Hanif Kureishi: Cuando encuentras una idea es como enamorarte, deseas escribirla

4:49 p. m. Conx Moya 0 Comments


1991. Revista Ajoblanco, nº 34. La portada con el ex líder de los Smiths, Morrissey, me lleva a adquirir la revista. El artículo ‘El nacimiento del punk’ sobre Hanif Kureishi y su novela ‘El buda de los suburbios’ me interesa muchísimo. En la reproducción de un extracto del libro me llama la atención una referencia a The Who y al inicio del punk en Londres. Una novela que toca estos temas no puede estar mal.
1994. El 21 de marzo, según reza el ejemplar que tengo en casa, compro “El buda de los suburbios”, desde entonces la he releído varias veces.
2015, 23 de abril. Una intérprete deletrea mi nombre: C-o-n-c-h-i, mientras Hanif Kureishi lo emborrona sobre el ejemplar de ‘El Buda de los suburbios’ que lleva veintiún años conmigo. Varios días antes había visto que Kureishi sería uno de los invitados estrella en el décimo aniversario de La noche de los Libros, en la Real Casa de Correos. Objetivo: escucharle.
Nuestra celebración del Día del Libro comenzó en la jaima Tuiza de Federico Guzmán en el Palacio de Cristal del Retiro, donde mis queridos escritores saharauis Zahra Hasnaui y Bahía Awah ofrecían su segundo recital de poesía. Una vez terminado, salimos corriendo del Retiro hacia Sol, lo de Kureishi estaba previsto para las 9 y ya íbamos tarde.
Gracias a que el encuentro con la escritora Amy Tan se había alargado, llegamos con tiempo para coger los aparatos para la traducción, buscar un par de buenos asientos y preparar cámara, libreta y boli para inmortalizar el evento.
Kureishi ya no parece el joven airado que fue. Por muchos motivos, entre otros los sesenta años que ya ha cumplido, que han acabado con su melena negra y tal vez, aunque no tanto, con su insolencia y su socarronería. El escritor anglopakistaní luce ahora un pelo completamente blanco cortado a cepillo, pero se mantiene en forma. Guapo, juvenil, se mostró amable y colaborador, respondiendo con presteza y total lucidez a las preguntas que le planteó Berna González Harbour, novelista y editora de Babelia. La charla transcurrió por derroteros muy políticos, con un escritor que no se cortó un pelo para hablar sobre creación, actualidad, la delgada línea que separa realidad y ficción, las redes sociales, el dinero, la ola de neoliberalismo que nos invade, los fundamentalismos, los jóvenes de hoy en día, los peligros del capitalismo… Una charla vibrante, a la altura del personaje.
Aquí están las notas que tomé, recogidas de la forma más exacta que la emoción de estar allí y la velocidad de mi escritura me permitieron.
BERNA GONZÁLEZ HARBOUR. Su mirada sobre Londres en ‘El buda de los suburbios’ le hizo muy conocido y ganar el Premio Whitbread.
HANIF KUREISHI. Empecé recogiendo el día a día, la vida cotidiana: razas, pop, drogas, música. Mi padre era un inmigrante indio y mi madre era blanca, pensé que tenía que contar esa historia, sobre lo que estaba pasando en Gran Bretaña, en los años 50, 60 y 70. Aquello era algo nuevo, el Imperio estaba llegando a Inglaterra, así que lo que pretendía era plasmar la Gran Bretaña que se desarrollaba a mi alrededor. Era realismo social pero también recogía la parte psicológica. En 'Mi hermosa lavandería' hay una metáfora sobre el Thatcherismo y la historia de amor entre dos chicos. Se trata de recoger historias personales, sueños y sentimientos de la gente, dentro de un contexto público.
BGH. Son dos ambiciones en muchos de sus libros, pero hay diferencias en el tono de algunos de ellos. Algunos desde el humor, como en 'El Buda de los suburbios', pero en otros domina la densidad como en 'Intimidad'. ¿Qué hay acerca de esos cambios de tono como escritor?
