“My Generation”. Festiva celebración de una década prodigiosa
El ya veterano
festival de documentales In-Edit nos ofrece la posibilidad de ver en pantalla
grande “My Generation”, hecho que coincide con la lectura de las primeras
páginas del magnífico libro sobre The Kinks “Amanecer en Waterloo” (Manuel
Recio e Iñaki García, editado por Silex), una de aquellas grandísimas bandas
que surgieron durante la década prodigiosa que retrata el documental. Aquellos
maravillosos sixties supusieron en Inglaterra una explosión de color que
dinamitó década de los 50, marcada por la escasez y la posguerra.
Dirigido por
David Batty y producido y narrado por el actor Michael Caine, “My Generation”
realiza un amplio recorrido por la escena de la moda, fotografía, cine y música
en el Londres de la década de los 60, una fascinante revolución cultural
llevada a cabo por jóvenes, en muchos casos de clase trabajadora. Toda una
década rebosante de optimismo, diversión, creación y de ruptura de reglas, que
marcó los años de juventud de sus protagonistas, “los mejores años de nuestras
vidas”, como afirma Michael Caine en un momento del documental.
Uno de los
catalizadores de aquellos cambios fue la recuperación de la economía británica,
tras la Segunda Guerra Mundial, que había dejado una Gran Bretaña devastada, y
la dura posguerra que vivió la generación anterior a la de nuestros
protagonistas. Roger Daltrey, cantante de The Who, explica que “todo era gris”,
pero los jóvenes fueron los encargados de poner el color. Por primera vez el
futuro iba a ser manejado por la gente joven. Se saltaban las reglas y rompían
con lo establecido, se cuestionaron los valores morales de la anterior generación.
La nueva generación se merendó con desparpajo a la de sus padres.
El delicioso
montaje de “My Generation” muestra a un Michael Caine “saltando” entre pasado y
presente con su característica picardía, al mezclar con acierto imágenes de su
juventud con las actuales. Así, un joven Caine entra en un edificio y al
traspasar la puerta aparece el Caine anciano o nos hace un guiño conduciendo
aquel Aston Martin DB4 original de su película “Un trabajo en Italia” (1969). El
actor introduce los testimonios (sólo en audio, no vemos su aspecto actual) de
destacados protagonistas de aquel Swinging London, como el fotógrafo David
Bailey, las diseñadoras Mary Quant (creadora de la minifalda) y Bárbara
Hulanicki (artífice de la boutique BIBA), los músicos Paul McCartney y Roger
Daltrey, la modelo Twiggy, el peluquero Vidal Sassoon, las cantantes Marianne
Faithful y Sandie Shaw o la actriz Joan Collins. La ciudad de Londres se convierte
en un personaje más del documental.
Michael Caine,
que “no siempre fue Michael Caine”, nació con el nada sugerente nombre de Maurice
Joseph Micklewhite. De origen humilde, su madre era limpiadora y su padre
trabajaba en un puesto de pescado, era un poco mayor que aquellos jovenzuelos,
nació en 1933 y como explica en la película ya había cumplido los treinta
cuando todo estalló. Su origen y su marcado acento cockney, como se conoce a
“los habitantes de los bajos fondos del East End” de Londres, habría sido un
impedimento para dedicarse al cine. Pero en los dulces sixties todo era
posible, incluso que aquel joven actor interpretara a un estirado oficial de
clase alta en el filme “Zulú” (1964).
La calidad y variedad visual de “My
Generation” deja apabullado al espectador. Una de las grandes bazas del
documental es la ingente cantidad de material de archivo, en muchas ocasiones
inédito, que han utilizado para su realización. La película tardó cinco años en
terminarse, es de imaginar el arduo trabajo que se empleó en rastrear todo el
material. Los números son apabullantes: “más de 1.500 horas de
filmación, 500 horas de audio y decenas de miles de fotos fijas”, para lo que tuvieron
que contactar con más de 500 personas y empresas.
La banda sonora juega
un papel muy importante en la película, no en vano la música fue el detonante
de la revolución cultural de los sesenta. Para una apasionada de aquellos
ritmos, como lo soy yo, el documental supone perderse en la más surtida
pastelería o en el país de las maravillas. La banda sonora es de super lujo y junta a los tres grupos más destacados de
la época: The Who y My Generation (que da nombre al documental), The Rolling
Stones con Satisfaction o Jumpin' Jack Flash y The Beatles, tocando en The Cavern uno de sus primeros temas Some Other Guy. También aparecen
The Animals y su We Gotta Get Out Of This Place, Thunderclap Newman con
Something In The Air, The Yardbirds, Jimi Hendrix, The Kinks con maravillas como Death End Street o Waterloo Sunset y Cream entre
otros, protagonistas de la llamada “invasión británica”, con la música pop
británica convertida en un fenómeno de masas a nivel mundial. Las Escuelas
de Arte jugaron también un papel muy importante en aquella explosión cultural.
