo.
Codicia, adicción al trabajo, cobardía, mezquindad, clasismo. Esos jóvenes de ciudad de provincias, que se mueven por Madrid, Barcelona, Italia, Francia o EEUU con relativa facilidad, entran en la madurez, en esa “edad media”, sumidos en una vida mediocre y aburrida. Sufriendo las ilusiones incumplidas. Si es que alguna vez les ilusionó algo.
“La edad media” habla de las ilusiones incumplidas de una generación; al menos Leonardo Cano, integrante de la misma, sí está logrando materializar su gran ilusión gracias a esta más que notable novela editada por Candaya.
Leonardo Cano con Rebeca García Nieto y Miguel Ángel Hernández

“Presente continuo” de Miguel Ángel Hernández, el enorme desafío de la escritura


Es este Presente continuo, libro lleno de literatura, lecturas y escritores, una suerte de diario realizado durante la escritura de “El instante de peligro”, novela que le valió a Miguel Ángel Hernández ser finalista del Premio Herralde de novela que concede Anagrama. Desde septiembre de 2013 el periódico La Opinión de Murcia recogió los domingos las entradas de aquel diario, escrito en segunda persona, que sería publicado en 2015 por la editorial murciana Balduque con el título “Presente continuo”. Como curiosidad, mi ejemplar lo compré en la Librería Educania de Murcia, que tuve el enorme gusto de visitar en enero de 2016 para presentar “Sin pedir permiso”.
Con frases cortas y un estilo directo y rotundo, Miguel Ángel escribe sobre los dos mundos que habita: el del arte, su profesión, y el de la literatura, su pasión, pero de la que difícilmente podría vivir. En el libro la literatura gana por goleada al arte. El autor vive la eterna pugna entre las obligaciones y la pasión por escribir.
El contenido del libro descansa en infinitivos como leer, escribir, comer, beber, amar, follar, conjugados con encanto, oficio y pasión por un autor al que se agradece su intención de ser lo contrario a un “hater”, esos seres que pululan por Internet y que sólo comentan sobre lo que no les gusta, sobre lo que odian. El autor lo obvia, sólo recoge aquello que le llena y le aprovecha, lo que disfruta y lo que le hace aprender.
LITERATURA
Es la verdadera y casi única protagonista de un diario en el que todo gira en torno a ella. El libro está lleno de deliciosas declaraciones de amor a algo que es mucho más que un oficio. El autor está enamorado de la literatura como escritor y sobre todo como lector “al otro lado de la barrera”. La literatura está entendida como arte completo “Hay un lugar al que llega la literatura y al que jamás podrá aproximarse el cine: la conciencia”. En este “Presente continuo” Miguel Ángel ejerce la crítica literaria lleno de amor por los libros porque como escritor sabe lo que cuesta sacar adelante uno: sangre (y sudor y lágrimas). Y es que la literatura “Te transforma. Te hace mejor persona. Para eso sirven los buenos libros. Y quizá esa sea la única y verdadera función del arte, hacer del mundo un lugar mejor”.
LECTURA
Miguel Ángel Hernández es un voraz lector. “Presente continuo” puede ser utilizado también como una perfecta guía de títulos recomendables para leer, en una especie de guía gourmet de literatura. Echo de menos un glosario de nombres, aunque entiendo que supondría un trabajo ingente por la enorme cantidad de personas, personajes y autores que aparecen en este libro.
Destaca la belleza de una lectura “que emociona hasta las lágrimas”, lo que se dice sufrir un Stendhal literario. Y una reflexión con la que nos identificamos los que hemos intentado escribir algo con mínima enjundia, “Ya no puedo leer un libro sin activar la mirada de escritor. El lector inocente hace tiempo que desapareció”, un lector que no puede evitar ver “las costuras a las novelas”.
Hablo de voraz lector porque él mismo hace numerosas alusiones a “La bestia lectora que habita” en él. Así, el libro recoge incontables lecturas de numerosos autores, muchos de ellos hispanos. En eso Miguel Ángel es generoso, no tiene reparos en decir si algo le gusta o incluso la entusiasma. Recoge libros de Ricardo Menéndez Salmón, Vila-Matas (su autor español preferido), Don DeLillo, Doménico Chiappe, Elvira Navarro, Miguel Serrano, Edmundo Paz Soldán, Jenn Díaz, Marina San Martín, Sergi Bellver, Marta Sanz, Alberto Olmos, Knausgard, Charlotte Roche, Mercedes Cebrián, Sergio del Molino, Kundera, Paul Auster, Vargas Llosa, entre muchos otros.