HK. Es divertido escribir humor pero a veces lo que hay que contares bastante trágico, así que hay que utilizar diferentes tonos. 'El Buda de los suburbios' es muy alegre, divertida y optimista. Estoy orgulloso de mantener ese tono, asuntos serios en tono cómico, pero a veces no puedo hacerlo así. 'Intimidad' necesitaba un tono duro, la historia determina el tono en el que escribes. Hay que conseguir aunar ambas.
BGH. Estamos en un momento en que triunfa la literatura de auto ficción, que lleva la realidad a la ficción. Mostrar la propia vida descarnada y sin miedo a causar daño. Usted ya lo hizo hace años en 'Intimidad'. ¿Ha lamentado exhibirse?
HK. Mis libros son ficción, novelas. 'Intimidad' es ficción, nunca me he expuesto. Soy consciente de que estamos en el showbussines, escribimos para un público. Los escritores nos basamos en ocasiones en cosas que nos han pasado. Incluso 'Intimidad' es fantasía, algunas cosas me sucedieron y algunos sentimientos los sentí. Pero es in truco, un juego, una fantasía. Cuando escribes se convierte en otra cosa, pasa a ser ficción. Lo que me importan es lo que sienten los lectores, es irrelevante si el escritor se expone o no.
BGH. Gunter Grass afirmaba que la división entre ficción y no ficción no tiene sentido. ¿Su realidad es ficción o su ficción es realidad?
HK. Sólo se trata de contar historias, soñar historias, las conversaciones son historias. En realidad crecer en los suburbios era muy aburrido, lo convierto en interesante para captar al público.
BGH. ¿Es usted un escritor que mira al mundo, comprometido con lo que sucede? ¿Ve la escritura como una responsabilidad?
HK. En la escritura no hay que seguir una línea marcada, hay que ser libres y si es necesario molestar y enfadar a la gente. No tengo responsabilidad, salvo ser el artista que soy. Mi responsabilidad es intentar escribir con libertad. Hay que perder la vergüenza y el miedo a ser juzgado cuando te conviertes en artista. Un artista verdadero no debe sentir ese miedo, debe seguir adelante. Nunca sabes lo que la gente va a pensar en realidad. Son los propios miedos los que hay que superar.
BGH.  ¿Ha dejado de hacer algo por miedo a hacer daño?
HK. Intento escribir buenos libros para el público, eso es lo que debo hacer. No escribo para alguien en concreto. Si te preocupa esto nunca vas a vivir con libertad. En la libertad de expresión está la emoción. Ahí surge algo muy eléctrico como artista. Quieres estar en vanguardia, emocionar, no tener miedo. No puedes ser un artista si te dedicas a lo convencional.
BGH. En su libro 'El álbum negro' habla del fundamentalismo islámico, la desafección de los jóvenes musulmanes. Parece que se anticipó a lo que ha ocurrido después. ¿Qué ha fallado en nuestra sociedad?
HK. Fui a Pakistán a principios de los 80. Mi familia estaba asustada con lo que estaba pasando entonces. En el 89 se creó la fatwa contra Rushdie. En los 90 escribí 'El álbum negro' y una película sobre el tema. Visité mezquitas y madrazas de Londres y me documente bastante. Era dramático que los jóvenes se identificaran como musulmanes en lugar de cómo asiáticos o negros. Aquello empezó a suceder tras la caída del comunismo. Se unió el odio hacia el imperialismo de EEUU y un sentido muy radical del islamismo, produciendo una mezcla tóxica de idealismo y utopía. Nadie escribía entonces sobre ello. Es maravilloso que los jóvenes sean idealistas y quieran cambiar el mundo, pero es terrible que los jóvenes tengan tan desilusión. El capitalismo acabó con el idealismo. Todos los jóvenes deberían luchar y ser seres políticos.
BGH.  ¿Cuál es el polo de división hoy en día?
