No me sigas, estoy perdido. Exposición ‘Autorretrato’, de Alberto García-Alix
“García-Alix estuvo en el
sitio justo en el momento adecuado... por eso sus fotos no pierden verdad con
los años”.
Leído por ahí
¿Y cómo conocí yo las fotos (“revelador,
paro, fijador”) de Alberto García-Alix, uno de mis fotógrafos favoritos, que
elevo a categoría de mito por tantas cosas? Eso me preguntaba el pasado jueves
31 de julio, mientras esperábamos en una larga fila para entrar en el Círculo
de Bellas Artes. Asistíamos a la inauguración de ‘Autorretrato’, una exposición
dentro de la Sección Oficial PHotoEspaña 2014 de uno de los fotógrafos
españoles más admirados y reconocidos.
La muestra, compuesta por 80 obras,
recorre muchos de sus autorretratos, desde los de iniciación, realizados hacia
mediados de los 70, hasta la época actual, junto con fotos de fragmentos de su
cuerpo, paisajes, edificios, interiores y objetos, que a su manera también le
retratan. Así debe ser en un autor que se ve reflejado en casi toda su obra, un
enorme diario que “en conjunto forma un gran autorretrato”, como afirman en la
información sobre esta reciente muestra.
La Sala Picasso del Círculo de Bellas
Artes estaba llena el día de la inauguración; allí se dieron cita modernos de
todo tipo, mayores, jovenzuelos con actitud, entre cervezas frías ofrecidas en
enormes cubiteras y muchos móviles con los que se hacían fotos de las fotos. Ruido,
comentarios, ojos muy abiertos, admiración. Y allí estaba Alberto, bajito,
canoso, delgado y extratatuado; con buen aspecto. Feliz entre la gente,
hablando con todo el que se le acercaba. Por supuesto yo no me atreví.
Echando la vista atrás, siempre me vienen
a la memoria esas “autofotos”, de diferentes épocas, edades y circunstancias;
en esas imágenes García-Alix refleja sus obsesiones, las motos, los tatuajes
(“Letras en mis dedos. Tinta trepando por mi cadera”), el rock and roll, el
mar, las drogas... Inconfundibles su poderosa estética y sus escenarios
preferidos: las calles de ese Madrid que mata, noctámbulas, decadentes, sucias
y llenas de historias, o esas habitaciones que, más que escenas, son también
personajes. Siempre he estado enamorada del Alberto de sus autorretratos;
aunque él mismo afirma en alguna entrevista que no son tantos, lo cierto es que
hay un completo ramillete, como se puede apreciar en esta muestra retrospectiva.
Y por supuesto recuerdo aquellos retratos
de la época de la movida, los músicos, la gente del cine, los que fueron
famosos, o tantos personajes anónimos hoy inmortales gracias a las fotos del
artista. Imágenes que mucha gente tenemos grabadas a fuego y forman parte de nuestra
juventud y nuestros recuerdos. Imágenes que no he dudado en ir a ver, en ese
ritual que es visitar una exposición, en cuanta oportunidad he tenido. Cuento a
menudo la anécdota de que casi me pilla un coche, a pesar de lo prudente que
soy yo, mientras cruzaba como una loca para subir a toda prisa en una
exposición que le hicieron a Alberto también en el Círculo. Corrían los años 90
y yo entraba a trabajar por la tarde en mi apestoso trabajo de entonces. Si no
me apresuraba, no me daría tiempo a disfrutarla con detenimiento, que es como
hay que paladear la obra de este grande.
Creo que empecé a fijarme en las fotos de
Alberto García-Alix hacia mediados de los ochenta, en las páginas de aquel
suplemento que publicaba el ABC los sábados (en mis recuerdos salía los viernes
pero he descubierto que erraba por un día) llamado ‘Gente y aparte’, donde
muchos de los más modernos de aquel entonces plasmaron sus escritos, fotografías
o dibujos, llevados de la mano de Ignacio Ruiz Quintano, Jorge Berlanga, y
algunos otros. En el más conservador de los periódicos conservadores se dieron
cita durante varios años personajes como El Buitre Buitáker (maravillosas
viñetas de Miguel Gallardo, el de Makoki), Edi Clavo, Sabino Méndez, El Zurdo,
Leopoldo María Panero, las motos Triumph (más finas que las Harley), las chupas
de cuero, las calaveras, el boxeo con Poli Díaz como figura cañí, Blanca
Andréu, los toros, las musas de los redactores, los bares chulos, la gente
guapa, los tirados, y por supuesto, las fotos de Alberto. Yo era entonces una
cría alcorconera y curiosa, que leía todo lo que caía en sus manos. Aquello me
llamaba la atención y me empezó a enganchar. Había pijos, y los había menos. Unas
cosas molaban más que otras; el Buitre Buitaker, las Triumph y García-Alix, los
que más. Supongo que ahí empezó todo.
Hablaba cuando reabrí el blog, de los
creadores que llevan su obra al límite. Es el caso de Alberto, su obra tiene
mucho de su vida, y su vida ha pasado a formar parte de su obra. Sus
obsesiones, mujeres, adicciones, amistades, sus bares, sus casas, sus motos,
sus calles… La historia dice que La Movida empezó en un puesto que tenían en el
Rastro de Madrid Ceesepe y Alberto García-Alix. Desde aquel ya lejano 1976 han
pasado casi cuarenta años; cuatro décadas de creatividad y de pura vida. Las
fotos de Alberto son de una continua fiesta, pero una fiesta que no siempre
acaba bien. Una fiesta eterna que ha dejado ausencias, demasiados amigos
muertos, vidas rotas. La contrapartida ha sido el caro peaje pagado, pero al
fin y al cabo eso es vivir. Los retratos de Alberto García-Alix huelen a flores
muertas.
No puedo dejar de destacar al fotógrafo como
artista de la palabra. Sólo hay que ver que los títulos de sus fotos son pura
poesía. En la exposición me llamaron la atención esa foto del mar titulada ‘La
tumba del marinero’, o esa enorme imagen de la mano tatuada de Alberto
sujetando un preservativo usado titulada ‘Historia de un amor breve’, o
'Autorretrato con la mujer a la que amo'... Alberto cultiva la palabra con buen
gusto; suyos son decenas de artículos, pensamientos, reflexiones, reseñas,
relatos, ensayos, incluso ha escrito varios guiones. En su obra escrita también
aparecen sus obsesiones, la fotografía, la música, los amigos, los tatuajes,
las motos, la noche, Madrid… Estoy leyendo ‘Moriremos mirando’ una selección de
textos suyos, que es una auténtico placer.
Como andamos entre sus autorretratos,
acabo con este texto que aparece en el libro: “En ese esfuerzo por ver me
autorretrato constantemente. El autorretrato es una variante o una extensión
del retrato. Cuando no tienes a nadie a quien hacer una foto, te retratas a ti
mismo. Muchas veces he sentido deseos de ponerme a llorar enfrente de la
cámara, de intentar expresar, sólo con los ojos, el sentimiento del paso del
tiempo, el recuerdo de la noche pasada. Es lo mismo que mirarte en el espejo
del cuarto de baño. La cámara tiene la virtud de obligarte a ver. No se coge
una cámara para no ver. Se coge para detener la mirada y enfocar, para
preguntarte acerca de lo que estás viendo, para percibir las presencias
invisibles”.
Alberto
García-Alix. Autorretrato
Fotografía.
Sección Oficial PHotoEspaña 2014.
Desde
31 de julio de 2014 hasta 28 de septiembre de 2014
Círculo
de Bellas Artes. Sala Picasso
Marqués
de Casa Riera, 2. Madrid
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