Un poco de Jay Reatard en tu vida
Veo a un joven con cara aniñada, rubio
perfecto, bonitos labios, un ojo a la virulé y camiseta a cuadros rosas y
granates. He buscado su música después de que ver en algún sitio una de sus
canciones. Investigo sobre el personaje y decido que yo también pondré a Jay
Reatard en mi vida…
Hiperactivo y prolífico, a Jay Reatard se
le definió como un “tornado creativo”. Una ingente producción entre discos, EPs
y singles con apenas 30 años no es cualquier cosa. Jay debía olerse que su vida
no iba a ser muy larga, tal vez por eso corrió tanto y vivió tan deprisa. Su
enorme productividad sorprendía a propios y extraños. Cuando era preguntado
sobre esto su respuesta venía a ser la siguiente: “Sólo trato de plasmar las
ideas antes de que la inspiración se me vaya”, decía. “Todo lo que hago
está motivado por el temor de quedarme sin tiempo”.
Su predilección por el punk le llevó a
hacer una música áspera, con guitarras poderosas, canciones interpretadas a la velocidad
del trueno, golpes furiosos de batería y una forma de cantar a gritos y
desgarrada. Su facilidad para crear sencillas, pegadizas y estilosas melodías
le valió el respeto de la crítica y una legión de rendidos seguidores.
Con una infancia complicada, empezó a hacer
música a la temprana edad de 15 años, según él mismo explicaba fascinado tras
ver a Nirvana en televisión. En sus primeros pasos musicales consiguió el apoyo
de los miembros de los Oblivians, un trío de garage punk de su ciudad de
origen, Memphis, que había comenzado su carrera hacia 1993. Uno de sus miembros, Eric Oblivians (Friedl), le ayudó a grabar su primer EP, ‘Get
Real Stupid’, en 1998. Así lo recordaba el propio Eric en una entrevista (por Shane
Jesse Christmass para FURIOUS, Agosto de 2000) “[con Goner Records saqué] un
7" de los Reatards y luego saqué su primer LP, ‘Teenage Hate’. Jay
Reatard, que entonces tenía 15 años, era fan de la Oblivians y había enviado
una cinta repleta de punk casero en la que él tocaba todos los instrumentos. Me
encantó la maqueta, así que hicimos el disco, y he sido fan de todo lo que ha
hecho desde entonces. Es un chico bastante sorprendente”.
‘Teenage Hate’, el primer disco de The
Reatards, fue editado en 1998 y definido por el propio Jay como “guitarras,
gritos y golpes” y lo cierto es que está lleno de energía, electricidad y
crudeza. Lo sacó con la banda The Reatards, nombre al parecer inspirado a
partir de un insulto que les lanzó en un concierto un tipo con una impresionante
cresta de color verde. Lo que parecía iba a ser una broma se convirtió en el
nombre de guerra del grupo. The Reatards estaba formado por el guitarra Steve
Albundy Reatard, Elvis Wong Reatard y Jay Reatard, el alma del grupo. En este
disco se siente como tal vez en ningún otro la pasión brutal con la que Jay se
lanzó a hacer música.
Pero Jay también formaría otras bandas en
proyectos paralelos como Lost Sounds, Bad Times, Final Solutions o Angry
Angles, donde alternaba diferentes estilos como el rock, el punk y el garage.
En 2006 comienza su trabajo como solista. Ese año publicó ‘Blood Visions’, con
una portada espeluznante en la que se ve a Jay Reatard desnudo, tan solo
cubierto por una especie de mini tanga rojo y salpicado de lo que parece ser
sangre… Su canción ‘Oh It's Such A Shame’ ha conocido versiones de Deerhunter,
un grupo indie de Atlanta, y Arcade Fire la tocaban en la gira de su disco ‘The
Suburbs’, con una delicada interpretación alejada de la rabia de Reatard y de
la energía que le imprimió Deerhunter.
En 2009 sacaba su segundo álbum en
solitario, y el que sería el último, ‘Watch Me Fall’. La crítica destacó que se
trataba de un disco menos duro que los anteriores, más melódico y pop, pero sin
dejar de sonar “sucio” y energético. La canción que más sonó fue probablemente
‘La canción que más sonó fue probablemente ‘It Ain’t
Gonna Save Me’, brillante, pegadiza, pero con un video donde lo idílico se acaba
convirtiendo en destrucción gamberra y mala leche. Según sus palabras el disco
trataba sobre “plantar cara a problemas como la muerte, el envejecimiento, el
desencanto con la juventud”. Afirmó que era el primer disco “donde empiezo a
salir de la etapa tonta de mi vida y entrar casi en los 30” .
Algunos consideraron el título como
premonitorio; al parecer el músico tenía serios problemas con las drogas y una
vida cada vez más enredada. El 13 de enero de 2010 aparecía muerto en su
domicilio, aún le faltaban unos meses para cumplir los treinta años. Una vida
excesiva, devorada a tope y sin frenos, una llama que se consumió a toda prisa,
tópicos del rock que se cumplieron en nuestro héroe. Jay Reatard se marchó
demasiado pronto, “dejando un cráter gigante en la escena musical y una
cicatriz en el corazón del garage rock actual”. Ahí queda eso.
Y no puedo dejar de compartir este escrito
del músico Fernando Pardo:
“Me gustaría recomendarles lo que nunca
me enseñaron mis padres y tuve que aprender con el tiempo: Que disfruten del
sexo como algo divertido y sin tabúes, que hablen con los viejos que tengan
cosas interesantes que contar y aprendan de lo que dicen los niños. Que cambien
los telediarios de la noche por unas caladas de marihuana, que digan siempre lo
que piensan y que si no les gusta lo que sale de su boca, que cambien la
actitud y se conviertan de una puta vez en quien les gustaría ser o en quien
presumen ser. Que le echen los huevos de salir a la calle con esa camisa que
tanto les gusta pero que da vergüenza ponerse y está eternamente escondida en
el fondo del armario. Que dejen que las cosas crezcan salvajes libres y exuberantes,
que no quieran cambiar lo que ya está bien como es. Que bailen y hagan las
cosas con entusiasmo y que si no son capaces de sacar las fuerzas, que
encuentren su droga, la que le sienta bien a cada uno y le aleja de la aspereza
del censor que todos llevamos dentro, de ese extraño que tenemos todos en
nuestro cerebro que no te deja soltarte y disfrutar, que a veces actúa como tu
abuela, otras como un cura y otras como un Guardia Civil del franquismo. Que no
piensen que todos los políticos son iguales y que en el fondo da igual la
derecha que la izquierda, que piensen, se comprometan y tomen partido. Que no
acaben repitiendo a sus hijos lo que odiaban que les dijeran sus padres - no
hay nada peor que un rebelde adolescente que se convierte en padre restrictivo
y autoritario -. Y que luchen por tirar las barreras más que por construirlas.
Demoler, demoler, demoler ¡!!
Y si no, si deciden hacerse mayores y
respetables, aceptando la mierda que les viene encima porque “ya tienen una
edad y ya no están para esos trotes”, que se alejen lo máximo que puedan del
r’n’r o cualquier forma de cultura alternativa. Porque si no lo hacen lo
acabarán contaminando todo y el r’n’r perderá su crudeza, su peligro y el
vértigo, y al final pensarán como sus padres 20 años antes y tendremos a los
Dire Straits como paradigma de la clase y el saber hacer bien las cosas en el
mundo del r’n’r.
Contra el avance imparable de las buenas
costumbres, ¡pon un poco de Jay Reatard en tu vida!”
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