Músicos como John Lennon, Ray Davies o Pete Townshend pasaron por escuelas donde
tomaron contacto con las artes gráficas y visuales.
Otro aspecto de
aquel movimiento cultural fue el acceso de aquellos jóvenes a los medios de
comunicación. Consiguieron protagonizar sonadas actuaciones en programas de
televisión y ocupar cientos de horas de radio. En un primer momento la cadena
pública BBC se resistió a dar espacio a aquellos alocados melenudos, surgiendo
una serie de emisoras piratas donde se programaba con absoluto entusiasmo a las
bandas jóvenes. “My Generation” se hace eco del caso de Radio Caroline, radio
pirata que inició sus emisiones en marzo de 1964. Las imágenes de aquella radio
pirata, montada en un barco anclado en aguas internacionales para evitar la
persecución de las autoridades, remiten a la deliciosa película “Radio
Encubierta” (“The Boat That Rocked” de Richard Curtis, 2009). Los disc jockeys eran a
su vez pequeñas celebridades que congregaban ante sus emisiones a miles de
seguidores de aquella música.
La moda también
fue protagonista de la época. La década trajo la minifalda, creada por la joven
diseñadora Mary Quant. Supuso un escándalo y en el documental vemos cómo los
escaparates donde se exhibía aquella mínima pieza causaban gran expectación
entre los transeúntes. Las chicas que mostraban las piernas eran vistas con los
peores ojos entre los mayores. La revolución en el vestir trajo además los panties
de colores, estampados psicodélicos, medias blancas de rejilla, zapatos con
hebillas enormes, tacones imposibles, botas hasta más arriba de la rodilla,
materiales nunca vistos en ropa como el plástico, atrevidos escotes, bisutería
divertida y colorido maquillaje. También tuvo gran importancia en la estética de los
jóvenes de los sesenta el peinado. El gran peluquero de la época fue Vidal
Sasson y sus inconfundibles cortes geométricos. Considerado el padre de la
peluquería moderna, su emblemático estilo fue la compañía perfecta para la moda
pop. Llegaron las primeras supermodelos como la bella Jean Shrimpton, pareja y
musa del fotógrafo David Bailey, y Leslie Lawson, más conocida como Twiggy,
“ramita”, en alusión a su delgadez. En el documental aparecen numerosas
imágenes y grabaciones a color de Twiggy, muchas de ellas inéditas, como las
que recogen una visita de la modelo a EEUU, imágenes propiedad de Justin De Villeneuve,
quien fuera su manager y pareja.
Aquel florecer
de la moda supuso la apertura de numerosas tiendas y boutiques en Londres, como
la Apple Boutique, propiedad de los Beatles, abierta en 1967 con una glamourosa
fiesta en la que estuvieron presentes George Harrison y John Lennon. En una de
las paredes de la tienda destacaba un enorme y colorido mural realizado por el
colectivo artístico holandés The Fool, encargados también de pintar los famosos
Mini de Harrison y el Rolls-Royce Phantom V de John Lennon. Otra de las tiendas
más icónicas de aquella época fue la boutique BIBA, abierta en el barrio de
Kensington en 1964 por la diseñadora polaca Barbara Hulanicki. El éxito de su
ropa y complementos, mezcla de art-noveau y rock and roll, convirtió a BIBA en
una atracción turística de la ciudad. El enorme éxito de la marca les llevó también
a vender ropa para niños, libros, papelería, muebles e incluso comida. Se trataba
de ropa a precios asequibles para jóvenes que arrasaban con todo lo que se
vendía.
