De cómo se desarrolló el municipio de Vallecas antes de su integración en Madrid. En la conferencia del profesor Manuel Valenzuela
Mi infancia son recuerdos de un patio de
Vallecas. El rosal, las plantas amorosamente cuidadas por las manos mágicas de
mi abuela, la vieja tortuga que andaba suelta a sus anchas, la primitiva
lavadora donde la abuela lavaba la ropa de un equipo de fútbol del barrio, la
pila de piedra, las baldosas desaparejadas…
Mujeres cosiendo delante de las casas
bajas, vecinas hablando a la caída de la tarde sentadas en sillas de anea, el
pastor alemán Rocco de la señora Manuela, la vieja y para mí terrorífica muñeca
de mi tía colocada sobre la cama de la habitación del fondo, los vasos de
cristal azul donde la abuela hacía los flanes, los cojines de ganchillo, el
precario baño situado en el patio, la bodega de Saturnina, la tienda de
chucherías de la Reme, la panadería, el bar Nueva York… todo un universo que
giraba en torno a aquella empinada calle 9 donde pasé mi primer año y medio de
vida. Tantos recuerdos, lágrimas, trabajo y esfuerzo concentrados en aquella casita
baja. Mi abuela María la habitó desde inicios de los años 50 hasta diciembre de
1983. No dejo de buscar el aroma de aquel barrio donde pasaba muchos fines de
semana y días de vacaciones a la vera de mi adorada abuela. Varios personajes
de mis novelas son de Vallecas y en lo próximo que preparo, el barrio será de
nuevo un escenario principal. A principios de los ochenta las casas bajas de
Palomeras eran derruidas y los vecinos realojados en barrios nuevos con amplias
aceras, prometedores parques y edificios de buena construcción en los que se
contaba con ascensores, calefacción y “gas ciudad”.
Así, tuve claro que no podía perderme la
conferencia del profesor Manuel Valenzuela, Catedrático Emérito de Geografía
Humana de la Universidad Autónoma. Su exposición, titulada “Vallecas, de
municipio rural a suburbio de inmigración”, forma parte del ciclo “La creación
del gran Madrid. Anexión de municipios limítrofes”. Como nieta de aquella
inmigración me interesa la prehistoria del barrio, los hechos y las anécdotas
que lo cimentaron hasta llegar a ser el gigante en que se ha convertido hoy. La
conferencia del profesor Valenzuela finaliza precisamente en el momento en que
mi familia se instaló en Vallecas, cuando se convirtió en un barrio de acogida
y recogida de miles de personas que llegaban de diferentes rincones de España
en busca de una vida mejor y huyendo de la miseria y el hambre que les mordía
en sus lugares de origen. ¿A que os suena?
La didáctica conferencia ofrecida por
Manuel Valenzuela, un experto en la materia, ha llamado mi atención sobre
diferentes aspectos relacionados con el barrio, en especial en lo referido al
Puente de los Tres Ojos, el ferrocarril conocido como La Maquinilla, la figura
del alcalde Amós Acero y la casa de Peironcely, 10. Veamos.
La anexión de Vallecas a Madrid se produjo
en 1950, concretamente el 22 de diciembre. Era el más poblado de los 13
municipios que se integraron en Madrid, aportó el 26% de la población, algo más
de 86.000 habitantes, tantos como muchas de las capitales de provincias
entonces. También aportaba una gran superficie. El último de los municipios que
se anexionaron a Madrid en los 50 fue Villaverde, en 1954. Estos municipios
aportaron nada menos que el 88% de la superficie de Madrid.
Vallecas se encuentra situada en el sureste
de Madrid, una zona esteparia de cultivos no intensivos, cereales, algo de
viñedo, sin el atractivo que podía tener la sierra. Desde finales del siglo XIX
se habían construido en la sierra de Madrid casas de veraneo por algunas
familias pudientes, pero eso apenas sucedió en Vallecas. La villa de Vallecas
era un municipio rural en el que había amplias zonas de cultivo situadas
fundamentalmente en las zonas de
Portazgo y Alto del Arenal. Vallecas era además proveedora de ladrillos,
yeso, pedernal o tuberías, materiales fundamentales para la construcción de
edificios o para el empedrado de muchas calles, el crecimiento de la capital se
disparaba. De esta forma se desarrolló una importante actividad industrial en
Vallecas, centrada en las fábricas de yeso, como La Invencible o La Vascongada,
o las ladrilleras como Ladrillos Valderribas, Ladrillera Española o Cerámica
Española. El profesor Valenzuela nos enseña una foto suya de los años 70 que
muestra la chimenea y la estructura de una de aquellas fábricas.