También se refiere los escritores murcianos Pedro Pujante, Rafael Balanza, Juan Soto Ivars o Ginés Sánchez, refiriéndose al momento dulce que vive la literatura de la Región. “Quizá sea cierto eso de que Murcia es un lugar de escritores. Si algo no está en crisis en esta región, eso es, sin duda, la literatura”. Sobre Ginés Sánchez, autor murciano preferido para este blog, afirma: “Es un escritor de verdad. Se lo toma en serio. Te hace sentir más escritor”.
Como curiosidad no le acaba de convencer “Los lanzallamas” de Rachel Kushner, una de mis lecturas de 2016, pendiente de reseñar y que a mí sí me gustó. El libro se le “atraganta”, no sabe muy bien hacia dónde va la narración.
ESCRITURA
El apasionado amante de la escritura que es Miguel Hernández se atrevió hace años a dar el gran paso a la escritura, lo que supone un gran desafío. Es autor de varios ensayos, poemas y novelas, y la escritura le produce una enorme satisfacción, “quien lo probó lo sabe”. Así se refiere al momento, difícil de describir, en el que fluye la escritura, “Das gracias al mundo por tener la suerte de experimentar esos momentos”. Pero al mismo tiempo es fuente de sufrimiento, de eterna insatisfacción, “Pocos textos has terminado de los que te sientas absolutamente orgulloso. Si por ti fuera estarías siempre dándole vueltas y buscando más lecturas hasta completar lo que falta. Sería el texto infinito”, porque “Uno nunca escribe el libro que quiere, sino el que puede. Entre el escritor que uno imagina y quisiera ser y el escritor que al final es hay una distancia”.
En “Presente continuo” Miguel Ángel describe la dificultad de encontrar el tono y la voz, se puede tener muy clara la historia pero hasta que no se encuentra la voz la novela no funciona. Todo empieza a fluir cuando el que narra, personaje o voz,  posee al escritor. “Poco a poco los personajes te van poseyendo. Es como un virus que se adueña de tu organismo”. La novela en construcción es “un organismo vivo”, se parte de “un material sobre el que ir construyendo el edificio”. Como escritor dedicado a otros menesteres encontrar un tiempo para escribir es oro, “Estos días vives en la novela”, la novela se convierte entonces en un todo, pasa a ser la prioridad “es como si se hubiera adueñado de ti. No existe otra cosa. No hay otro lugar ahora. Te embriaga esa sensación. Bendito virus de la literatura”.
Miguel Angel refleja en el libro la intensidad brutal de la escritura, cómo se siente poseído por ella, sobre todo cuando se acerca el final; la intensidad de la creación es tal vez parecida a la de dar a luz, “Tienes la historia en los dedos. La sientes salir (…) La intensidad del trabajo es brutal. Casi ni respiras (…) Estás absolutamente inspirado, drogado por la literatura. Casi en trance (…) Es como si una fuerza sobrehumana te hubiera poseído y tuvieras que sacártela de encima (…) Notas que la historia está saliendo de ti. Imaginas el proceso casi como un exorcismo”. Deseo de acabar la novela pero al mismo tiempo pena porque se termine el proceso. “(…) al dejarla ir pierdes un poco. Escribir, piensas, es perder la intimidad con las historias (…) al ser compartidas pierdes (…) esa secreta solidaridad que comparten con el escritor”. Hasta llegar a ese momento de alivio y vacío cuando pone FIN, “El momento bello e inexplicable es el del último párrafo, la última frase, el último momento de intimidad absoluta con algo que has llevado dentro de ti prácticamente un año y medio”
POLÍTICA/ ACTUALIDAD / SOCIAL
Miguel Ángel Hernández no es uno de esos escritores aislados en su torre de marfil; por el contrario, sigue el pulso de lo social y la actualidad, opina, se moja en aquellos temas que le tocan. Como la terrible crisis económica que lo ha trastocado todo, “Fin de fiesta. Reconoces que eres un afortunado habiendo nacido unos años antes, cuando había oportunidades (...) Es el final de una fiesta.  Es el día después, es el momento en que todo ha comenzado a resquebrajarse”. Está al tanto de la actualidad internacional y la de su país: los inmigrantes, la Constitución intocable, la irrupción de Podemos… En el libro se hace referencia a sus buenos resultados en las elecciones europeas de 2014. “Te alegras por el toque de atención al bipartidismo. Es un paso importante para que las cosas empiecen a cambiar”. Se muestra crítico con la monarquía al hablar de la abdicación del rey Juan Carlos I, “Nada va a cambiar. Todo va a seguir en el mismo lugar. Cambio de muñeco, nada más”.