HK. Me preocupa mucho el capitalismo extremo en el que vivimos, está destruyendo todo el entorno de Gran Bretaña en el que crecí: el estado del bienestar, sindicatos, clase trabajadora, la multiplicidad de ideas políticas… Ahora el futuro pertenece a los bancos, a las entidades financieras, la sociedad sufre un endeudamiento eterno. Me asusta cómo hemos evolucionado hacia la extrema derecha, creando inseguridad, elitismo y desigualdad. En Europa tenemos que luchar por recuperar nuestros ideales.
- En el Londres en que creció la vía de escape eran el arte, la música, el punk… En el Londres de hoy, en nuestro mundo de hoy, ¿qué escapatoria hay?
HK. Fui afortunado por crecer en ese periódico fantástico de explosión del rock. En los suburbios teníamos la cultura de la música, podíamos ser artistas y eso nos permitió salir de los suburbios. Luego nos metimos en el punk, había una escena muy viva en aquel momento. Ahora la gente está muy amargada y es el mejor momento de volver a adquirir compromiso político. Tengo mucha fe en la capacidad de los jóvenes de luchar contra los gobiernos.
BGH.  ¿Todos podemos ser artistas?
HK. Pienso en el lugar donde la gente coloca a los escritores, nos idealizan. En algún sentido todos somos artistas, con la capacidad de hacer cosas nuevas o hacer las cosas de diferente manera, cada día. La creatividad está en la vida humana. Los artistas no son los únicos que son creativos, estamos obligados, estamos condenados a la elección.
BGH. ¿Le preocupan los límites de sus temas; tiene miedo de que se agoten?
HK. Mis libros han sido éxitos tocando diferentes temas, en conjunto no parecen obras del mismo autor. Cuando te haces mayor piensas de manera distinta. Sexo, raza, clase, envejecer, son mis temas. Mis obras tienen similitudes pero no son lo mismo. No creo que se me hayan acabado los temas, aún respiran. Espero seguir teniendo ideas que me entusiasmen y me hagan escribir. Cuando la encuentras es como enamorarte, deseas escribirla. Sigue sucediendo. Hacerse mayor es una de las cosas más interesantes para escribir.
BGH.  Me gustaría que hiciera una reflexión sobre las series de TV, que hasta cierto punto están ocupando el lugar de la literatura.
HK. Todo el mundo habla sobre las series y no sobre la última novela de Milan Kundera. Eso es interesante.  Por mi parte no voy a dedicar 50 horas a escribir una serie pero muchos de mis amigos quieren escribir para la TV. La TV tiene trucos para el escritor, que por otra parte no tiene el control, que reside en los productores, el director o en los actores. Cuando escribes una novela todo el poder es tuyo.
Entre las preguntas que se lanzaron por parte del público asistente me interesó en especial la opinión de Hanif Kureishi sobre las redes sociales y como “el exhibicionismo de los usuarios es la última trampa del neoliberalismo, convirtiendo a las personas en productos”.
HK. Las redes sociales tienen una parte buena, que es el acceso a la información. Pero es preocupante que la gente se pase la vida ante una pantalla y tecleando mientras olvida la vida real, compartir espacio físico, estar un cuerpo al lado de otro. No se puede condenar la accesibilidad pero sí la falta de intimidad con otras personas. El narcisismo es otro tipo de soledad, por el temor a entrar en contacto con una persona real. La gente es así menos política, deja de actuar en grupo. El neoliberalismo destruye la solidaridad.
BGH.  Esperamos que siga encontrando proyectos que le enamoren a largo plazo.
HK. Todos los artistas que conozco nunca se rinden, nunca paran, siguen teniendo la pasión y el entusiasmo de crear. No lo pierdes si eres un artista de verdad. Y en la vida hay que encontrar la verdadera pasión.
No está nada mal para un Día del Libro
Tenemos una cita Mr Kureishi
Aireando los libros...

