Breve y disfrutado recorrido por Pastrana
La verdad es que ir a Pastrana sin saber
que fue la cuna (si no de nacimiento sí de vida y muerte) de la mítica Princesa
de Éboli, es de una ignorancia y despiste de nota. El mini viaje organizado
corre que te corre no había dado para buscar mucha información. Las sorpresas
irían llegando a través de la propia villa, que esconde muchas delicias, fácilmente
accesibles con sólo estar un poco atentos.
Llegamos a Pastrana arrastrados por un
precioso spa. Decir, eso sí, que quien pretenda acercarse a Pastrana en
transporte público lo va a tener complicadillo. Vale, que nosotros somos unos
frikis y todos vais en vuestro cochecito; suertudos vosotros. Si alguien más
viaja en autobús, estad muy atentos a los horarios en especial el fin de semana.
Preguntad en la estación y en la oficina de Turismo de Pastrana (situada en el Palacio
Ducal). De nada.
El primer sitio destacado que seguramente
pisaréis será la plaza principal de Pastrana, la Plaza de la Hora, luego cuento
por qué se llama así. Allí os chocaréis con el grandioso palacio ducal. Un
camión de reparto de pasteles, con la princesa de Éboli dibujada, y una
grandiosa fuente frente a nuestro alojamiento construida por los príncipes de Ébolia,
me despertó del despiste, Pastrana tiene que ver, y mucho, con la Princesa de
Éboli, la “tuerta” más bella y famosa de todos los tiempos. Refresco en mi
memoria lo que puedo de aquella historia y efectivamente confirmamos que es la
villa de los Duques de Pastrana y Príncipes de Éboli. Los Austrias, conspiraciones,
encierros, los datos me bailan pero pronto tendremos oportunidad de repasar,
gracias a los folletos que nos ofrecen en la Oficina de Turismo, aquella
fascinante historia de intrigas y poder.
Os hablaba antes de la fuente. En la plaza de
los cuatro caños se sitúa la fuente del mismo nombre, una maravilla de 1588, en
forma de copa, con cuatro caños altos que salen de cuatro caras. Está llena de
simbolismo: la rosa de los cuatro vientos, los cuatro puntos cardinales, las
cuatro edades del hombre… Porque las caras representan la niñez, la juventud,
la madurez y la vejez. Los tres primeros rostros tienen largos caños en la
boca, el anciano en su nariz. Aquella plaza era la principal de la villa
medieval, cubierta de soportales en la época, que desaparecieron con el tiempo.
Una única columna, medio oculta entre dos casas remozadas es solitario testigo
de aquel antiguo esplendor. Allí estaba toda la vida en la época medieval, el
mercado, el mentidero, donde se hacían los negocios y corrían las noticias.
Una de las visitas imposible de perderse es
a la Colegiata de Pastrana. No soy yo de iglesias pero la cantidad de Historia
y de Arte con mayúsculas que encierra este edificio es para no perderse de
visita. Para no eternizarme, resumo contando lo más destacado. La visita corre
a cargo de una divertida señora de la localidad, Victoria, que se las sabe
todas. Os hablará sobre arte, algo de religión, una pizca de Historia, y mucho
de anécdotas y chascarrillos, con lo que pasaréis un rato muy divertido. Una de
las primeras cosas que apreciamos en la visita fue el bellísimo órgano,
construido en 1704, y que pudimos escuchar un ratico, de la mano del párroco. Hay
que destacar que la Colegiata tiene algunas obras de arte absolutamente
primorosas, como los magníficos tapices, de los que tanto nos hablaron, pero no
pudimos contemplar ya que permanecen guardados a la espera de que se abra el
Museo que aún está en obras. También destacaría un impresionante catafalco de
ébano; como objeto curioso una silla donde dicen que se sentaba Santa Teresa,
un maravilloso Cristo románico del siglo XIII, colocado eso sí sobre una cruz
que es un auténtico pegote; el retablo de Matías Jimeno, con pinturas de diez
santas mártires, que según nos contaron representan los diez embarazos que tuvo
la princesa, de los que sólo llegaron a la edad adulta seis de sus hijos; otra
belleza es la pintura realizada sobre una piedra de ágata traslúcida, obra del
pintor francés Jacques Stella, que representa la Asunción de la Virgen,
regalada por el Papa al Duque de Pastrana, llegó rota, se pegó y
hoy en día está situada en el altar mayor. La bajada a la cripta fue para mí un
trago. Muy antigua y fría, allí están enterrados los príncipes de Éboli, los
padres de la princesa y sus cuatro hijos varones, en unos soberbios sarcófagos
de mármol; se encuentran en la cripta además algunos otros descendientes.
Destacar que allí descansa Pedro González de Mendoza, el hijo franciscano de la princesa,
que fue quien dio esplendor a la Colegiata. Escalofriante fue para mí cuando
Victoria contaba los entresijos familiares entre la princesa y su padre (hijo del
famoso Cardenal Mendoza, “porque los cardenales también….”). Allí estábamos, situados
entre las tumbas de mármol y con un “helor” que calaba nuestros huesos, y yo me
imaginaba al padre de Ana de Mendoza saliendo de la tumba y echándonos una
buena bronca, por hablar mal de él. Brrrrrrrr.