Aquella generación
fue fotografiada por las mejores cámaras, destacando por encima de todos el
fotógrafo David Bailey, que se convirtió en una celebridad a la altura de sus
fotografiados. Todos los que fueron alguien en la década fueron inmortalizados
por su cámara, las modelos, los rockeros, los actores. Suya es una inolvidable
colección de retratos en blanco y negro, donde aparecen muchos de los
protagonistas de “My Generation” como Michael Caine con gafas de pasta y un
cigarrillo, unos trajeados Lennon y McCartney, Jagger con capucha de piel o un
primer plano de The Who que estuvo varios años pegado a la pared de mi
habitación durante mi adolescencia. Su figura inspiró la del protagonista de la
película Blowup (1966), dirigida por Michelangelo Antonioni. Bailey, junto con
otros fotógrafos como Terence Donovan y Brian Duffy, contribuyó a asentar la
estética del Swinging London
Por poner algún
pero a la cinta, “My Generation” adolece de ligereza y falta de análisis. Así,
resulta un poco traída por los pelos la afirmación, en la que se sustenta parte
del andamiaje del documental, de que aquella revolución la desencadenaron
jóvenes de clase baja que se saltaron las rígidas normas que regían hasta
entonces en el Reino Unido. Así, una de las protagonistas del documental es
Marianne Faithfull, joven de la más alta sociedad inglesa, que fue musa de los
Rolling Stones, además de cantante y actriz. Nacida en el barrio londinense de Hampstead,
donde viven familias con gran poder adquisitivo y donde se concentra la mayor
riqueza del país, su familia era noble, habiendo heredado ella misma el título
de baronesa. Tal vez es el caso más extremo, pero es evidente que no todos los
protagonistas de aquella prodigiosa explosión procedían de clase obrera.
Es cierto que
antes de los sesenta las complicadas estructuras de clase eran las que marcaban
hasta dónde podía llegar en la vida cada uno, la cuna era un aspecto
determinante, quiénes eran los padres y dónde se había nacido. Pero surgen
preguntas, ¿hasta qué punto eso se ha eliminado y ya no sucede?, ¿todo el mundo
tiene hoy de verdad las mismas oportunidades?, ¿acaso no sigue siendo cierto
que las únicas vías de ascenso social de los jóvenes de clase trabajadora son
la música y el fútbol? Pero “My Generation” en ningún momento pretende ser un
sesudo estudio, sino una obra entretenida con un brillante envoltorio. Y eso sí
que lo consigue, resulta festiva, ligera y chispeante. Como lo fueron aquellos
maravillosos años. O al menos lo parecieron.
Porque al final
de la década el hedonismo y la alegría de vivir tomaron un giro más oscuro. Las
drogas, entre otros motivos, fueron las causantes de que “el sueño acabara”.
“My Generation” finaliza con la mayoría de nuestros héroes enredados en
problemas derivados del consumo de sustancias, marihuana, pastillas (como las
populares Purple Hearts) y LSD. El primero en visitar el calabozo por consumir
fue el cantante Donovan, quien por cierto explica que George Harrison se
apresuró a ofrecerle ayuda monetaria. Pronto llegaría la mediática detención de
Keith Richards y Mick Jagger. Era febrero de 1967 y los Rolling celebraban una
fiesta en la que también estaban, entre otros invitados, el creador de la
portada del Sgt. Pepper’s Michael Cooper y George Harrison y su entonces esposa
la modelo Pattie Boyd. En la casa de Richards irrumpió el polémico oficial de
policía Norman Pilcher, que estaba a cargo de la Brigada Antidroga, cuyos
métodos fueron muy criticados ya en la época. En la fiesta también se
encontraba Marianne Faithfull, desnuda y envuelta en una piel de oso. Así la
encontraron los policías y el escándalo costó a los dos Rolling un mes de
cárcel. Como agradecimiento a sus fans por el apoyo que les prestaron en
aquellos días, Jagger y Richards escribieron We love you, una canción que
comienza con el sonido de la puerta de una celda cerrándose. Keith Richards
explicó que aquello fue un “baño de realidad” con el que se dio cuenta que
Londres no era la ciudad de las maravillas donde podían hacer lo que les diera
la gana, tal y como habían creído.
Y llegaron las
primeras bajas. Brian Jones, líder y guitarrista de los Rolling, fallecía en 1969
con 27 años, sólo una semana después de haber sido expulsado de la banda. Muchos
afirman que los Rolling no volvieron a ser lo mismo sin él. Los Beatles también
tuvieron sus escarceos con la droga, en el documental vemos a Paul McCartney
confirmando en una entrevista que había tomado LSD “unas cuatro veces”,
sufriendo a continuación la recriminación del periodista por contarlo, o a John
Lennon afirmando que los cuatro “se ponían” pero él más que ninguno.
Los alegres
sixties se desviaron hacia la psicodelia y los alucinógenos. Vietnam y las
luchas por los derechos civiles que se disputaban en EEUU salpicaban de
realidad la inocencia pop y el verano del amor. Pero esa ya es otra historia.
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