Carlos Zanon. Noir a ritmo de rock’n’roll
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“Observar vidas así puede que te haga sentir muy bien porque tu vida es
distinta o muy mal porque tu vida podría ser como ésas con que solo se torciera
una tontería de nada”. Maite Uró
Conocí a Carlos Zanon
gracias a la web de Kiko Amat, donde se recomendaba con entusiasmo su libro ‘Yo
fui Johnny Thunders’. Seguidora como soy de Amat, suelo hacer caso a sus comentarios
y además el título y la temática me llamaron la atención al segundo. El libro
de Zanon tiene todo eso que tanto me atrae: barrio, negrura, fracaso,
rock’n’roll, oportunidades perdidas, lo que pudo ser grande y se quedó en nada…
la belleza de los perdedores, ese irremediable “born to loose”. Francis, el
protagonista, encarna aquello en lo que se convierten esos héroes juveniles, los
curriquis de barrio, cuando llegan a la madurez, cuando son finalmente
devorados por ese mundo que ellos se iban a comer. Además el libro incluye en
su título al gran Johnny Thunders, ese músico, en palabras de Zanón, que “mezcla
la imagen de yonqui, creador y al mismo tiempo ángel negro de sí mismo, algo
que me atraía y repelía. Es Drácula, Byron y Alejandro Magno a la vez y me
parecía una imagen potente”; y tanto.
Me bebí de un trago ‘Yo
fui Johnny Thunders’, un libro amargo, lleno de desencanto, pero enormemente
lúcido y sincero; a estas alturas se agradece que no nos cuenten rollos, que no
nos hagan trampas. A partir de ese momento busqué sus otros libros, (me falta
su obra poética), y leí ‘No llames a
casa’ y ‘Tarde, mal y nunca’.
Las tres novelas son muy
rockeras; el rock’n’roll, la música y el viejo Thunders habían tirado de mí
para lanzarme en plancha a leer ‘Yo fui Johnny Thunders. Si bien en sus otros
libros la presencia de la música no es tan rotunda, las situaciones y los
personajes tienen también mucho de desfase punk. “(…) el que se refugiaba en la
música hacía valer su idea de ser distinto. Podías ser pobre, feo, raro pero
eras sobre todo distinto y lo reivindicabas a través de la música, que te
diferenciaba y en la que te refugiabas”. Zanon explica que siempre escribe con
música: “tengo que tener una banda sonora en la cabeza. Así el libro suena de
una manera determinada. El protagonista interpreta la realidad con la música”. Se
trata de unos libros totalmente recomendables, ambientados en el barrio (todas
transcurren en Barcelona), con personajes que rozan la marginalidad, cuyas
vidas se enredan y complican hasta tener encontronazos con la ley. La vida en
los libros de Zanon, como en la realidad, es indudablemente una mierda; vivir supone
irremediablemente sufrir desencanto y desilusión; en toda vida hay momentos de
absoluta desesperación en los que o se tira la toalla definitivamente o se
sigue peleando a brazo partido.
Los personajes de Zanón luchan, lo intentan, tratan de mejorar, de salir de la situación chunga en que
se encuentran, pero casi siempre son vencidos por un destino fatal y adverso, empeorado
por sus propios errores. Aún así el autor siempre nos deja un resquicio, si no
de esperanza, de un poco de oxígeno para aguantar algún envite más que probablemente
esté por venir. Sus personajes van a la deriva; sus vidas son un
desastre y lo peor es que no consiguen remediarlo; es más, al final se empeñan
en mantener sus errores, se aferran a ellos, sin utilizar ni un tanto la
cabeza, sin dejar actuar ni por un momento a la razón. Zanón lo define como “la
mala suerte de los que eligen mal”. La trama les envuelve como una tela de
araña; como se dice de uno de sus personajes: “Ante una solución buena y otra
mala, Epi siempre acertaba a encontrar otra peor”. Los personajes que habitan
las novelas de Zanon son seres fracasados, que nunca han llegado a nada, o que
un día fueron alguien pero lo perdieron todo, como en el caso de Mr. Frankie en
‘Yo fui Johnny Thunders’ o Raquel en ‘No llames a casa’. Sin embargo el autor
no los juzga, no moraliza, no se ensaña con ellos; hay en todos sus personajes cierta
dignidad, la de los perdedores, y por muy arrastrados que se vean, nunca llegar
a perderla. Sus hombres no tratan bien a las mujeres, pero las mujeres de los
libros de Zanón tampoco tratan mucho mejor a sus hombres. Dice Zanón sobre sus
propios personajes que para transformar a un manso en bravo “no hay que dejarle
escapatoria, porque sólo tiene la opción de tirar para adelante; cuando alguien
no tiene nada que perder puede hacer cualquier cosa”. Desecha las “situaciones
inverosímiles” y esos personajes “malos que son muy malos, o las prostitutas
con buen corazón” porque “la vida es bastante más compleja; y no hay buenos y
malos, ni en la vida ni en las novelas”.