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Eduardo Galeano, la voz de los nadies

5:55 p. m. Conx Moya 0 Comments


Se ha muerto Eduardo Galeano, y todos nos hemos muerto un poco con él. La muerte para los verdaderamente grandes no es nada. Galeano sigue vivo, gracias a sus contundentes hechos y compromiso y a través de sus libros. Los nadies vamos a notar mucho su ausencia, la falta de su apoyo y su verbo. Y mucho lo va a sentir la causa saharaui cada vez que necesite de la mano de un amigo como él, unánimemente valorado y estimado, con una voz cuyo eco siempre ha resonado en todo el mundo. No andamos precisamente sobrados de esos apoyos…
Descubrí a Galeano a través de uno de sus textos más conocidos: ‘Los nadies’. Fue a finales de los noventa; eran momentos de radio, de luchas sociales, de amistades para toda la vida, de aventuras imborrables. Eran los tiempos de mayor fulgor de la causa zapatista y desde la radio seguíamos con total interés, de la mano de los compañeros de CGT Chiapas, todo lo que sucedía en la selva Lacandona. Ellos habían viajado hasta allí y nos contaban sobre el subcomandante Marcos y aquellos que le acompañaban, la comandanta Ramona, el comandante Germán…
En aquellos días también conocimos al director Javier Corcuera a través de su magnífico documental “La Espalda del mundo” que proyectamos en la radio. Todo aquello supuso para mí el acercamiento a las múltiples causas que palpitan en América Latina. Coreábamos “Un Mundo Donde Quepan Muchos Mundos” de Hechos Contra El Decoro, devorábamos el Rebelión, y empezábamos a entender hasta dónde puede llegar la injusticia en este desgraciado mundo. Y descubrimos, descubrí yo, a Eduardo Galeano. En la radio teníamos las paredes llenas de posters, carteles, fotos, sin orden y en total desconcierto. Un enorme póster de Mumia Abu Yamal compartía espacio con un texto que me fascinaba: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. El texto resultó ser de Eduardo Galeano. Compré por entonces “El libro de los abrazos”, no recuerdo por qué esa y no otra de sus numerosas obras. No puedo pensar en ‘Los nadies’ sin recordar el año 2001 y ‘La gran orquesta republicana’ poniendo música a estas palabras inolvidables.
En esos días el Sahara entraba arrasando en mi vida, y yo pasé a sentir a Galeano como alguien muy nuestro. Eduardo Galeano fue un hermano de la causa saharaui, de la mano entre otros de su buen amigo Emiliano Gómez. Desde 2004 en que tuvimos noticias directas de él con su adhesión a la Carta enviada al entonces recién elegido presidente Rodríguez Zapatero, firmada por más de 400 personalidades del mundo de la cultura de diferente países, no ha habido momento delicado para la causa en que Galeano haya dejado de estar presente al lado de los saharauis. Visitó los campamentos de refugiados de la mano del FISahara en abril de 2006. Javier Corcuera, fundador y codirector del festival, recuerda así la visita del escritor: “hablaba con ellos [los saharauis] todo el tiempo, les preguntaba mil cosas y apuntaba todo en una libretita chiquitita”. Galeano prefirió entonces, en lugar de un traductor oficial, a un niño: "no existe mejor manera de conocer algo que teniendo de traductor a un niño", les dijo. 
La única vez en que he estado cerca del escritor uruguayo fue en mayo de 2008, mientras participábamos en las Jornadas sobre el Sahara Occidental de las Universidades Públicas Madrileñas. Tuvimos el honor de compartir aquellas jornadas con los defensores saharauis de derechos humanos Brahim Dahan, Brahim Numria, Hmad Hamad y El Mami Amar Salem, que participaban en ellas por primera vez. En las jornadas alguien nos dijo que Eduardo Galeano estaba presentando ‘Espejos’ en la Casa de América; era miércoles, 28 mayo. Allí me dirigí a toda prisa junto con los escritores saharauis Zahra Hasnaui, Luali Lehsan y Bahia Mahmud Awah, no era una ocasión como para perdérsela. Entramos de purito milagro; se había habilitado una gran sala para acoger al numerosísimo público que quería escuchar a Galeano, las crónicas cuentan que nos congregamos unas seiscientas personas. La sala permanecía en penumbra y Galeano estaba sentado en una mesa, iluminado por una luz tenue, con una escenografía de lo más austera; alguien como él no necesitaba más adorno. Pudimos sentarnos en unas escaleras, al final del auditorio, al lado del periodista de RTVE José Manuel Martín Medem, a quien yo recordaba de mi beca en Radio Nacional.
Zahra Hasnaui, vestida con su melhfa, que la identificaba como saharauia, preguntó al escritor sobre su compromiso con la causa saharaui. Tomamos nota de sus respuestas de aquella tarde, que después subimos al blog de Poemario por un Sahara Libre. Galeano, que se lamentó de que “algunos muros sean tan altisonantes y otros muros sean tan mudos”, se declaró “internacionalista porque creo en la certeza de que podemos ser compatriotas de gentes que nacieron en otros lugares del mapa, por eso me siento tan identificado con un pueblo al que le robaron la patria”. Cuando finalizó el acto nos acercamos al escritor y Zahra pudo saludarle en persona. Ya éramos muy conscientes de que Galeano había abrazado por completo la causa y del gran embajador saharaui que había llegado a ser. Leí ‘Espejos’, donde hablaba del muro de la vergüenza marroquí en el Sahara Occidental, aquel verano en nuestras primeras vacaciones en la bella tierra de la Costa Brava.
Y lo que es la vida, la misma semana en que nos ha dejado Galeano las fuerzas de represión marroquíes herían de gravedad a uno de los activistas saharauis del Grupo de los 7, Ahmed Nasiri, para los que el escritor lideró una eficaz campaña de solidaridad internacional. 
Como he leído en las redes, Galeano, reencárnate pronto. Qué falta nos vas a hacer, nos haces ya…


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Un árbol caído, de Rafael Reig. El turno de los que no hicieron la Transición