Durante el verano de 2014, se produjeron los terribles bombardeos sobre Gaza. Miguel Ángel los recoge, sobrecogido. “El silencio internacional y la pasividad de los gobiernos te asquean”. También fue 2014 el año del ébola y Miguel Ángel habla de la angustia y la indignación producidas por una enfermedad que llegó hasta nuestras puertas, por desgracia por eso mismo tuvo tanto impacto. “Aquellos muertos duelen menos. O simplemente no duelen nada. Están lejos. Son invisibles. Sólo importan si nos afectan. Si son peligrosos. Si se acercan y trastocan el equilibrio perfecto de nuestro palacio de cristal”.
UNIVERSIDAD
Profesor de Arte Contemporáneo en la Universidad de Murcia, se muestra crítico con el engranaje de la universidad, su lugar de trabajo, allí donde la burocracia es infinita. “Quizá todo tenga que ver con la idea de tener entretenida a la gente, convertirles en obreros de la administración, no dejar espacio ni tiempo para el pensamiento”.
MURCIA
Su ciudad es el auténtico escenario del libro. Por circunstancias de trabajo seguimos sus viajes a Madrid, Alemania, Finlandia, China o Venezuela. Pero Murcia está siempre presente: sus bares, la universidad, la casa, el centro con la calle Trapería como lugar para mirar y ser mirado. Y en especial, la huerta. Lugar de infancia del autor, lleno de recuerdos de los padres ausentes, lugar de encuentro con los hermanos. La huerta, con su idiosincrasia y su habla particular, corre el peligro de desaparecer. En el libro hay una reivindicación para que siga viva. En ella, en muchos aspectos, late una honda murcianidad, “La sabiduría [de la huerta] que no se aprende en los libros”. La nostalgia de la huerta de su infancia es la nostalgia “del Paraíso”. “Las cosas son más grandes en los recuerdos. La memoria aumenta la escala del mundo”, afirma. Ya no habita allí, aunque siempre regresa a la huerta.
Miguel Ángel es de salir mucho y bien. Junto a él recorremos muchos locales de la noche murciana: La vie en rose (que sale en su anterior novela ‘Intento de escapada’), el Trémolo, la 12 y medio, el Pura Vida, el Bizzart, la Yesería. También recorremos con el autor lugares para la cultura: La Azotea o el Espacio Pático y conocemos a colectivos como La mano robada. Asistimos gracias a Miguel Ángel a la presentación del libro de relatos “La montaña azul”, de editorial murciana La Fea Burguesía, en el que participan autores murcianos contemporáneos. Participa en su ciudad de diferentes actividades culturales: “pool talk”, festivales, recitales, leer sus textos escritos sobre un cuerpo desnudo… Acumula “experiencias para su catálogo”.
Importantes convocatorias murcianas tienen cabida en este “Presente continuo”, que al fin y al cabo es vida. Como el Lemon Pop, que se celebra en la ciudad a principios de septiembre, “la vuelta al cole de los modernos”. O la popular fiesta murciana de El Bando de la Huerta, que compara con “el apocalipsis zombi”; el Bando es puro desfase, “Murcia era una fiesta pero toda fiesta tiene su vomitorio”.
FÚTBOL
El “deporte rey” también tiene su hueco en el libro, al ser el autor un entregado seguidor del Real Madrid y del Real Murcia. El Murcia es el equipo de sus amores, “Tu Murcia querido. El equipo de tu vida”. Porque un equipo de fútbol “es mucho más que una empresa. Es memoria, historia, emociones”.