En todas sus obras se
repite una misma forma de escribir: frases cortas, sentencias contundentes,
estilo nervioso, conciso y callejero. Hay un constante cambio de punto de vista
del narrador, lo que me ha parecido muy interesante porque nos da una idea
mucho más completa de las situaciones y nos hace llegar mejor a los personajes
y lo que sienten.
Los libros de Zanón,
inevitablemente, acaban fatal, porque no hay otra, porque no hay más remedio,
pero sus finales son siempre abiertos y sorprendentes, te dejan sin aliento. En
especial con el final de ‘No llames a casa’ me quedé totalmente noqueada y tuve
que leerlo dos veces para encajarlo, magnífico. Hay que tener mucha seguridad
para acabar una historia así, de esa forman tan inquietante, que deja sin
respiración, en lo que para mí es un final redondo y perfecto para el libro.
Dejo para el final la
adscripción de sus libros en el género de novela negra; los tres han sido
publicados en la colección Serie Negra de RBA, aunque no cumplan con los
cánones estrictos del género. La crítica en cualquier caso se ha puesto
unánimemente de su parte: «Un autor
sobresaliente del género, que se aparta de los clichés previsibles», Ricardo
Senabre, El Cultural. El propio Zanon no lo acaba de tener claro, aunque no
parece que le desagrade, ser inscrito en este registro. En una entrevista
concedida a EFE el autor admitía que su novela negra es diferente: “No hay
policías, no hay investigación, no hay misterio, y lo único que relaciona mis
novelas con el género es la violencia, física o intelectual, que sufren los
personajes".
Los libros de Zanon son
para subrayarlos, para no dejar de apuntar citas y frases. Dejo aquí algunas de
las frases que más me ha pellizcado.
Tarde, mal y nunca; RBA LIBROS, 2011
Y sólo con el tiempo adquirió la certeza de que muchas de las cosas que
en su día consideró brillantes no eran sino una serie de circuitos que no
funcionaban del todo bien en su cabeza.
Todo lo que pasa de noche resulta incomprensible más tarde con el sol.
De noche se hacen cosas que no se harían de día. Y la mayoría de las cosas que
uno hace de noche no se las cree al día siguiente. Quizá todo se resuma en esos
dos mundos de los que hablaba su padre. Uno oscuro y otro luminoso, opuestos. Los
delitos y los amores que se perpetúan de noche no deberían ser juzgados,
castigados o mantenidos a la luz del día. La noche, además de ser desleal,
agota.
El problema acaece cuando hallas lo que quieres y lo pierdes. Sin aviso.
Lo encuentras una noche cualquiera casi por azar. Lo reconoces, lo tienes, y a
pesar de retenerlo con todas tus fuerzas, lo pierdes. Entonces te haces viejo
de golpe, entonces ya has visto, ya sabes, no puedes volver a no ver, a no
saber. Y claro, has de seguir saliendo cada atardecer con la esperanza de
encontrar por segunda vez aquello que te hizo feliz, como si los milagros
abundasen, pero sospechas que nada será tan bueno como eso que tuviste. Que por
mucho que uno busque, y parezca encontrar, el final dejará sabor a fallido, a
demasiado tarde, a equivocado.
Desconfías de ellas [las palabras]. Había gente que se escondía detrás
de las palabras. Gente que las utilizaba como cuerdas, cinta aislante con la
que rodean tu cuerpo, te cruzan los labios, te inmovilizan hasta dejarte tieso
(…) Las palabras nunca le habían ayudado. Por mucho que tratase de explicar lo
que sentía, nunca había sabido expresarlo (…) ¿Cómo podría explicarse con
palabras semejante alud de emociones?
Los necesita porque cuando le hablan o piden su presencia, le sacan del
anonimato, le hacen sentirse importante, visible para el resto del mundo.
Aquel chico no está bien. Nunca lo ha estado. Tiffany lo ve ahora con
claridad. Siempre ha sido una gaseosa agitada por unos y por otros y ahora el
tapón ya no puede contenerle. Debe ir con cuidado. Como pasaba con su padre,
incluso con Tanveer; toros ciegos, impredecibles. Lo que ayer les gustó hoy
puede enfadarles. Las palabras que ayer les halagaron, hoy pueden ser tomadas
como ofensas.
No llames a casa; RBA LIBROS, 2012
La gente que olvida mal suele hacerse daño. Porque los que olvidan mal
se dicen la verdad con mentiras, extravían nombres, esconden personas, lugares
y acaban por recordar sólo lo bueno.
Oh, al parecer duele eso de la Verdad. Escuece, está hecha de piedra y
más piedra dura la Señora Verdad.
Las traiciones nacen de los juramentos.
La gente te tiene en cuenta mientras tienes algo que ellos no tienen.