8:44 p. m. Conx Moya 0 Comments


Encuentro con Rafael Reig en el Gabinete de Lectura de La Central de Callao. 7 abril 2015.
En España tenemos demasiadas deudas pendientes con nuestra Historia Contemporánea. Nuestro siglo XX no se estudia, queda prácticamente inédito en la enseñanza. La Historia que se aprende en las escuelas acaba en la Guerra Civil, y por supuesto la Transición no aparece por ninguna parte. Creo que tampoco se ha escrito aún la gran novela sobre aquella etapa de paso de la dictadura franquista a una democracia, considerada “ejemplar” durante décadas (un eslogan repetido durante años se acaba convirtiendo en verdad) y que ahora, de la mano de la crisis, los recortes y la pérdida de derechos y libertades, está mostrando su verdadera cara.
En esta línea desmitificadora de tanta “ejemplaridad” como se nos ha vendido, Rafael Reig acaba de publicar 'Un árbol caído', una novela que transcurre en esa decisiva etapa de nuestra Historia más reciente. He tenido ocasión de leer la novela dentro del Gabinete de Lectura de La Central de Callao en el que participo. Cuando acabé la novela odiaba a todos los personajes, excepto a Lourdes, sobre quien yo no pienso desvelar nada. ¿Lo había hecho a propósito el autor, qué pensaba realmente sobre ellos? Debo decir que empecé a reflexionar sobre lo que había leído y a valorar la novela a partir del encuentro que tuvimos con el autor en el Gabinete de Lectura el pasado 7 de abril. Tener la oportunidad de que un escritor nos cuente en persona sus motivaciones, deseos, cómo trabaja (Reig nos contó que con máquina de escribir), sus expectativas, no tiene precio para un lector; poder preguntar directamente al autor nos da nuevas e interesantes visiones de la obra.
Rafael Reig afirmó durante el encuentro que “Las novelas crean los imaginarios colectivos, más que los libros de Historia. El imaginario que va a permanecer no va a ser el que se acerque más a la realidad, sino el que esté mejor escrito, y tenga más capacidad de fascinación. Por eso hay que hacer la mejor novela posible”. A la pregunta de si quiere desmitificar la Transición con 'Un árbol caído', Reig nos respondió que no quiere destruir mitos, si no crear otros mitos, algo que pueda quedar en el imaginario colectivo. Rafael Reig recalcó que él “no hizo la Transición”, a los de su generación les dieron la transición ya hecha. El autor tenía doce años cuando murió Franco. “Pero sí formó parte de mi educación sentimental. El resultado de todo aquello somos nosotros”, afirmó. Sin embargo, considera interesante hacer un acercamiento novelesco para entender qué pasó. Todo esto lo quería contar Reig en forma de novela. No pretendía una exposición detallada de lo que sucedió, si no contarlo a partir de las vivencias de determinadas personas. Los personajes de 'Un árbol caído' pertenecen a la clase acomodada que, si no fueron protagonistas en primerísima línea, sí desempeñaron su papel en la Transición.
La novela transcurre en una de esas urbanizaciones de la sierra de Madrid que están “a quince minutos del centro”, siempre y cuando se conduzca de madrugada y en día laborable, como se explica con sorna en el libro, y donde los burgueses viven sus “vidas ajardinadas”. Afirma Reig que “nunca he vivido en una urbanización, las tenía mitificadas por la literatura americana. Es un ambiente muy novelístico; con pocos escenarios se consigue mucha eficacia”. Los personajes forman parte de un grupo de matrimonios amigos y sus hijos. “Me gustan las novelas con grupos de amigos, matrimonios amigos, las pandillas... que ocupan un lugar tan importante en la vida de cada uno de nosotros”. Según nos explicó Reig, empezó el libro con un narrador en tercera persona, pero pensó que sería interesante ofrecer la visión en primera persona de alguien de su generación, de los que no hicieron la Transición. Así decidió crear un narrador que implicara al lector y tuviera relación con el propio autor, el joven Johnny. De su mano hacemos un recorrido a lo largo de treinta años de la vida de los personajes.
La generación anterior a la de narrador y la del autor, la de los matrimonios amigos protagonistas del libro, “claudicó”, en palabras de Reig. Quienes realmente tramaron la Transición fue una determinada capa social, una burguesía acomodada, que se colocó en los mejores puestos, y hoy en día sigue instalada en los medios de comunicación (“El País, el intelectual colectivo de su democracia de mampostería”), bancos, consejos de administración y cargos políticos. Militantes de un “izquierdismo de salón, ese izquierdismo infantil, tan radical que permite predicar sin ningún riesgo de tener que llegar a dar trigo”.
En la década de los 80 hubo un entusiasmo y una energía política y cultural que se invirtió en un partido supuestamente de izquierda, el PSOE. Lo que hubo en realidad fue “un desfalco, una malversación de ese entusiasmo”. En palabras de Reig “la mía ha terminado siendo una generación apática, vacunada contra el entusiasmo, porque hemos sido estafados. Pasados los años nuestra generación se ha quedado sin nada, y sobre todo sin entusiasmo”.