Fruto de aquella actividad industrial
surgió La Maquinilla, un ferrocarril inaugurado en 1888 para transportar el
yeso de las canteras vallecanas. Su recorrido comenzaba en Pacífico y llegaba
hasta las canteras. También fue usado para el transporte de personas hasta 1923,
cuando se inauguró la ampliación de la Línea 1 de metro desde Atocha hasta el Puente
de Vallecas, bajo la avenida Ciudad de Barcelona. He buscado información sobre
La Maquinilla en la red y, según se cuenta, tardaba en realizar el recorrido
unos 35 minutos, con una frecuencia de hora y media entre cada tren. La
Maquinilla seguía circulando cuando llegó el metro al barrio, para disgusto de
los vecinos. Discurría entre “calles estrechas, huertas y zonas de escuelas” y
suponía un peligro “a causa de las chispas numerosas, que por tratarse de
material antiguo, se desprendían de la máquina”. La tensa situación se mantuvo
hasta junio de 1931, cuando un grupo de vecinos del barrio llegaron a levantar
las vías del tren. Finalmente el ministro de Obras Públicas, por aquel entonces
Indalecio Prieto, se hizo eco de las reclamaciones vecinales y puso fin a La
Maquinilla.
Y es que el transporte ha sido siempre una
necesidad fundamental en un barrio obrero como Vallecas. Durante años se contó
con una línea de tranvía que llegaba a Puente de Vallecas. En abril de 1972 se
clausuró la última línea que seguía operativa. Otro importante medio de
transporte fue el trolebús, siendo pionera la línea inaugurada en julio de 1949
que conectaba el Puente de Vallecas con la zona del pueblo. Aquellos trolebuses
que aparecen en muchas películas de la época desaparecieron en 1966.
A principios del siglo XX Vallecas ya se organizaba
en distintos barrios como Doña Carlota, Nueva Numancia, Vallecas o La China. Hacia
1920 se empieza a nombrar el barrio de Entrevías, delimitado por las vías del
tren a Zaragoza y las del tren a Alicante, de La MZA (Compañía de los
ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante), fundada en el siglo XIX por
José de Salamanca Mayol, marqués de Salamanca. La zona de Peña Prieta es una de
las más antiguas, además del propio Puente de Vallecas. Quiero detenerme en la
historia del barrio de Doña Carlota. Si bien Vallecas fue desde sus inicios un barrio
eminentemente obrero, existió una quinta, la de Doña Carlota Mejía, fallecida
en 1881 y propietaria de los terrenos donde se levantó más tarde el barrio.
Como afirma una noticia de ABC en su edición del sábado 4 de agosto de 1916, en
su testamento Doña Carlota dejó escrito su deseo de que se construyera un
barrio en esos terrenos, “imponiendo un gravamen o censo” para las parcelas.
Estaba bien trazado, con “calles amplias y espaciosas” que conformaban un
barrio “sano y populoso”, con iglesia, escuela, “muchas tabernas” pero con
problemas por entonces de abastecimiento de agua y transporte. El profesor
Valenzuela nos explica que en este barrio se establecieron miembros de la
judicatura y personajes como el dúo Pompof y Teddy, tíos de los famosos
“payasos de la tele”, ídolos de los niños de los años 70 entre los que me
encuentro. Prueba de la vinculación vallecana de los míticos payasos es la
tumba de Fofó, fallecido en 1976, en el Cementerio de Vallecas. En este
cementerio está enterrada mi tía María Luisa y para visitarla debíamos pasar
por delante del sepulcro del artista, con el consiguiente disgusto y llantos
por nuestra parte. Siempre llena de flores, cuenta con un busto de mármol negro
que representa a Fofó caracterizado como el personaje que le dio fama. Vallecas
ha dedicado una amplia avenida, al lado del Campo del Rayo, a la figura de Alfonso
Aragón Bermúdez.