Yo deseé poderte olvidar y que tú no me olvidaras nunca.
Quiero ser feliz. Y quiero serlo contigo o sin ti.
Él siempre entiende a la primera a quien escapa, se disfraza y disimula,
de la misma manera que no puede llegar a comprender a quien se queda, se
conforma, es fiel.
Las palabras no saben mentir cuando se llega al final. Al final de
verdad. El final de los finales. Sin rendición ni prórroga.
El amor se enfría en la distancia. El amor sólo sirve si es tóxico, si
te anula, si te quita el aire a tu alrededor, como el aire que rodea a un
suicida que, aunque quiere respirarlo no puede hacerlo. El amor no pide espacio
ni respeto; lo fagocita, quema por completo el oxígeno que le rodea.
Hoy eres mi amigo. Pasado mañana me odiarás. Te preguntarás a dónde me
he ido, por qué te he hecho lo que te he hecho (…) Eso tú no o sabes pero yo
sí. Por eso esta noche yo soy tu amo y tú no lo sabes.
Es fácil querer a quien no te da problemas. Con quien no discutes ni te
engaña. Es fácil querer a quien no está enfermo, que no se pincha, que no es
pura ruina. Es como querer a Jesucristo. Querer a alguien que no se equivoca,
que se deja matar por ti, que nunca peca, que te da todo a cambio de nada. Eso
es fácil. “
Yo fui Johnny Thunders;
RBA LIBROS, 2014
Se necesita el aire para poderse ahogar.
Siempre fue un tipo distinto que tenía las de perder.
Yo tengo mucho estilo pero no tengo nada de clase (Johnny Thunders)
Imbécil, tú no tienes por padre a un tipo cualquiera. Conocí a gente,
hice cosas, viví rápido, me consumí, fui osado mientras todos los demás se
conformaron con la misma sopa recalentada, con oler en sus mujercitas las mismas
bragas apestando a col de sus mamás. Me aplaudieron. Me adularon. Me encaramé
allá arriba, engreído, grande, invulnerable. Y allí los aplausos, el deseo es
como una bomba que nadie ve cuando estalla. Tardas meses o años en descubrir
que la explosión ocurrió dentro de ti. Sin ruido. Y por eso mismo, más
devastadora. Tu madre me eligió por ser diferente, por no ser como los otros (…) ¿Qué pasó? Que
no todos ganamos. De hecho sólo ganan los que siempre ganan.
Quién sabe; en un mundo paralelo podríamos haber sido el uno para el
otro. Tenías tu vida antes de que yo llegase. Sigue con lo mismo.
Y si el amor es una mentira el odio es la verdad.
Uno gestiona lo cotidiano más o menos bien hasta que se te llena la
cabeza de sueños. Hasta que se te enamoran las entrañas. Y entonces irrumpe la
luz salvaje y te deslumbra y, por primera vez, ves. Al menos ella funciona así.
Le ha vuelto a pasar y todo se va al demonio, rápido, girando como un planeta
loco.
Pasó de la indiferencia a la añoranza, del desapego a la adicción.
El día que vendes a tus amigos se ha acabado el rock’n’roll.
Tú sólo querías a tus amigos, a tu polla y a los Clash y seguro que no
por este orden.
O que fuera verdad que la ama como dice, pero los tíos son espuma, el
mismo esperma que les sale de la polla les sale de la boca, caliente,
incontenible, muerto.
Siempre ha sido así, honesto con lo que siente más allá de lo que debe
o no sentir.
¿Se puede dejar de amar en minutos? Se puede. Sucede. A él sin ir más
lejos.
La gente, a medida que crece, va asimilando la derrota. Cosas que quiso
y que ya no podrá tener, esas historias. Pero en mi caso uno pasa de creer que
nunca crecerá, que puede tener todo lo que desee sin necesidad casi de
desearlo, a la certeza de que la partida ha acabado ya, para siempre y
demasiado pronto.
Que alguien te pare, porque tú no puedes. Eres un imbécil y la jodes,
eres un imbécil y siempre la jodes. Eso es todo. Siempre ha sido así. Principio
y fin de la historia.
Una vez se instala el gusano de la desconfianza, la luz cambia, las
palabras, todas ellas, se tornarán trampas y cuchillos y nada se puede hacer
para no saber que ese es el veneno que te irá quitando el aliento como si
vivieras dentro de un puño que alguien va cerrando inexorablemente.
El sufrimiento, la medicación y la ausencia de sol y aire lo han
apagado hasta hacerle ceniciento.
Con el insoportable peso de no querer crecer, de no poder ser adulto.
P.D. Acabo de descubrir
que me falta por leer un libro de Carlos Zanon Nadie ama un hombre bueno,
parece ser que es la primera de sus novelas; al menos tengo esperanza de leer
otro trallazo de Zanon no tardando mucho. Biennnnnnnnnn.
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