Afirma Reig que, dentro de ese imaginario colectivo de la Transición, no se suele contar la enorme violencia que hubo en los primeros años: palizas, asesinatos, se quemaron locales, se pusieron bombas. Tampoco se ha contado lo suficiente cómo arrasó la droga a toda una generación, en especial entre los jóvenes que podían ser más molestos. Por cada niño “bien” que cayó en aquella contienda, como Javito en la novela, murieron decenas de jóvenes de barrios marginales y de clase baja. “La droga fue la guerra de nuestra generación, nuestra guerra civil. (...) Una guerra que enfrentaba de nuevo a los poderosos y a los desposeídos”.
Una de las intenciones de la Transición desde su inicio fue dejar fuera a la izquierda, al partido comunista, quitarle cualquier protagonismo político. La manera de quitarle presencia y protagonismo fue mediante la reinvención del PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra, ese partido socialdemócrata que desalojó a la izquierda. Esa maniobra no se ha visto hasta décadas después.
La obsesión de Felipe González durante sus años de mandato fue siempre “evitar la crispación”, sacar a la gente de la calle, hacer creer a los ciudadanos que la democracia se ejerce simplemente votando cada cuatro años, la política deben hacerla los políticos profesionales, no el pueblo. Lo que no interesa, incluso hoy en día, es que los ciudadanos participen en la “política real”. En la actualidad las cosas no están mucho mejor. Como recuerda Reig, nada más crearse Podemos se sacó al movimiento 15M de las calles, y ahora la política se hace desde las tertulias de televisión y las redes sociales.
Sus personajes, niños bien que jugaron a revolucionarios, claudicarán de sus ideales, se acomodarán a los beneficios de su clase, olvidarán aquello por lo que lucharon en su día. En especial las mujeres, aquellas mujeres tan capacitadas, luchadoras, valientes y sacrificadas, que finalmente quedarán convertidas en meras “señoras de”, según aquellos patrones rancios que ellas pensaron dinamitar. “Habían acabado a su servicio y habían vuelto a casa (...) se sentían derrotadas, sin gloria y sin haber opuesto resistencia”.
“Al final vivimos con simulacros, sin probar el sabor real de la vida”, reflexionó Reig en nuestro encuentro. El único personaje que vive a su manera es Lourdes, que por sus circunstancias, vive sin miedo a nada, de manera intensa y total, sin ambiciones ni dobleces. Este personaje es un verdadero logro del autor. Envuelta en cierto halo de “realismo mágico”, iremos con ella recorriendo los caminos que nos marca Reig, hasta llegar a esa realidad que se está desvelando en algunas reseñas sobre el libro, de manera totalmente innecesaria. Esos spoilers que a los “espoileadores” no les gustaría sufrir en carne propia.
La partida, la mala partida, de ajedrez que aparece a lo largo de toda la novela, es una trasposición de la vida, de cómo jugarla, vivirla, mal. “Jugábamos así, siempre ganaba el que se equivocaba menos. También hemos vivido así”. Una partida repleta de errores, por esa tendencia de mirar a una sola jugada sin tener en cuenta lo que viene por otros lados. Los dos protagonistas de la partida, “Aquella partida tan torpe que ninguno merecía haber ganado”, son hombres “que jugaban igual que vivían, sin pensar en las consecuencias”.
Aquellos protagonistas de la Transición, no los ejecutores principales que movieron los hilos, si no los que ocuparon puestos medianamente relevantes, claudicaron y entregaron sus ilusiones  a las manos, garras, de la banca y del poder. “Se habían dado cuenta de que, después de todo, la vida de los burgueses no les desagradaba tanto”; después de todo daba mucha “pereza” intentar una revolución. “Menudos revolucionarios (...) Valientes guerrilleros”.
Lo que pudiera haber de novedoso o escandaloso en el libro nos pilla a estas alturas curados de espanto. La realidad ha superado con creces, como siempre, a la ficción. La apisonadora del poder lo ha aplastado todo. Nos quedamos con una gran novela, muy bien escrita, que  denota el oficio, en el mejor sentido de la palabra, de Reig, con una prosa trabajada y brillantemente adjetivada. Una prosa brillante fruto de haber escrito y leído mucho, “escribir siempre es reescribir, y para escribir tienes que haber leído”, nos dijo el autor durante el encuentro; probablemente también es el resultado de haber vivido mucho.
En definitiva ‘Un árbol caído’ es la crónica de un desengaño, una patraña y una traición a todo un pueblo que esperaba mucho pero no fue capaz de erigirse en protagonista de su propio destino. “Una democracia intervenida y limitada por uno de aquellos techos de cristal, contra el que rebotará siempre la llamada voluntad popular, resignada a retroceder, como las atónitas moscas tenaces ante la ventana cerrada”. Desoladora España.
Un árbol caído. Rafael Reig. Tusquets. Barcelona, 2015. 312 páginas. 19 euros.