El libro hace referencia aquella temporada en que el Real Murcia estuvo a punto de subir a Primera pero acabó descendiendo a Segunda B por deudas con Hacienda. A menudo sigue los partidos de su equipo, pero recuerda los encuentros vistos con su hermano en el estadio antiguo, la Condomina, que tras varios años de abandono en el centro de la ciudad ahora es ocupado por el gran rival del Murcia, el UCAM (historia, por cierto que da para una buena novela de un escritor murciano, ahí lo dejo). Sin embargo del fútbol no le gusta “la irracionalidad, la falta de sentido común, la violencia”. Se queda con “la afectividad, el sentido de comunidad, lo sublime de algunos momentos”. Porque el fútbol proporciona felicidad, “Es una pasión irracional, efímera (…) Es memoria, pasión, infancia, sueño, paraíso. Con esto es con lo que te quedas”.
AMISTAD
La amistad ocupa un lugar predominante en “Presente continuo”, muchos amigos y conocidos pasan por sus páginas. Con ellos comparte gustos, intereses, viajes, trabajo y vida. Es el caso del omnipresente Leo, entiendo que se trata del abogado y escritor murciano Leonardo Cano, autor de la novela “La edad media”. Miguel Ángel es el primero en leerla “un privilegio y una responsabilidad”, también se refiere a su búsqueda de editorial.
Gracias al arte y a la literatura Miguel Ángel tiene ocasión de conocer a mucha gente interesante, algunos sólo de paso, otros dejarán huella. “A veces uno encuentra almas gemelas de modo fugaz. Y es consciente de que esas personas si vivieran cerca, seguramente estarían entre tus mejores amigos”.
AMOR
El amor, la pareja, el sexo, tienen cabida en el diario. El autor reflexiona sobre las relaciones, el amor romántico, el poliamor, los sentimientos… “La imaginación moderna – primero a través de la novela y luego de la cultura de masas – ha creado unas expectativas, las del amor romántico, que no pueden ser satisfechas y que producen frustración y dolor”. También se refiere a la placidez de la feliz convivencia con su pareja, “El cuerpo de la persona que amas es un refugio, un abrigo blando, suave, esponjoso, dúctil y maleable”. Sobre el sexo, el autor opina que importa en la narrativa “cuando significa”.
REDES SOCIALES
Las redes sociales, que llegaron para quedarse, también ocupan su espacio en “Presente continuo”. El autor sabe de lo que habla ya que tiene cuentas en varias. En el libro aparecen reflexiones interesantes sobre lo que suponen estos insólitos mundos virtuales. “Es extraño. Más que conocer, parece que ahora la gente se reconoce. El primer contacto no es exactamente el primero. Es una suerte de déjà vu siniestro”. Las redes han supuesto nuevas formas de amistad que aún estamos asimilando, “La amistad digital no es como la corporal, pero no por eso deja de ser amistad (…) muchos son tan cercanos que se han convertido en personajes importantes para ti”. Confiesa que desconecta la wifi cuando tiene presión para escribir y que de vez en cuando la desconexión de las redes es positiva. “Las redes sociales son un peligro con el tiempo libre. Y desconectar de vez en cuando es garantía de salud”, porque las redes no siempre son fáciles de manejar. Se refiere la nostalgia de los viejos tiempos, cuando “nadie sabía nada de nadie, en los que apenas conocías dos o tres cosas acerca de la gente con la que encontrabas, esos tiempos en los que todos eráis anónimos y desconocidos”. Las redes han cambiado nuestra forma de relacionarnos, de contar nuestras cosas, “Las experiencias ahora se recuerdan una sola vez, en público, y nunca más”.
Es “Presente continuo” un disfrute continuo, en especial para los enamorados de la lectura y la escritura, un libro en definitiva que recoge la actividad frenética del autor, obsesionado por recuperar un tiempo que no volverá, viviendo una “segunda juventud” mucho más intensa que la verdadera. “Estás haciendo las cosas que no hiciste en el pasado – porque no pudiste, porque no supiste o porque no quisiste – como si el tiempo no hubiera pasado (…) ya no eres tan joven, tu mundo está en otro lugar, tu segunda juventud también tiene fecha de caducidad. Es hora de retomar también una segunda madurez”. Pero sin dejar de escribir, por favor.

