Omega. Veinte años del épico viaje de Morente y Lagartija Nick (documental)
En la cartelera de los cines Golem de Madrid |
Una vez vi en directo a Enrique Morente.
Fue en Guadalajara, un helado 24 de febrero de 2005, en el IV Festival Musical
a favor del Pueblo Saharaui, cuya recaudación iba destinada íntegramente a la
ayuda de los refugiados saharauis, en la línea de generosidad y solidaridad que
siempre caracterizó al cantaor. Arte y trabajo casan mal, y apenas tengo
recuerdos de la actuación, preocupada por cómo llegar a casa y que no se nos
hiciera demasiado tarde para el madrugón del día siguiente. Yo entonces no
sabía demasiado de Morente y sí mucho de Mariem Hassan, que fue quien compartió
cartel con el cantaor granadino. Años después, cuando ya ni Enrique ni Mariem
están entre nosotros (sí en recuerdo y espíritu), Manuel Domínguez de Nubenegra
me lo recordaba así: “Yo estaba en el backstage y le comenté a Enrique el
asunto del cáncer de Mariem. Su respuesta fue: Avísame antes de que empiece su
última canción y que aguante un momento. Y así lo hice. Él entró con los
palmeros y le cantó. Fue maravilloso pero no lo pude recoger de ninguna manera.
Me limité a disfrutar del momento”. Unas fotos nuestras de mala calidad son el
único testimonio que guardamos de aquel concierto.
Este recuerdo, más mítico que musical,
tiene un lugar destacado en mi memoria porque con los años Morente y Granada se
han convertido en un asunto muy presente en mi vida. Poco entendida del
flamenco, sí he escuchado desde muy joven a aquellos a los que se denominó
“nuevos flamencos”. Por eso mi Morente más accesible es el de “Omega”, disco
que lo tiene todo, además de flamenco, punk rock, Granada, un cierto
malditismo, caos y un empeño y decisión que lo convirtió en un viaje lleno de
épica y mitología.
Cuando se cumplen veinte años de la
publicación del Omega se preparan diferentes trabajos que recuerdan y
homenajean un disco con canciones de Leonard Cohen y letras de Federico García
Lorca. Además de una nueva edición de Universal Music en diferentes formatos,
cd+dvd, en vinilo y digitales, el viernes 18 de noviembre se estrenaba el
documental que narra aquel choque de trenes cuando Morente aceptó probar a ver
qué salía de la colaboración con aquellos muchachos punkies que le rondaban. El
magnífico documental, dirigido por José Sánchez Montes y Gervasio Iglesias,
cuenta con un extenso material de archivo sonoro y audiovisual y numerosos
temas y documentos inéditos. Es de obligada visualización por muchos motivos. Con
una cuidada estética, el documental está engarzado a través de los diarios de
grabación de Antonio Arias y las fotos de aquellos días. Los directores saben
lo que hacen. Sánchez Montes ha dirigido entre otros el documental “Enrique
Morente sueña la Alhambra”, Iglesias es productor de la aclamada “Triana pura y
dura”
Morente se enamoró del rock “Yo tenía que
haber sido rockero, me he equivocao, pero en aquel tiempo se hacía lo que se
podía” y se sumergió por completo en aquella música, se enamoró de las botas de
punta, las pulseras de pinchos, los pantalones de cuero y las gafas de sol molonas.
Los Lagartija Nick entraron en el flamenco de la mano de un grande, en un mundo,
como dice Antonio Arias en el documental “cuya puerta sólo se abre desde
dentro”. Los flamencos que colaboraron alucinaban con
la última ocurrencia del maestro. “¿Lagartija Nick, quiénes son esos?”, se
preguntaba Tomatito; “¿Pero qué está haciendo este tío?”, afirma Montoyita que
pensó cuando los vio juntos por primera vez. En el Omega hubo más flamencos,
guitarristas de la talla de Miguel Angel Cortés, Vicente Amigo, El Paquete o
Isidro Muñoz. “Aquel sonido tan rompedor nos superó a todos”.