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La curiosidad de Alberto Manguel, preguntas que abren puertas

2:29 p. m. Conx Moya 0 Comments



Presentación en La Central de Callao (Madrid) del libro 'Una historia natural de la curiosidad', de Alberto Manguel. Alianza Editorial. Lunes 6 de abril de 2015.
Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948) es un escritor, traductor y editor argentino-canadiense que escribe generalmente en inglés. Como curiosidad se cuenta que Manguel fue en su juventud lector de Borges. Lo cierto es que leer y escuchar las cuestiones que el autor lanza sin interrupción resulta muy interesantes por la cantidad de reflexiones que plantea. Alberto Manguel pasaba a primeros de abril por España para presentar su nuevo libro 'Una historia natural de la curiosidad', definido como una “guía sobre el arte de hacerse preguntas” y según Manguel supone un intento de desmarcarse de los temas recurrentes de sus otros libros, la lectura y las biblioteca. El lunes 6 de abril el autor recalaba en La Central de Callao, en un encuentro con los lectores donde se hizo un repaso a las preguntas, dudas y cuestiones que plantean en este curioso (y nunca mejor dicho) libro
'La Divina Comedia' copó gran parte de la conversación de Manguel, quien lee diariamente la inmortal obra de Dante desde hace diez años según lo que he podido ver en prensa. Así lo cuenta, por ejemplo, en una interesante entrevista en el diario argentino La Nación, en la que habla de esas lecturas que realiza cada día a primera hora de la mañana. Este “clásico” de la literatura ha sido de alguna manera el motor del libro. Las cuestiones que le han ido surgiendo de la lectura diaria de ‘La Divina Comedia' las ha agrupado en diecisiete preguntas que encabezan los diecisiete capítulos que componen 'Una historia natural de la curiosidad': la condición humana, la verdad, la belleza, nuestra relación con la naturaleza, las consecuencias de nuestros actos, la organización del mundo, qué hay después de la muerte…
Manguel es una enciclopedia andante de citas. Como explicó en el encuentro, tiene mala memoria para caras, nombres, números, pero memoriza citas literarias con toda facilidad. Y lo demostró a cada momento, no había respuesta que no estuviera acompañada por su oportuna cita, “citada” de memoria. Y al mismo tiempo Manguel es una máquina de provocar cuestiones, de hacer pensar cuando se le escucha, de lanzar a su vez frases y sentencias: “Las situaciones humanas no son nunca inocentes, la acción nos contamina”.
El encuentro se planteó como una serie de preguntas dirigidas a Manguel, que daban pie a la reflexión y el debate. Lo que sigue a continuación es el reflejo de una jornada para pensar, lo que no está nada mal para una tarde de lunes recién finalizada la Semana Santa.
Y es que si se habla de “la curiosidad” no puede haber más que constantes preguntas; que a su vez generan (o no) respuestas que también deben cuestionarse: “Quienes se contentan con las respuestas son los muertos”, afirma Manguel. “Las preguntas abren puertas”. Así el pensador diferencia entre la literatura que hace preguntas a las que no podemos dar respuestas y la mala literatura, que sí da respuestas definitivas. La gran literatura es la que continúa planteando preguntas a generaciones de lectores.
También se planteó en el encuentro con los lectores el tema de la escuela, “el eterno escollo de la enseñanza”. De niños nuestro primer impulso es hacer la pregunta “por qué”. “El mundo es una selva de porqués. Las preguntas conducen al diálogo, mientras que las respuestas acaban con el diálogo”, reflexionó Manguel. “Preguntar es dar forma a la curiosidad y al deseo de hablar con otro ser humano y compartir con él ese deseo de curiosidad. Eso se debe alentar en las escuelas y universidades. La escuela debe ser un campo gratuito de juegos y de imaginación, que no debe ser dirigida. La curiosidad gratuita es esencial pero lo gratuito no tiene lugar en nuestra sociedad, cuyos valores son lo breve y lo fácil. La dificultad es la que hace nacer las preguntas”, afirmó el autor.
Precisamente hablando de la dificultad, se planteó la cuestión de que la lectura no es fácil pero la recompensa que se obtiene al leer es extraordinaria. Manguel se muestra de acuerdo, ya que “la dificultad otorga un placer inmenso”. Según el autor “Las palabras difíciles son más interesantes, de alguna manera son mágicas”. Hay que huir de esa obsesión actual de allanar el camino a los niños, intentando eliminarles cualquier dificultad que se les pueda presentar. “¿Por qué pensar que un niño no es una criatura inteligente? Los niños quieren también la dificultad”, sentenció.
Ya que Dante es de alguna manera uno de los impulsores de este libro, se planteó al autor la revisión del discurso de los “clásicos, hacia los que parece existir una especie de terror” hoy en día. Para Manguel “etiquetar algo es excluirlo de cualquier otra definición”. Según el autor “cuando a un libro se le considera un clásico alejamos a la mayor parte de los lectores porque vivimos en una sociedad que no quiere lectores inteligentes”.
Lo cierto es que escuchamos constantemente que no se lee y que la cultura está en decadencia. Yo, que ya tengo una edad, recuerdo haberlo escuchado desde que tengo uso de razón. “En ninguna época de la humanidad los lectores han sido mayoría. Si nuestra sociedad ha escogido un modelo económico que se opone a los valores de la lectura, no debemos sorprendernos de la situación actual. ¿Cómo convencer al que no lee? No conozco la fórmula para hacer que alguien se enamore ni para hacer que alguien sea lector”.
Durante el encuentro también se hizo referencia al eteno tema libro en papel versus libro electrónico, que Manguel reconoce no usar. “La tecnología electrónica es muy útil”, afirmó, “pero hay que ser responsable al utilizarla; tal vez nos equivocamos en algunos usos”, concluyó. Se declara un completo enamorado del libro en soporte papel: “Un libro puede ser el objeto perfecto, que nos dé todos los placeres intelectuales y sensoriales. La imprenta produjo un objeto perfecto, absolutamente interactivo”.
El libro está escrito en inglés, y la traducción corre a cargo de Eduardo Hojman. Manguel hizo referencia a las nuevas lecturas que la traducción ofrece, ya que al fin y al cabo se trata, según el autor, de un nuevo texto.