‘Pantanosa’ de Francisco Miranda Terrer. Lecturas, libertad y tristeza


“Intoxicado con la locura, enamorado de mi tristeza”, The Smashing Pumpkins
Debo a mis estimados murcianos Ana García y Paco Paños el descubrimiento de ‘Pantanosa’, de Francisco Miranda Terrer, nacido en Valencia en 1976.
‘Pantanosa’, publicada por Ediciones Libertarias en 2010, debe su título a la ciudad de Murcia. Las diferentes leyendas en torno a su nombre incluyen que venga del término “murcio”, pantanoso, referido a que el lugar donde se levantó la ciudad era una zona de aguas retenidas del río Segura. Se trata de una obra de descubrimiento y juventud, de contenido autobiográfico. El propio autor definía el libro en una entrevista en el diario La verdad como “un grito punk contra el poder, sus representantes y sus leyes”. De alguna manera forma parte de esas obras de “narrativa vivencial” que tiene en el noruego Karl Ove Knausgård y su saga “Mi lucha” a un destacado representante. Al mismo tiempo encuentro en “Pantanosa” cierta relación con un libro que me gusta especialmente “El árbol de la ciencia” de Pío Baroja, que también se menciona en la novela.
Oscuro y sombrío, el libro es narrado en primera persona por un joven estudiante de derecho, idealista, crítico y fieramente desencantado con la vida a pesar de su juventud: “Creía que la vida no era buena sino profundamente injusta”. En la novela seguimos su azaroso recorrido en busca de su verdadera personalidad: “Vivía empeñado en conquistar la tierra incognita que constituía mi personalidad genuina”, algo tan común a los veinte años: “Ser distinto, único e irrepetible era, justamente lo que me igualaba al resto de los hombres”. La mirada del protagonista está llena de pesimismo y angustia existencial: “Sentimiento tenebroso sobre la vida (…) Sentimiento de abrumadora desolación, rumiando pensamientos desagradables”.
Pero la angustia por traicionarse a sí mismo y una exigencia y expectativas absolutamente puras sobre la vida le llevan al desequilibrio: “Me sentía desgajado de la sociedad por pedirle demasiado a la vida”. En casa opta por el aislamiento, agravado por la mala relación con su madre y en especial con su hermana, quien sufre graves desórdenes mentales: “Decidí excluirme, ser ajeno y nocherniego, vivir en el universo de música, lecturas y estrellas que se creaba al cerrar mi puerta con pestillo”. En la calle combate su desilusión con alcohol, drogas y literatura.
La falta de orientación, de referentes, de alguna figura respetada que pudiera marcarle un camino o tal vez servirle de ejemplo lleva a nuestro protagonista a sentirse perdido. Busca esa “guía para la vida” en la literatura, en leer sin descanso. “Necesitaba desesperadamente alguna referencia que me permitiese tomar aire. Me aferré a la lectura, a los libros”. Como una especie de Don Quijote, el protagonista desvaría, no con libros sobre caballeros andantes sino con la lectura compulsiva, en especial de clásicos. “Los libros eran la fuente de vida de mi libertad”, “Los libros colmaban el hueco de mi ser”. Enfermo de literatura, se confunde con los personajes de los libros que devora: “Yo no era en absoluto como ellos, sino que era a través de ellos, gracias a ellos”. Sin embargo, sus amigos le advierten de que “una cosa son los personajes de una novela y otra muy diferente las personas de carne y hueso”.
Así “Pantanosa” es una enorme guía de lecturas, “suculentos goces”, con un autor /protagonista que es lector compulsivo de Baroja, Dostoyevski, Céline, Stendhal, Cortázar, Camus, Ezra Pound, Hesse, Huxley, de filósofos como Jünger, Nietzsche, Savater, Escohotado, y de poetas como Claudio Rodríguez, Rimbaud, o Leopoldo Mª Panero, entre muchos otros. Porque para él “Los libros destilaban sin desmayo explicaciones y respuestas”. Los libros le dan fuerza para intentar vivir a su manera, “no hacían sino apuntalar mi resolución”. La literatura es su guía para la vida, “Yo quería vivir, acumular experiencias, leer millones de libros para extraer de cada experiencia hasta el menor átomo de sustancia, quería estar siempre embriagado, rebelarme, desafiar el poder; quería viajar, amar (...)”. Pero la realidad se impone sobre sus deseos, debe terminar la odiosa carrera de derecho y entiende que deberá pasar por la cárcel al haberse declarado insumiso. El protagonista teme que “la espera y el aplazamiento” se conviertan en debilidad y termine sintiendo miedo ante su búsqueda de la libertad y la belleza.
