Broken Flowers

6:00 a. m. Conx Moya 0 Comments


Llevo más de una década casi desconectada del cine, del independiente, de las grandes producciones, del español y del extranjero. Eso me llevó a perderme en su día Broken Flowers. Las circunstancias pusieron esta película en mi camino, bueno, en realidad su maravillosa banda sonora. Hace poco he tenido por fin la posibilidad de disfrutar este film, en pantalla grande además, gracias al ciclo dedicado a su director, Jim Jarmusch, en el Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes. Y desde luego no me defraudó, todo lo contrario. Como curiosidad, me encantó ir descubriendo a lo largo de la película las canciones que había escuchado tantas veces.
Broken Flowers es una peli de viaje, por los Estados Unidos y por el interior del protagonista; es una road movie como sólo saben filmar los directores estadounidenses, que en ese género son únicos. Se trata de un viaje que marcará a un trasnochado donjuán, que parte en busca de un posible hijo del que desconocía su existencia, nacido veinte años atrás, fruto de las relaciones del protagonista con alguna de sus varias novias de entonces.
Bill Murray es Don Johnston, un trasunto entre don Juan y “Don Johnson” (en la peli se hacen una cuantas coñas con el nombre); un hombre de mediana edad, solitario, apagado, con la vida más o menos resuelta y pocas ambiciones y alegrías, un don Juan “en chándal, caduco y nostálgico, casi incrédulo con respecto a su pasado”, que se ve embarcado en esta aventura por su vecino y amigo, Winston, de origen africano, con una extensa familia y una luminosa casa donde hay una bella mujer, niños revoloteando, música, y el mejor café etíope.
Hay varios buenos guiños al cine clásico, como las imágenes que el protagonista ve en la tele de su salón de la película Don Juan, del año 1926, dirigida por Alan Crosland y protagonizada por John Barrymore, que como curiosidad fue la primera película comercial de la historia con una banda sonora completa y efectos de sonido sincronizados. O la aparición de la inquietante Lolita, hija de una de sus novias, una pequeña depredadora sexual, que sigue la estela del celebérrimo personaje de Nabokov llevado a la gran pantalla por Kubrick.
A la pareja protagonista se les equipara con las figuras de Quijote y Sancho. Murray un moderno don Quijote que quiere deshacer los entuertos vitales resultado de una juventud de seductor. Su vecino Winston es un Sancho, compañero desde la distancia y cómplice de su periplo y búsqueda.
Don se presenta en las casas de sus antiguos amores armado con ramos de flores rosas, del color de la carta donde se le informa de la existencia de su hijo, y que parece ser el preferido de la supuesta madre. Las flores rotas de la película son aquellas relaciones frustradas, todas y cada una de aquellas mujeres que va a visitar; tal vez excluyendo al personaje de Sharon Stone y a la novia a la que sólo puede ver en el cementerio, ninguna de las mujeres que pasaron por su vida guardan un buen recuerdo del don Juan protagonista. ¿Cómo las trató durante su relación?, ¿fue amoroso, fue cariñoso con ellas?, ¿les fue fiel?, ¿las comprendió como mujeres?, ¿fueron algo más que simples conquistas, meros nombres de una lista interminable?
La condición de conquistador de Don resulta triste; el mito de don Juan, como el de Peter Pan, tienen sentido en la juventud. El donjuán debe morir joven, en todo su esplendor de seducción y abandono. La madurez de don Juan no puede más que ser triste, árida, solitaria y penosa.
El final de Flores rotas, con la cámara rodeando al caduco donjuán protagonista, solo una vez más, es difícil de olvidar. Ese plano circular sobre la “cara de palo” keatoniana de Bill Murray deja un final abierto e inquietante, para mí no desesperanzado sino incluso luminoso. Don por fin se ha movido, se ha embarcado en ese viaje por alguien, ha hecho algo por alguien más allá de sí mismo. Ha vivido aquella aventura por ese hijo, exista o no, sea el muchacho al que invita un sándwich o no lo sea. Y sólo por eso toda la historia sin duda ha merecido la pena.