En definitiva, una estimulante reivindicación de la duda, la interrogación y la búsqueda perpetua. Al fin y al cabo eso es lo interesante de la vida.

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‘En tercera persona’. Nunca subestimen el poder de un escritor

4:14 p. m. Conx Moya 0 Comments

Una moneda de 50 céntimos cae en un vaso con alcohol, un móvil con la foto de un niño de salvapantallas cae en un fregadero lleno de agua, una mujer trata de tirarse a una piscina pero no se atreve, la voz de un niño susurra: “Mírame”. Como denominador común: las terribles consecuencias que puede desencadenar la falta de atención a un hijo. Tres historias que transcurren en París, Nueva York y Roma y que son una en definitiva. Nada es lo que parece.
Nunca subestimen el poder de un escritor. Jamás permitirá que una buena historia se desaproveche. Nada podrá detenerle. Ni sentimientos, ni lealtad, familia, amistad o amor. Los verdaderos escritores matarían, metafórica o literalmente, por una buena historia. Una de esas historias que dan gloria, fama, buenas críticas, prestigio, premios. Y dinero. Que permiten vivir durante semanas en la suite de un lujoso hotel de París , recluido para escribir un nuevo libro que engorde el ego, el prestigio y la cuenta corriente.
Liam Neeson es Michael, un escritor al que la literatura le ha proporcionado éxito, fama, dinero, una bellísima amante, una devota y sufriente esposa. Siente a través de sus personajes, comprende lo que le sucede cuando lo ve reflejado en papel, vive a través de sus novelas. Prestigioso y premiado con un Pulitzer nada menos. Se encuentra en París esforzándose en terminar una novela. Su carrera está en una peligrosa cuesta abajo. Sus libros han perdido crudeza, pegada, ese desgarramiento que deslumbró en sus inicios a la crítica y al público.
Nunca subestimen el poder de un escritor. Se volverá hacia la vida real para inspirarse. Al fin y al cabo en la realidad se encuentran las mejores historias de ficción. No importa que los personajes puedan ser reconocidos entre las personas de su círculo. Que se saquen a la luz secretos íntimos. Que se utilicen debilidades, dramas, problemas o tragedias de personas reales. Un buen escritor nunca permitirá que le estropeen una buena historia.
Nada es lo que parece. El hombre utilizado no es más que un lobo con piel de cordero, no tendrá escrúpulos en usar a aquellos que le rodean, sin importarle que se trate de su esposa, su amante o su propio hijo. Nunca hay que confiar en un escritor. Para conseguir su historia se mostrará amoroso, paciente, tierno y amable. Podrá regalar docenas de rosas blancas, lujosos vestidos, apetecibles mentiras. Se cobrará todo con creces. Hurgará en la vida de otros, robará sus historias, saqueará sus emociones, tomará sus rasgos, replicará sus traumas. Hará una novela. Con suerte será brillante. Toda la gloria será para él.
‘En tercera persona’ es una película escrita y dirigida por Paul Haggis, el director de Crash. Tiene un reparto repleto de nombres conocidos, Liam Neeson, Olivia Wilde, Mila Kunis, James Franco, Moran Atias y Adrien Brody. Destaca, en un breve pero decisivo papel, una intensa y doliente Kim Basinger. El fragmentario montaje, brillante, nos hace avanzar por estas tres historias llenas de conflicto, mentiras, dolor y abismos. Iremos descubriendo poco a poco los nexos de unión entre los personajes y las tres historias, hasta llegar a un final en el que el puzle cobra sentido.
Nunca confíen en las buenas intenciones de un escritor.


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