El escenario principal de la novela es Murcia. Sus calles, la universidad, los bares, los lugares por donde transcurre la vida cotidiana del autor. En la mencionada entrevista Miranda afirmaba que lo peor de la ciudad era “El gregarismo, la hipocresía, la escasez de autocrítica (o el miedo), la dineromanía”, males no sólo de su ciudad, sino extrapolables a toda España. En la novela uno de los personajes se refiere así a Pantanosa: “Aquí tenéis un montón de cosas cojonudas… el ambiente éste sureño y mediterráneo, la cercanía del mar, un clima privilegiado y ese carácter tan lúdico… aquí sabéis divertiros pero nadie se puede fiar de nadie… la gente se utiliza con un descaro tremendo… todo el día con la sonrisa puesta a ver cómo pueden sacar tajada de quienes tengan enfrente, o para ponerlo a caldo en cuanto se haya largado (…) Hay que ser muy fuerte para vivir sin miedo en esta ciudad tan pirata… tan enrevesada, tan barroca… qué digo barroca… ¡churrigueresca!”.
Las muertes de William Burroughs (1997) y Ernst Jünger (1998) acotan el tiempo de la novela en la segunda mitad de los 90. Una década considerada “gris” por encontrarse entre los idealizados ochenta y el fin del milenio; una “tierra de nadie” en la que los que andamos ahora por los cuarenta vivimos nuestros veinte años o en la que Morente y Lagartija Nick grabaron Omega, casi nada. Precisamente el protagonista asiste al estreno del mítico disco en el Auditorio de Murcia: “No dábamos crédito a lo que acabábamos de escuchar. Lo que había ocurrido sobre el escenario constituía un experimento en toda regla. Los músicos se asemejaban por momentos a científicos en un laboratorio, a santos en éxtasis, a demonios enloquecidos. Pero el resultado no podía ser más feliz ni más trágico. Aquel sonido poseía una fuerza inimaginable, no sólo audacia. Sobrevolando una apoteosis de guitarras eléctricas y atronadores mazazos de batería, Morente cantaba los versos de Vuelta de paseo absolutamente desatado, con un clamor que parecía la voz misma del caos primigenio”. Porque hay mucha música en “Pantanosa”: Iron Maiden, Los Planetas, Camarón, Paco de Lucía, Burning, Los Enemigos, Bowie, The Smashing Pumpkins, The Clash conforman la banda sonora de un joven también amante de la música, “Si no hubiera libros no querría vivir. Pero sin música no podría”.
Otro de sus motivos de angustia son los estudios de derecho que emprende, instado por la familia a estudiar “algo de provecho”. Pronto la universidad, “una suerte de mezcla entre la fábrica y el cuartel donde cualquier pretensión de alcanzar la sabiduría era eliminada sin contemplaciones desde el primer día” le decepcionará amargamente, “Aquí estamos para aprobar no para aprender” pero “Lo que me interesaba era saber, no aprobar exámenes como un autómata”. “Lo primero que aprendí en la carrera fue que el derecho no tiene nada que ver con la justicia. El derecho se ocupaba de leyes”. Los estudios de derecho le causan, en definitiva, “una impresión nefasta”. En la universidad impera “la sumisión y el autodesprecio”. La carrera elegida le lleva a sentirse aún peor pero no se decide a abandonarla, continúa renqueando con los estudios como única huida hacia delante, “Trabajar era algo que ni se nos pasaba por la cabeza”. Todo le conduce a considerarse por completo perdido: “No era un exceso de alma o sensibilidad lo que me impedía vivir libremente entre los demás hombres, sino el hecho de haber errado por completo mi camino”. A pesar de todo, poco le importa: “Mi futuro podía irse con toda tranquilidad al carajo”.
