El corazón es un cazador solitario de Carson McCullers. El perfume de las flores marchitas
A
nuestro gabinete de lectura de La Central ha llegado un maravilloso libro de
Carson McCullers, “El corazón es un cazador solitario”. Para hablarnos sobre él
contamos con la presencia de Karina
Sainz Borgo, escritora y periodista cultural de Voz Pópuli, quien nos ofrece
una magnífica exposición sobre el libro y la autora. Todas las integrantes del
gabinete coincidimos en la brillantez de las explicaciones de Karina.
Karina Sainz Borgo nos sitúa en la vida de
la autora y en el contexto histórico en el que se escribió la novela. “En la
literatura americana del siglo XX hay un antes y un después de Carson
McCullers”, afirma. Se trata de una autora sureña excepcional, en un territorio
con una enorme tradición literaria. “El
corazón es un cazador solitario” fue su primera novela, tan sólo tenía
20 años cuando empezó a escribirla. Aun así, resulta “de una apabullante
calidad”. La autora supo mantener el tipo, e incluso mejorar su escritura, en
cada libro que publicó. En este libro cuestiona el matrimonio, el ejército, la
ideología, la religión. A pesar de su juventud, supo captar todos los matices y
los plasmó con gran acierto. La publicó con 23 años, en un momento vital
bastante complejo; se había trasladado de Georgia a Nueva York, inmersa en una
relación sentimental con el hombre al que dedica la novela, Reeves McCullers,
de quien tomó el apellido y con quien se casó en dos ocasiones.
La novela transcurre en el sur de Estados
Unidos en 1930, en plena depresión, en un momento en que el sur experimenta el
paso de la economía agrícola a la industrial. Es además una época turbulenta y
compleja, de tensión racial, luchas sociales, etapa de entreguerras y de
llegada al poder del fascismo en varios países de Europa. Todo ese ambiente
hierve en la novela, cargada de la “electricidad de lo que va a ser de Estados
Unidos en décadas posteriores”.
Nacida en una familia de clase media, el
padre de Carson era joyero y su abuelo fue dueño de una plantación. La autora
siempre tuvo una especial atracción por los seres periféricos, los situados al
margen de la “normalidad”, los homosexuales, los locos, los marginados, los
inadaptados, los enfermos. En sus obras “dignificó lo individual, en especial a
los perdedores”, aprecia Karina. “Yo tengo más que decir que Hemingway, y Dios
sabe que lo he dicho mejor que Faulkner”, llegó a decir. Autora de cinco
grandes novelas, todas de enorme calidad, fue siempre una mujer muy segura con
respecto a lo que escribía, alcanzando gran éxito y reconocimiento desde el
inicio de su carrera. “No me gustaría vivir si no pudiera escribir. La
escritura no es solo mi modo de ganarme la vida; es como me gano mi alma”,
dijo.
El escritor Rodrigo Fresán, gran admirador
de la autora a la que define como “un personaje del primer Tim Burton, ingenuo
y a la vez oscuro”, opina que “El
corazón es un cazador solitario” es una novela sobre el amor. La propia
autora la definió como la historia de cinco personas aisladas y solitarias, que
tienen el deseo de integrarse en algo espiritualmente más grande que ellos. En
un principio la novela se iba a titular “El mudo”, pero el editor le aconsejó
el título que adoptó finalmente, sacado de un poema. No pudo ser más acertado.
El protagonismo se reparte entre cinco
personajes principales, con varios secundarios que gravitan alrededor de estos,
aunque en el gabinete coincidimos que tal vez la tratada con más cariño y
cercanía es Mick, quien produce mucha ternura en el lector, ya que está tratada
por la autora con verdadera compasión. Lo que prima en todos ellos es el deseo
de comunicarse. La narración se centra en los conflictos de cuatro conocidos de
Singer: Mick Kelly, una niña con aspiraciones artísticas, que ama la música,
ambiciona aprender a tocar el piano y lucha con todas sus fuerzas contra un
entorno inflexible; resulta conmovedor el afán de Mick por aprender, su deseo
de trascender a través del arte, de escapar de su triste realidad. Su tragedia no procede de sí misma sino de
una sociedad que le roba su libertad y sus energías. Mick terminará
atrapada en la trampa del trabajo asalariado, para ayudar a la familia tiene
que renunciar a todos sus sueños. Es un personaje que en algunos aspectos
remite a la propia autora. Jake Blount, un obrero alcohólico, errante, marxista
y en constante conflicto. El doctor Benedict Copeland, el único que tiene
estudios universitarios, es un médico negro que lucha por los derechos y la
igualdad racial, en un contexto de falta de justicia y amarga desigualdad. Es
un hombre culto pero infeliz, el ambiente se lo come. Se encuentra totalmente
insatisfecho con sus hijos. El doctor apuesta toda su vida por ser paciente y
enarbolar la paz pero al final de sus días siente que se ha equivocado, que hay
que combatir la astucia con la astucia, la fuerza con la fuerza. La
solución vendrá reuniendo multitudes e instándolas a manifestarse; esta
propuesta del doctor Copeland de organizar una marcha y pasar a la acción
directa se adelanta varios años a Luther King y Malcom X. Biff Brannon, el observador
dueño del café New York, es el que menos habla y ve de manera más objetiva a
Singer, precisamente porque él está acostumbrado a escuchar y a observar en su
local, de alguna forma es áspero y se muestra incapaz de sentir empatía. Entre
los personajes hay que destacar que las mujeres tienen gran empuje y fuerza. Es
el caso de Mick y de Portia, la hija del doctor Copeland, joven muy
trabajadora, siempre preocupada por su familia y mediadora entre su padre y sus
hermanos.