La historia del Puente de los Tres Ojos, situado
sobre el Arroyo del Abroñigal, también llama mi atención. Se proyectó en 1845 para la línea
del ferrocarril de Madrid a Aranjuez. Las obras se realizaron entre 1846 y
1850. Cinco años más tarde una crecida del Arroyo del Abroñigal afectó al
puente, que se hundió al paso de un tren, por lo que fue reconstruido. En 1928
se ampliaron los carriles del puente y se reforzó con una plataforma metálica. Bajo
el puente, símbolo del barrio, discurría la Avenida de la Paz y posteriormente
la M-30. El aumento del tráfico llevó a la demolición del puente en marzo de
1983. Actualmente hay un puente sin ningún encanto aunque más adecuado para la
circulación. En torno al puente de los Tres Ojos y el Arroyo del Abroñigal
surgió de manera espontánea a principios del siglo veinte un suburbio de casas
precarias levantadas por el proletariado que trabajaba en las fábricas. Se
trataba de inmigrantes procedentes de toda España. Se encontraba
estratégicamente situado, cerca de las fábricas, próximo a Atocha pero con
nulas infraestructuras. Sin servicios, sin canalización de agua o
alcantarillado, las infraviviendas apenas contaban con pozos para abastecerse
de agua y pozos negros para los residuos.
La Guerra Civil fue otro de los
acontecimientos históricos que afectó terriblemente a Vallecas. El municipio sufrió
un duro asedio durante la guerra al encontrarse en pleno frente. Además su
situación geográfica la convirtió en lugar de paso entre Madrid y Valencia,
donde se había trasladado el gobierno de la República. Entrevías, el Pozo del
Tío Raimundo y el pueblo de Vallecas fueron las zonas más castigadas durante la
guerra, sufriendo numerosos bombardeos aéreos. El profesor Valenzuela hace
referencia a la casa fotografiada por Robert Capa, situada en Entrevías en la
calle Peironcely 10, que puede ser víctima de la piqueta y la especulación
inmobiliaria. La icónica foto de Capa, tomada en noviembre de 1936, muestra una
casa de ladrillo llena agujeros de metralla y frente a ella, sentados en una acera
llena de cascotes aparecen tres niños. Gracias a aquella imagen hubo
asociaciones como el Socorro Rojo que comenzaron a enviar alimentos a la castigada
población de Madrid. Capa publicó en diciembre de 1936 un amplio reportaje en
la revista Regards, donde se incluía la foto, sobre el padecimiento del pueblo
de Madrid. La casa, una de las humildes construcciones en la que habitaban los
obreros vallecanos de principios de siglo, todavía conserva marcas de metralla
en su fachada, aunque la mayoría han sido tapadas con yeso. La noticia de la
demolición de la mítica casa saltó a numerosos medios el pasado año 2017,
lográndose parar por el revuelvo popular. Por el momento hay una iniciativa
para salvar la casa y desde el ayuntamiento se han comprometido a incluirla en el
Catálogo de Bienes y Elementos Protegidos.
La conferencia del profesor Valenzuela
encamina mis pasos hacia la figura del alcalde de Vallecas, Amós Acero,
desconocida para mí hasta hace poco tiempo, y muy relacionada con aquellos dolorosos
años. De extracción muy humilde, este maestro se afilió al Partido Socialista
en 1920. En julio de 1927 le fue ofrecida una plaza de maestro de 1ª enseñanza
en Vallecas, donde se instaló con su familia. Fue elegido alcalde de Vallecas
en las elecciones de abril de 1931 con la proclamación de la II República. Fue
elegido diputado a Cortes en junio de 1931 y en 1936 Acero fue restituido en su
cargo de alcalde de Vallecas, cargo que mantuvo hasta el final de la guerra de
España, manteniendo durante la contienda un comportamiento ejemplar. En marzo
de 1939 abandonó Madrid hacia Valencia junto al gobernador civil de Madrid,
siendo detenido en el puerto de Alicante y encerrado en el campo de
concentración de Albatera. Fue sometido a dos juicios y, sentenciado a pena de
muerte, fue fusilado el 16 de mayo de 1941 en las tapias del cementerio de la
Almudena, con los ojos destapados por propia voluntad. Tenía 47 años. En los
últimos años Vallecas ha querido recuperar la memoria de su alcalde. Así, en
julio de 2016 se inauguró una estatua en el distrito de Puente de Vallecas y en
enero de este año 2018 la Junta Revolucionaria de Vallecas realizó una pintada
de homenaje al alcalde vallecano en la Avenida de la Albufera a la altura de
Buenos Aires.
Vallecas ha sido desde sus inicios un
barrio eminentemente obrero y “de aluvión”, en los años 20 se alimentó de los
obreros que se establecieron en el municipio para trabajar en las fábricas de
yeso y ladrillos. Y comenzó a crecer desmesuradamente a partir de los años
cincuenta debido a la riada de personas que llegaban desde las zonas rurales de
provincias como las dos Castillas, Extremadura o Andalucía, que llegaban en
busca de una vida mejor. Somos orgullosos hijos de la inmigración y queremos
conocer nuestro pasado.
0 comentarios:
Publicar un comentario