El Palacio de los Duques de Pastrana domina,
majestuoso, la Plaza de la Hora, una construcción maciza, bastante bien
conservada, con dos torres a cada lado, un frontón neoclásico con el nombre de
la familia Mendoza, su escudo, y partido por el balcón al que se accede desde
la sala principal del palacio. Camilo José Cela en su viaje a la Alcarria
narraba cómo encontró el palacio allá por junio de 1946 cuando visitó la
comarca; más o menos era algo así: un burro, gallinas picoteando estiércol,
niños jugando, paja y tierra, y familias que lo habitaban como si de una gran
corrala se tratara. Nos explicaron que el Palacio había acabado siendo propiedad
de la Iglesia tras cederlo un descendiente de los duques, y como contaba Cela,
incluso llegó a estar habitado por familias. En 1997 pasó a ser propiedad de la
Universidad de Alcalá de Henares, que se encargó de las labores de
reconstrucción y acondicionamiento, como sede para cursos de la universidad y
como grandioso centro cultural para la villa de Pastrana. Lo que sorprende al
entrar es la moderna estructura a base de metal y cristal que se ha añadido al
patio. Nos cuentan que siempre estuvo vacío, las columnas de mármol de Carrara compradas
para el palacio, que vestirían el patio al estilo renacentista, nunca llegaron
a Pastrana; pagadas estaban pero se quedarían finalmente en Valencia, en
concreto en el Real Colegio Seminario del Corpus Christi.
En la visita se enseñan varias estancias
del palacio, como la capilla de la princesa, la sala principal, que se dice que
estaba lujosamente decorada con magníficos muebles de madera, o la habitación
donde la princesa de Éboli pasó los diez años en que estuvo recluida en el
palacio por orden de Felipe II y hasta su muerte. Se dice que cuando ya no le
dejaban salir de la habitación, tan sólo podía asomarse durante una hora al
pequeño balconcillo cubierto por una bellísima reja, con vista a la Plaza
mayor, que por eso se llama Plaza de la Hora. Como curiosidad los vecinos estaban
vestidos de época en la mañana que visitamos el Palacio Ducal, con trajes
hechos por ellos mismos.
El Spa Rural Pastrana está ubicado en un
precioso molino de agua del siglo XVII. Se comienza con chorros y jacuzzi en
unas piscinas recubiertas de piedra; luego exfoliación con productos naturales
de la zona (uva, higo, granada); baño turco de vapor; masaje para desatar esos
nudos que no nos dejan avanzar y para finalizar la “zona de descanso” con
camas, aromaterapia y la colocación de piedras, allí nos obsequiaron con unos
trozos de fruta y té para reanimarnos después de tanta relajación. Querría
destacar la estupenda atención de quienes trabajan en el spa, y la preciosa
decoración, donde se ha integrado los restos del antiguo molino, con piedra,
paredes encaladas, madera pintada de azul y bonitos detalles, como espejos de
metal, rejas antiguas rescatadas de quien sabe donde, muebles restaurados para
guardar la ropa, flores…
Pudimos disfrutar también de una
degustación en el restaurante Cenador de las Monjas, ubicado en el Convento de
San José, y que data del S.XVI. El convento fue fundado por Santa Teresa, ya
hemos comentado que la santa de Avila de la que se celebra en 2015 el centenario,
tiene mucho que ver con Pastrana. La Princesa de Éboli también tuvo relación
con el convento, allí se retiró por un tiempo tras la muerte de su marido Ruy
Gómez de Silva; le dio entonces el antojo de ser monja, pero lo que logró
fueron sonados enfrentamientos con Santa Teresa. El edificio no parece gran
cosa desde fuera pero por dentro mantiene una cuidada decoración que remite a
la época, vigas de madera antiguas, suelo de barro, bellas lámparas, una
chimenea de piedra abierta que me recordó mucho a la que había en casa de mi
abuela y curiosos cuadros pintados por el hermano de los propietarios.
Riquísima la comida, preciosa la decoración de los platos y un servicio
amabilísimo y cercano. Fue un placer disfrutarles, por el trabajo tan bien
hecho, qué cuidado todo, y por la ilusión con la que saben trasmitir el amor
por la comida. Me llamaron la atención el pimentón picante de las sopas de ajo
y el macis de la crema de calabaza, que no es ni más ni menos que la cáscara de
la nuez moscada, como me explicaron. Resulta más refinado, menos evidente que
la nuez moscada, no se come los otros sabores, es “divertido”, como dicen en el
Cenador de las Monjas. Divertirse comiendo, genial.
Es muy grato pasear por el pueblo, asomarse
en la Plaza de las Horas al mirador desde donde se divisa todo el valle; o dar
una vuelta por las afueras, caminando al lado de los cuidados huertos,
acompañados por el perfume de las higueras y alegrándonos la vista con los
granados en flor. O caminar por las empinadas calles del pueblo, entre el
silencio y la paz de las casas centenarias del centro. Tomar un café con bollo
en alguna de las pastelerías que ofrecen dulces y miel de la tierra. No dejéis
de pasar por la Calle de la Palma, donde hay varios edificios reseñables como
la sede de la Inquisición y una casa donde parece que se alojó una sinagoga. En
Pastrana hay un barrio de El Albaicín, habitado en la época por moriscos que
trabajaban la seda, traídos del Albaicín granadino, ellos tuvieron mucho que
ver con los bellísimos tapices por los que es, entre otras cosas, tan famosa la
villa. Es de imaginar que con tanta población de origen morisco y judío la
Inquisición estaría a tope.
Os recomiendo que busquéis porque se pueden
encontrar muy buenas ofertas, donde se incluyen varias de las actividades que
recogemos en este recorrido por Pastrana. Buen precio para pasar un fin de
semana de lo más relajante y agradable, con descanso, arte, buena comida e
historia con mayúsculas.
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