La novela es una constante llamada a la defensa de su íntima soberanía y a desobedecer un sistema que no sólo le parece injusto sino que desprecia. La monarquía, el ejército (se declara insumiso frente una prestación social que considera como esclavitud), la iglesia católica o un sistema educativo desastroso son algunas de sus dianas. Y es que por encima de todo en “Pantanosa” prima el deseo de libertad “La libertad merecía que se la honrase”; se trata de un canto a la libertad individual. “Es tu propia libertad la que te atañe y no otra”. Pero hay que ser muy valiente para defender la libertad completa: “¿Quién está dispuesto a acarrear con la soledad y el rechazo que la libertad comporta?”. Su objetivo es participar de su libertad sin dirigirse al estado, “Mi libertad es asunto mío”, pero para ejercerla es preciso “entablar una batalla a muerte contra el miedo”. Quien busca la libertad absoluta debe pagar un alto precio. “Tenía que destruirme para ser”.
Autodefinido como “animal político”, la situación política española, que ya ofrecía las primeras señales del disparate que vivimos en la actualidad, planea por “Pantanosa”. “En España la política era, esencialmente, una cuestión de fe. No había que cuestionar a Dios ni la patria, ni al rey, ni a la administración ni a la ley; había que confiar en ellos”. Ambientada en el final del largo mandato felipista y con un Aznar preparado para el asalto al poder, el protagonista refleja un absoluto desencanto político y una crítica feroz al sistema, que sin embargo tampoco sabe cómo canalizar. “El caso era trocar aquella democracia representativa por una democracia directa que obligase a considerar la política, más que un privilegio con el que se forraba uno, un deber, un deber molesto, que solicitaba la participación de todos al mismo ras”. Los mediocres políticos españoles no son mucho más que un reflejo del pueblo que los elige: “La culpa sólo era achacable a los hombres. El pueblo pasaba de víctima a masa esclava y pusilánime, voluntariamente anestesiada, capaz de transigir con vejaciones e infamias por pura cobardía, por miedo a la libertad”.
El amor tampoco es luminoso en la novela. El protagonista se enamora locamente de Helena, una muchacha de apariencia angelical, que torna “en pantera”, que juega con él, que le ordena y exige, que le maneja hasta el dolor. Con ella en el sexo no hay sólo deseo físico sino también amor. La novela reproduce escenas de sexo explícitas y al mismo tiempo muy bien escritas, lo que no es nada fácil. Refleja con acierto el “deseo abrasador”, la “excitación de descarga eléctrica” que se siente al descubrir el sexo.
En la obra también se aborda el problema de las enfermedades mentales (él prefiere decir nerviosas) a partir de los problemas de su hermana, diagnosticada de “depresión atípica con trastorno de la personalidad”, una persona “incapaz de realizar sinceramente el menor ejercicio de introspección”, que escondía “una inseguridad atroz a la que jamás se había enfrentado”. “Nadie podía estar completamente cuerdo; si lo estaba, era por estar vacío”, afirma. La locura, “una cuestión de grados”, el exceso de sensibilidad, la búsqueda de la libertad (en el sentido más profundo y filosófico), “Acaso era una locura ansiar la libertad”, en una sociedad cruel que machaca a los que tienen una sensibilidad más acusada, en una sociedad que no funciona, en la que demasiada gente sólo encuentra refugio en la evasión a través de las drogas, el alcohol y un descontrol total.
Hay que abordar “Pantanosa” sin prejuicios y sin el inevitable deseo de juzgar que produce en muchos momentos. No porque esté mal escrito o porque no aborde temas interesantes. Todo lo contrario. La prosa de Pantanosa es rica, brillante, los temas son hondos y el libro está lleno de erudición, pedante en su justa medida. Pero se hace complicado no desesperarse con la amargura y el hastío de un protagonista tan joven pero tan perdido, que carga con toneladas de vacío, desencanto y dolor de vivir. Aunque sepamos que en el fondo tiene razón.
Miranda, fallecido el pasado 2015, escritor, abogado, lector infatigable, publicaba un blog “El infinito interno” y colaboraba con la revista de poesía La Galla Ciencia. Además de “Pantanosa”, novela cruda, amarga y muy sincera, un retrato descorazonador una juventud desorientada, desencantada y perdida, publicó “El laberinto del Albayzín” (2012). Aquellos jóvenes que tenían veinte años hace ya veinte años forman parte de mi generación. Han, hemos crecido (no sé si madurado) con desigual fortuna y destino. Mis respetos al autor de una novela grande y valiente.