Una fascinación entre artistas de mundos
tan aparentemente alejados que no estuvo exenta de problemas, resquemores,
suspicacias, temores y obstáculos. Morente tuvo serias dudas sobre lo que
estaban haciendo, sobre si aquella criatura enorme y fabulosa le acabaría
devorando. Los primeros tiempos de grabación transcurrieron felices en Granada,
con la presencia amorosa y benéfica de la familia Morente, con unas fascinadas
Aurora y Estrella animando al cantaor. Tras los momentos vividos de
descubrimiento y creación sin prejuicios vinieron los primeros golpes. Como
cuenta Antonio Arias en el documental hubo en Madrid quienes sembraron la
inquina en el cantaor, “te han engañado Enrique, le dijeron, cosa que era la frase que más le dolía”. Recuerda la angustia que sintió Morente, “Antonio,
¿por qué quieres destrozar mi carrera?”, le llegó a decir. Tampoco el Omega fue
un dulce para Lagartija Nick. “Si se aprende con alguien, se aprende con los
maestros y si tienes un maestro que te quiere enseñar, como era Enrique, tienes
que abandonarlo todo”, afirma Antonio. Se acabó su relación con Sony Music. Eric,
el batería, abandonó el grupo, harto entre otras cosas de que Antonio lo
hubiera descuidado, de hecho no llegó a tocar en los primeros conciertos del
Omega. Incluso a eso tuvieron que sobreponerse, ¿fue o no fue una empresa
titánica?
Complicado fue también encontrar compañía
que sacara el disco. Finalmente lo lograron gracias a Borja Casani y Sabine
Ecomard, de la revista El Europeo, editores de una colección de libro-discos
muy conocida en los 90. Consiguieron un mecenas, el constructor Antonio
Idzikowski, que financió un disco que rechazaron varias discográficas. También
hubo su polémica con Alberto Manzano, el traductor de las letras de Leonard
Cohen, Enrique las cantaba a su manera, cambiaba las letras a su sentir.
Morente quería y temía presentar su obra. En
1996 llegó la famosa actuación del Albéniz. Tras un recital flamenco “clásico”,
se bajó un telón y aparecieron los Lagartija Nick con Eric golpeando la batería,
sonaban los primeros compases de Omega. Y se lio la de Dios. “Sinvergüenzas.
Esto es basura. Canta flamenco. Eso es ruido”. Querían matarlos. Tardaron horas
en poder salir de los camerinos. Nacía un hijo bello y complejo, condenado al bullying,
“a veinte años de hastío por intentar cambiar el sistema desde dentro”, pero
lograron desquitarse. Conquistar Granada, conquistar Madrid, y aterrizar en
Nueva York, siguiendo los pasos del poeta. Aunque tuvieron que pasar varios
años para lograrlo, al menos Morente pudo disfrutar el éxito de Omega estando
vivo. Llegaron los festivales, el público rockero
acogió a Morente con los brazos abiertos, y él se dejó querer. Porque necesitaba
encantarse para encantar a los demás. Y tuvo el reconocimiento del público del
rock, que enloqueció con aquello, por fin ya sólo le quedó disfrutarlo. El
Festival de Benicassim, el Primavera Sound, la Riviera, su actuación en Valencia
con Sonic Youth, México. Morente “y sus modernuras”, le decía Aurora. El más
punk de los cantaores, rebelde, inquieto y complejísimo.
Granada es otra protagonista del
documental. Deslumbrantes son las imágenes de Morente y Cohen en el mirador de
San Nicolás o de la majestuosa Alhambra visible desde la casa del cantaor;
recuerdos de la Granada de los 90, los bares por donde transitaban los
Lagartija y los modernos de la época, las tabernas por donde el grupo rondaba a
Enrique en un incansable “morenting” porque “querían hacer algo” junto a él. O un paseo con Eric entre
graffitis apocalípticos del Niño de las Pinturas por la cuesta de Escoriaza, al
lado de la Placeta de Joe Strummer. También vemos el bar de Eric o Discos Bora-Bora.
Es en definitiva este documental un
homenaje a unos grandes que ya no están. Además de a Morente, a Lorca cuya
presencia empapa el documental. También al inolvidable Leonard Cohen, fallecido
el pasado 7 de noviembre. Y por supuesto a Jesús Arias, ideólogo del álbum, un
ser excepcional, el primer punk de Granada, líder de los míticos TNT, periodista
y colega de Joe Strummer, narrador en estado de gracia de las alucinadas
anécdotas protagonizadas en la ciudad por el líder de The Clash. Poco se ha
reconocido a Jesús su incansable trabajo a lo largo de cuatro décadas.
90 minutos que son pura gloria. Y que las
iguanas vivas sigan mordiendo a los hombres que no sueñan.
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