Como decía, la grandiosa banda sonora es muy importante en la película, el propio Jarmusch también se dedica a la música, fue el teclista de una banda de punk en los años 80, además toca la guitarra y su último disco hasta la fecha fue publicado en 2012. Sin duda la música es uno de los alicientes de la película, que no sería la misma sin esos temas y los músicos que los interpretan. Vamos a darnos una vuelta por ella.
Denge Fever es una banda de seis miembros de Los Angeles, influida por el rock camboyano de los años 60 y el rock psicodélico. *Last fm: La banda se formó en 2001 por Ethan Holtzman y su hermano Zac a partir de un inspirador viaje de Ethan a Camboya. A la cantante solista Chhom Nimol la descubrieron en un club nocturno en Little Phnom Penh de Long Beach cuando Ethan y Zac estaban buscando un vocalista que cantara en Khmer (idioma camboyano). La formación del grupo se completa con el bajista Senon Williams, el batería Paul Smith y el saxofonista David Ralicke.
Mulatu Astatke es un músico etíope al que se considera padre del Ethio-jazz. Nació en 1943 en Etiopía y su formación musical la realizó en Londres, Nueva York y Boston. Sus composiciones destacan por la mezcla de jazz, música latina y música tradicional etíope. La música de Mulatu Astatke es la que acompaña al protagonista en sus viajes en coche por la geografía estadounidense, a través del cd que le graba Wilson, su vecino etíope.
Holly Golightly es una cantante inglesa que compone hermosas canciones a caballo entre el R&B, el country y el rock sesentero. Se dice que es una intérprete que le va muy bien a las road movies, tal vez por su presencia en la BSO de Broken Flowers. Según afirma, no sigue la música actual y su mayor influencia son The Kinks. Sus canciones suenan a tristeza, melancolía y sutileza, nos llevan a otra época y nos hablan de amores perdidos y adioses.
Holly Golightly aparece con The Greenhornes interpretando la preciosa There Is An End. The Greenhornes son una banda de garage rock de Cincinnati, Ohio, con Craig Fox en la voz y la guitarra, Patrick Keeler a la batería y Jack Lawrence en el bajo. Su música es canelita, la verdad; llena de pasión, desgarro, amores mal finalizados, melancolía e insoportable dolor…
The Brian Jonestown Massacre (BJM) es una banda de rock neopsicodélico, liderada por Anton Newcombe, un multiinstrumentista que toca decenas de instrumentos. El grupo fue fundado por Newcombe, Matt Hollywood, Ricky Rene Maymi, Patrick Straczek y Travis Threlkel a principios de los años '90 en San Francisco, California, y ha sufrido varios cambios en la formación a lo largo de los años. El nombre de la banda hace alusión a Brian Jones, el difunto guitarrista de The Rolling Stones, y a la Tragedia de Jonestown, en Guyana  donde el culto a una secta acabó con la vida de más de 900 fieles. Su sonido es descrito como una amalgama entre el rock psicodélico de los años '60 y los sonidos más actuales de los '90.
No pudo ser mejor la tarde; antes de entrar en el cine, pasamos por la bellísima cafetería del Círculo de Bellas Artes, con esas lámparas, frescos y estatuas que son un regalo para los sentidos. Tomarse algo en el Círculo es un gustazo, que no podemos darnos muy a menudo debido a los precios que se gastan. La mejor antesala para ver luego Flores Rotas en pantalla grande y con toda la sala llenos de fans de Jarmusch y de la peli. En fin, una forma inolvidable de disfrutar de este film que teníamos tantas ganas de ver.
Acabo con una cita del Sr Jarmusch, ese con aspecto de eterno adolescente, sobre la creación y las influencias del artista:
«Nada es original. Roba de cualquier lado que resuene con inspiración o que impulse tu imaginación. Devora películas viejas, películas nuevas, música, libros, pinturas, fotografías, poemas, sueños, conversaciones aleatorias, arquitectura, puentes, señales de tránsito, árboles, nubes, masas de agua, luces y sombras. Selecciona sólo cosas para robar que hablen directamente a tu alma. Si haces esto, tu trabajo (y robo) será auténtico. La autenticidad es incalculable; la originalidad es inexistente. Y no te molestes en ocultar tu robo, celébralo si tienes ganas. En cualquier caso, siempre recuerda lo que dijo Jean-Luc Godard: “No es de donde sacas las cosas, es en donde las pones.”» —Jim Jarmusch, The Golden Rules of Filming.



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