Singer, el hombre sordo y mudo, es el
personaje al que acuden los otros cuatro. La autora usa el recurso de las
cartas que escribe a su añorado Antonapoulos, para que el mudo “hable” sobre
los otros cuatro personajes; él no les entiende la mayoría de las veces, sólo
ve gente deseosa de hablar y desahogarse. Ellos por su parte consideran a
Singer un ser “superior”; a causa de su sordera y su mudez, resulta cautivador
para depositar en él los sentimientos más personales e íntimos. “El corazón es
un cazador solitario” es una novela sobre la idealización. Por un lado los
cuatro personajes inventan un compañero que les entiende y que se interesa de
verdad por todo lo que le cuentan. Los personajes atribuyen al mudo toda una
serie de cualidades que ellos querrían que tuviese. Le habían convertido en
una especie de dios casero. A su vez Singer idealiza al griego
Antonapoulos, que en realidad sufre de desorden mental y no es capaz de
apreciar el amor y los esfuerzos que el otro le dedica.
Como refugio para la soledad y la
incomunicación, los personajes habitan su mundo interior, aquellos lugares
donde se refugian. Mick lo hace en su caja de tesoros y en sus cuadernos de
melodías, necesita del “aislamiento intelectual” del que habló la propia autora
en algún escrito. El dueño del bar se refugia en su colección de periódicos y
en su puesto de observador detrás de la barra. Singer, el mudo, se cobija en sus
recuerdos del griego y las cartas que le escribe pero nunca echa al correo.
Blount, el revolucionario, en el alcohol. El refugio del doctor son la ciencia
y la razón.
El narrador es omnisciente, muy pegado a
los personajes. McCullers describe con imágenes muy precisas, es dueña de una
prosa “magra y muy limpia” y de una enorme capacidad para crear imágenes. Es el
caso de la descripción del camino que recorren Mick y su amigo Harry durante la
excursión que hacen hasta la laguna o el preciosista retrato del griego
Antonapoulos en una de visitas que le hace Singer, llevaba una bata
escarlata, pijama de seda verde y un anillo de turquesa. Su cutis tenía un
color amarillo pálido, y en sus oscuros ojos una expresión soñadora. El negro
cabello ligeramente ribeteado de plata en las sienes. Estaba haciendo punto.
Sus gordezuelos dedos trabajaban con las largas agujas de marfil muy lentamente.
Maravilloso. Curiosamente, la autora adoraba a Proust, a pesar de ser sus
estilos tan diferentes.
Uno de sus grandes logros es narrar con
gran economía de palabras sucesos tremendos. Un ejemplo son los últimos
instantes de Singer, es magistral cómo llega a contar tanto con tan poco. Hay
momentos en que crea imágenes cercanas a lo cinematográfico. Es el caso del
disparo a la pequeña aspirante a niña prodigio, Baby, como apreció una de las
compañeras de gabinete.
La música, fundamental para la autora,
tiene gran importancia en el libro, como nos explica Karina, añadiendo que la
novela se estructura como “una fuga en cuatro movimientos”, con cuatro tramas
entrecruzadas, “mediante la estructura de fuga se entretejen las tramas en una
estructura musical”. Las estaciones y las horas del día tienen mucha
importancia en la novela. A su vez, la naturaleza marca los tiempos. La
enfermedad tuvo una importante presencia en la vida de Carson McCullers, y
también tiene su presencia en el libro. Ser enfermo supone al mismo tiempo ser
periférico. Blound, el agitador marxista se encuentra en la periferia debido a
su alcoholismo; el doctor Copeland está en la periferia por ser negro. Mick es
periférica como mujer, pobre y diferente.
Karina, vestida de sport, chaqueta y vaquero,
luce zapatos de charol con vertiginoso tacón y plataforma, media melena
planchada con precisas mechas rubias. Lleva una pequeña alianza de brillantes,
con un gran anillo dorado por encima. Completa sus cuidadas manos con una
perfecta manicura de uñas cortas pintadas de rojo. Mujer con nervio, habla con
cierto atropello, que no le impide pronunciar perfectamente todas y cada una de
las palabras y modular con musicalidad las frases. Estoy sentada a su lado
durante la sesión y tengo una perfecta perspectiva de su cuaderno, lleno de
breves anotaciones. En un círculo con flechas y subrayados rosas, Karina
relaciona a los protagonistas y los personajes secundarios, y yo me quedo con
ganas de hacer una foto al esquema. Completa la magnífica sesión con anécdotas
relacionadas con la vida de la autora. Nos recuerda que Carson McCullers formó
parte del grupo de “bohemios” de la 'February House', un experimento de vida
comunitaria en el que la autora participó junto a escritores entonces jóvenes
pero ya bastante reconocidos como W. H. Auden o Jane y Paul Bowles, además del
compositor Benjamin Britten. Se reunieron en el número 7 de Middagh Street en
Brooklyn durante 1940 y 1941. Para Carson fue una etapa de gran intensidad
creativa y supuso el germen de dos de sus novelas “Frankie y la boda” y “La
balada del café triste”. También hubo espacio para recordar el memorable
encuentro con Isak Dinesen, Marilyn Monroe y Arthur Miller en su casa, o las
adaptaciones al cine de varias novelas de la autora como la propia “El corazón
es un cazador solitario” o “Reflejos en un ojo dorado”, dirigida por John
Huston y protagonizada por Elizabeth Taylor y Marlon Brando, que a finales de
los 80 supuso para mí la puerta de acceso a la literatura de McCullers.
Un vibrante gabinete de lectura, dedicado a
un libro poderoso y oscuro, que no deja respiro al lector, que le golpea y
escarba en lo más hondo. Un libro intenso, como el perfume de las flores
marchitas.
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